lunes, 29 de junio de 2015

Honra sin barcos en Grecia

Más vale honra sin barcos que barcos sin honra (Casto Méndez Núñez). Pero que se ahoguen los marineros.
Decir que la situación de la Unión Europea es convulsa es quedarse corto. Lo mismo que afirmar que el futuro se presenta muy complicado para todos, especialmente para los países periféricos de la UE a los que Grecia no nos hace ningún favor. Pero la situación se vuelve catastrófica si nos atenemos a los exabruptos de aquellos que por su formación académica, y por su labor de enseñantes, deberían ser algo más rigurosos: el Sr. Monedero, en un alarde de desconocimiento histórico, compara a la Troika con las SS (será por los uniformes negros); D. Pablo Iglesias, que debe desconocer lo que es un sistema financiero, habla de que la troika perpetra una operación mafiosa de terrorismo financiero. Yo como prefiero tener los datos antes de opinar, me he ido a la propuesta que ayer publicó la Comisión Europea y me la he leído detenidamente.
No analizaré aquellas medidas que ya han enfatizado los periódicos, pero sí quiero señalar algunos aspectos. Y como son muchos dedicaré este post solamente a los impuestos.
En el segundo punto, relativo al IVA, la UE propone subirlo al 23% pero mantener el 13% para “los alimentos básicos, la energía, los hoteles y el agua… y un tipo superreducido del 6% para los productos farmacéuticos, los libros y el teatro”. No parece una oferta tan criminal y creo que nuestros actores y escritores la suscribirían.
El punto 3 está dedicado a las medidas de cambio fiscal estructural, y en su comienzo se señala que es precisa “…una definición más ajustada de agricultor”. Teniendo en cuenta que la PAC considera como agricultor –y en consecuencia con derecho a obtener subvenciones- a una persona cuyos ingresos proceden en al menos un 20% de la venta de sus productos, mucho me temo que la definición griega –que no he sido capaz de obtener- es mucho más laxa, dando acceso a esas subvenciones a un colectivo muchísimo mayor. Un simple dato: en España la población activa agraria es de menos del 6%, en el entorno de la media europea; en Grecia supera el 13%.
En ese mismo punto se habla de la necesidad de “abolir los subsidios para el gasoil de los agricultores”, de “…eliminar el tratamiento especial de las rentas agrícolas” (otra vez los agricultores)  o de “…ajustar los tipos impositivos sobre la propiedad”. Teniendo en cuenta que el catastro griego está incompleto y muestra muchas deficiencias, un impuesto sobre el patrimonio parece más prioritario para la UE que para las autoridades griegas de izquierdas.
Pero lo que más me gusta de las medidas de la UE que el gobierno de Tsipras no acepta por dignidad es cuando propone la “…introducción de una Ley Criminal para la Evasión Fiscal y el Fraude… para modernizar y ampliar la definición de fraude fiscal y evasión de impuestos”. Que te tengan que decir desde Bruselas que tienes un ordenamiento contra el fraude obsoleto cuando teóricamente ese es un punto esencial de tu programa no parece que diga mucho de tu buen hacer en el tiempo que llevas en el gobierno.
Para no alargarme y finalizar con este punto de reformas propuestas por la Comisión –prometo seguir con el resto porque hay cosas preciosas como las pensiones- cuando se hace referencia a la salud la UE propone “...(iii) revisar y limitar los precios de los test diagnósticos…”, lo mismo que considera necesario “…la desaparición gradual del tratamiento impositivo especial de la industria naviera”. Por último propone que se legisle para “…reducir el gasto militar en 400 millones de euros” (¿la izquierda no es pacifistas?), “introducir un impuesto sobre los anuncios de televisión”, “extender la aplicación de un impuesto sobre el lujo a los yates de recreo que excedan los 10 metros e incrementar la tasa desde el 10% al 13%...” o ampliar el impuesto sobre el juego del 30% a las video loterías.
A estas irracionales propuestas de las SS, del terrorismo financiero, se ha enfrentado el valiente Tsipras para defender el honor de los griegos, como hizo en las Termópilas Leónidas. Honra sin barcos, pero quien se va a ahogar va a ser el pueblo griego.
Y a los profesores de Políticas de la Complutense les recomiendo algo básico en cualquier investigación: acudir a las fuentes.

