martes, 25 de noviembre de 2014

Podemos se lía con el marketing

A la espera del programa económico de la formación de Pablo Iglesias -cada vez se parece más a la UPyD de Rosa Díaz- hemos visto en esta última semana dos fallos de marketing absolutamente incomprensibles en un partido que si por algo se ha caracterizado ha sido por el dominio de los medios y los tiempos. Me refiero a su inasistencia al programa de Telecinco y la posterior explicación; y la elección de la canción de l’estaca de Lluis Llach como especie de himno.
Escuché a Pablo Iglesias afirmar en la entrevista de Ana Pastor que asistiría a todas las convocatorias de los medios que le hicieran, que él no se escondería detrás de un plasma. Y a la primera de cambio, mejor dicho a la segunda que la siguiente fue donde nuevamente recibió de Pepa Bueno, no asiste. Como Podemos debería saber, desde el punto de vista del marketing es irrelevante la discusión entre ellos y Telecinco y si debía ir uno o cinco, lo realmente importante es que la explicación dada suena a demasiado conocida y explotada por los partidos políticos tradicionales cuando las cosas no ruedan a su favor: hay una campaña de los medios de comunicación orquestada contra nosotros. Incluso a mí, que llevo mucho vivido, me sonó a contubernio judeomasónico.
La segunda es esa especie de himno que se han mercado con la canción de Lluis Llach. Algunas cosas sobre esta elección. En primer lugar, suena extraño que un partido tan moderno, que quiere acabar con la cultura de la Transición, elija una canción predemocrática y a un cantautor que tuvo su época de fama en ese período que va desde el final de la Dictadura al comienzo de la democracia. Estoy seguro que hay cantantes más jóvenes, mucho más ligados al movimiento 15M y a los problemas de la juventud actual, cuyas canciones podrían haber sido elegidas como símbolo de una formación que quiere dar un futuro a los españoles. Aquí no puedo aconsejarles, porque no estoy muy al día de músicos españoles –salvo rock y rockabilly y no creo que ninguno encaje con las camisas de cuadros de Pablo Iglesias y la Vespa de Monedero-. Puestos a escoger a alguien de esa generación les sugiero "Los tiempos están cambiando" de Loquillo o "Maneras de vivir" de Rosendo y sus Leño. Ambos han demostrado su honestidad y espíritu de lucha, y desde luego tienen una actitud mucho más vital que la languidez de Lluis Llach.
En segundo lugar, tampoco me parece muy sensato elegir una canción en catalán de un cantautor de esa nacionalidad que además ha dado muestras inequívocas de su deseo de formar parte de un país diferente al que teóricamente dirigirá el comandante Iglesias. No corren muy buenos tiempos para las relaciones Catalunya/España –con el España nos roba, las tonterías sobre la nacionalidad de Colón, Teresa de Jesús, Cervantes, Ignacio de Loyola…- y estoy seguro de que somos muchos los españoles que puestos a  cantar una letra en otro idioma preferimos el inglés. Finalmente, si quieren centrarse –políticamente- tampoco parece la mejor elección un cantante con claras raíces en la izquierda soberanista.
Fallos incomprensibles si no fuera porque Podemos cada vez se va pareciendo más a una formación política en la que milité en los años de la Transición. Les doy pistas: tenía un Secretario General, un Comité Ejecutivo y un Comité Central, estaba organizada en células y funcionaba igual que Podemos: me gustaría contar con tu opinión, pero los militantes han decidido que no hables. Que cada uno haga sus números, pero yo no quiero vestir de chándal.

© José L. Calvo, 2014

viernes, 14 de noviembre de 2014

Banqueros, usureros y trileros

Hace tiempo que no aparecía por aquí por vergüenza. Por vergüenza de pertenecer a un colectivo, el de los economistas, que se ha ganado el desprecio de la sociedad. No ya solo por no haber sabido prever una crisis como la actual –aunque algunos ya veníamos comentando que el crecimiento del ladrillo tenía un fin-, sino por formar parte de un grupo en el que sus miembros más destacados acabarán formando un think tank en Soto del Real. Como ya he dicho muchas veces, asentar toda la doctrina económica en creer que somos racionales no solo es un error axiomático, es una estupidez (lo mismo que pensar que los políticos actúan por el interés de la sociedad y no por el suyo propio).
Otra de las cosas que me provoca sonrojo es que los economistas solemos darle nombres rimbombantes a cosas que ya tienen una definición muy clara en el diccionario de la Lengua Española (DRAE). Dos ejemplos relacionados con la banca y el sistema financiero en general: la banca tradicional y la banca de inversión.
 La banca tradicional es la de toda la vida, la que recibe depósitos y presta a particulares, empresas y administraciones públicas cobrando por ello un interés. Esta labor, que ahora mismo no están haciendo los bancos españoles, es fundamental para el funcionamiento de la economía capitalista, lo que ha “justificado” los rescates bancarios en toda Europa y los más de 100.000 millones de euros que hemos perdido los españoles por su mala gestión. Pues bien, acudamos al DRAE. Prestar significa entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo y después lo restituya o lo devuelva. Pero esto no es lo que hacen los bancos, ya que en esa definición no hay intereses. Hay otro término que nos permite acercarnos mejor a una definición de lo que hacen las entidades financieras: usura que el DRAE define como el interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de mutuo o préstamo. Así que lo que hace la banca tradicional es usura –es interesante que si alguien te presta dinero y te cobra por ello es un usurero y está mal visto y si lo hace el banco es bueno para todos-.
Pasemos ahora a la banca de inversión que es el conjunto de entidades que se dedican a obtener financiación para las empresas y gobiernos a través de la emisión y colocación de valores. Hasta aquí todo bien salvo por un pequeño detalle: ¿qué valores y a quién se colocan? Si hablamos de acciones, bonos o letras todo está claro, pero si pensamos en futuros, opciones, CDs, titulizaciones, etc. entonces todo es mucho más complicado de entender porque no hay una relación directa entre el título y el órgano emisor –para hacernos una idea la CNMV ha tenido que publicar una guía-. Y en cuanto a la colocación, si lo hace entre inversionistas profesionales que tienen información de cómo funcionan estos mercados nuevamente nada que objetar, pero si los destinatarios son personas que desconocen lo que son esos activos; si además no solo las reglas no están claras sino que las alteran entonces ya no es banca de inversión sino trileros. Es como dejarle el dinero a alguien pensando que está en buenas manos y lo usa para ir al casino a jugar a la ruleta; pero además el croupier mueve la mesa para que caiga donde él quiere. Tengan en cuenta otra cosa que normalmente tampoco se dice: con este tipo de activos se produce un juego de suma cero, es decir, alguien gana porque alguien pierde.
Así que hablemos con propiedad del sistema bancario. Banca tradicional = usura; banca de inversión = trileros. A lo mejor teniendo las cosas claras podemos evitar nuevas crisis.

© José L. Calvo, 2014