miércoles, 27 de mayo de 2015

Lección 1 del 24M. Crimen y Castigo


Es conocida la tendencia que tenemos los economistas a intentar explicar el comportamiento humano según nuestros paradigmas. Siguiendo esa línea Gary Becker (1930 -2014, Premio Nobel de Economía en 1992) desarrolló su teoría económica del crimen –otro buen libro sobre esta materia es el de A. Roemer de 2001 publicado en México, un país donde algo saben del tema-. Según Becker un individuo elige cometer un crimen cuando los beneficios asociados a esa comisión son superiores a los costes que le genera. Existen así incentivos a criminalizar la sociedad en aquellas en que las repercusiones personales del castigo son muy inferiores a los beneficios del delito.
Durante los años de la democracia en España esta ha sido la situación de los políticos y a aquellos que y a los que amparan –empresarios o banqueros que si bien eran condenados, el gobierno de turno, popular o socialista, indultaba-. Para estos “servidores públicos” el beneficio de la corrupción ha sido inmenso, mientras que el castigo nimio. Si a eso añadimos que eran ellos mismos los que imponían leyes que les favorecían –ley de financiación/corrupción de los partidos políticos-, que vivimos en un país donde no existe una conciencia cívica suficiente como para considerar que el que no paga sus impuestos es un ladrón –ya lo dice el refrán, “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón” y el estado, es, por definición, un ladrón que eso sí debe proveerme de educación o sanidad gratuita- y que durante los años previos a la crisis el único dios era el dinero –se obtuviera como fuera- el resultado son los múltiples casos de corrupción que salpican a los dos principales partidos políticos: Matas, Fabra, Chaves, Griñan, Gürtel, los ERE, etc.
Lo realmente impresionante es que esta situación ha perdurado durante más de 30 años. No ha sido hasta que la crisis económica ha golpeado fuertemente a nuestro país que los movimientos sociales no han puesto de manifiesto el hartazgo de una mayoría de la sociedad española ante la impunidad con la que se desenvolvían los poderes políticos y económicos.
Las elecciones del 24 de mayo son una lección de que las cosas han cambiado. De que ya no es posible el crimen sin el castigo. El pueblo español ha elegido a representantes que como Ada Colau o Manuela Carmena, son un referente moral frente a personajes que encarnan la corrupción y la soberbia. Y es seguro que nuestros nuevos representantes van a disminuir los beneficios del crimen –la auditoría de los grandes proyectos urbanísticos de Barcelona y la posible paralización de la “OperaciónChamartín” pueden ser dos buenas piedras de toque- y aumentar los costes, que nadie espere pactos sin compromisos anticorrupción como sabe muy bien Susana Díaz. Si ya consiguen poco a poco concienciar a los españoles que los ayuntamientos, con sus ingresos y gastos, somos realmente todos, habremos encontrado una buena senda para encarrilar nuestra economía. Al menos una más equitativa.

© José L. Calvo, 2015