lunes, 20 de febrero de 2012

El niño del balón y la parábola del capitalismo


Los que como yo tuvieron la suerte de disfrutar de las vacaciones de su niñez en la España rural de la década de los sesenta compartirán conmigo una imagen: el niño del balón. La situación de las familias del campo español era tan “ajustada” que incluso tener un balón de fútbol era un lujo. Por eso, cuando en el pueblo aparecía un niño con uno nuevecito todos queríamos jugar con él.
Pero el niño ejercía su poder. Decidía quién jugaba y quién no, incluso podía decidir en qué posición debías jugar. Era lógico si tenemos en cuenta que el balón era suyo y que, además, podía perderlo. Porque siempre era posible que surgiera el borrico que daba demasiado fuerte y lo embarcaba en una huerta; o bien podía caer al río, pincharse en unas zarzas… en ese caso todos nos íbamos a nuestra casa con las manos en los bolsillos y él también se iba, pero con las manos vacías.
El capitalismo se asemeja mucho al niño del balón. El empresario es el que pone el balón en juego, el que se arriesga decidiendo la alineación, pero también el que lo puede perder todo en esa empresa. Y los trabajadores son los otros niños del pueblo, que juegan mientras hay un balón, pero que cuando se rompe o se pierde se olvidan del que lo trajo.
Como entonces, hay una alternativa: si quieres jugar siempre compra tu propio balón. Si el empresario es un explotador, si vive de tu trabajo, no trabajes para él, hazte empresario. Podrás incluso elegir ser empresario solidario en lugar de explotador. Pero no te quejes si no te dejan jugar con un balón que no es tuyo.
 
© José L. Calvo