© José L. Calvo, 2015

viernes, 26 de junio de 2015

Podemos, la izquierda y la ley de Hotellíng

En 1929 el economista de la Universidad de Stanford Harold Hotelling (1895-1973) formuló su famosa ley conocida como el principio de mínima diferenciación por la cual todas las empresas tienden a producir el mismo tipo de bien. La idea ha sido aplicada tanto para explicar el comportamiento de las empresas oligopolísticas –diferenciación espacial- como en marketing político, en el que predice que los grandes partidos tienden a posiciones centristas.
Veamos cómo funciona en este último terreno. Supongamos que el posicionamiento ideológico del electorado de un país puede situarse en una recta que iría desde las posiciones más revolucionarias –anarquistas, troskistas, comunistas, anticapitalistas en general…- en el extremo izquierdo hasta las más ultraconservadoras –ultraliberales, esperanzistas, etc.- en el extremo derecho, y que existen dos opciones políticas, derecha (PP) e izquierda (Podemos). Lo que la ley de Hotelling predice es que ambos partidos irán moderando su discurso con el fin de ganarse al electorado de centro. ¿Por qué? Muy sencillo: desde la perspectiva del PP saben que su electorado de extrema derecha e incluso de una derecha más moderada –es decir los situados a la derecha de los postulados del propio PP- nunca votarán a Podemos, por lo que para el PP el electorado situado a su derecha es un electorado cautivo; eso mismo piensa Podemos pero desde el otro lado: nadie de izquierdas, ni siquiera de una izquierda moderada, votará nunca al PP, por lo que Podemos es la única opción de voto para ese electorado situado a su izquierda. En esa medida ambos deben focalizar su esfuerzo en ganar los votos de ese electorado situado ideológicamente entre ellos.
Mientras que en el caso del PP eso parece haberse demostrado bastante cierto –las opciones a su derecha tipo VOX han fracasado- no es lo mismo para Podemos ya que en el espectro de la izquierda hay muchas más alternativas. El movimiento hacia el centro de Podemos ha dejado a su izquierda incluso al PSOE, que hoy se ve como una alternativa al menos tan progresista o más que el partido del Sr. Iglesias y con un mayor fundamento intelectual; por otro lado aquellos que siguen con sus “banderitas rojas” y sus “estrellas” llevan suicidándose políticamente desde el comienzo de la democracia. Siempre han votado sabiendo que no ganarían, que su voto era más una expresión ética y estética que un voto de poder.
Ese es el gran error de Podemos. Pensar que el voto de izquierdas, el de la más radical es un voto cautivo con el que pueden contar siempre. No darse cuenta de que en esa izquierda nos situamos personas con ideales, con principios, dispuestos a sacrificarse por una forma de entender el mundo. Así nos lo enseñaron nuestros antecesores que lucharon, fueron encarcelados y murieron durante la Dictadura para traer la democracia a España y a los que la dirección de Podemos tanto denigra. Sr. Iglesias, nos quedaremos con nuestras banderitas rojas pero también con nuestros votos. Anda y q.t.d.
© José L. Calvo, 2015 

martes, 9 de junio de 2015

Lecciones de 24M: La estadística y la soberbia

A escasos días de la constitución de los ayuntamientos y las comunidades autónomas surgidas de las elecciones del 24 de mayo siguen percibiéndose sus ecos y la incapacidad de algunos de leer los resultados. Surgen así interpretaciones de lo más peregrinas, en algunos casos motivadas por luna lectura de las estadísticas basada no en lo que dicen esta sino en lo que ellos quieren que digan. Me voy a referir a dos casos concretos: el del PP y su empecinamiento en identificar la lista más votada con la mayoría de los ciudadanos; y la de Podemos de apropiarse de votos que no son suyos.
Comencemos con el PP. Tras perder las mayoría absolutas en muchos ayuntamientos y Comunidades Autónomas la propuesta del PP ha sido la de dejar gobernar a la lista más votada argumentando que lo contrario sería sustraer la voluntad popular. Demostremos esa falacia por reducción al absurdo. Supongamos que en un pueblo se han presentado 19 candidaturas y todas han obtenido el 5% de los votos –es decir tienen derecho a representación- salvo la del PP que ha conseguido el 10%. Según el argumento de los populares eso supondría que deberían gobernar ellos, representado a tan solo 1 de cada 10 electores, sin tener en cuenta la opinión del 90% restante.
Pero es que ni siquiera se sostiene su argumentación en casos concretos. Pongamos el de Madrid, donde Esperanza/Margaret Aguirre/Thatcher ha manifestado que es un robo a la democracia que no la dejen gobernar a ella –mi pregunta es ¿qué sabe ella de democracia? Y ya puestos ¿dónde estaba en el franquismo cuando los comunistas luchaban por la democracia?-. Pues con los datos en la mano su argumento es nuevamente una mentira: un pacto Ahora Madrid/PSOE representa el 47,13% de los votos frente al 34,55% del PP. ¿Hay algo más democrático que gobierne la mayoría de los ciudadanos?
El segundo de los argumentos va contra la arrogancia de una formación que trata de identificar como suyo algo que no lo es: Podemos ha identificado como votos a su formación los de aquellos acuerdos de fuerzas de izquierda que se han producido en muchos ayuntamientos y CC.AA. Simplemente recordarle unos datos: mientras que Ahora Madrid –una lista de confluencia de izquierdas en la que el primer representa de Podemos ocupa el quinto puesto- obtuvo en Madrid capital 519.210 votos, Podemos  logró 286.973 en las autonómicas; dicho de otra forma, el 44,7% de los votantes de Ahora Madrid no votamos a la lista de Podemos a la Comunidad. Algo que les debería hacer pensar antes de lanzar mensajes de tanta soberbia al resto de la izquierda.

© José L. Calvo, 2015

miércoles, 3 de junio de 2015

Si pagan en cacahuetes…tendrán monos

Para la economía ortodoxa lo que pasa dentro de una empresa es una auténtica caja negra de la que no se sabe ni se quiere saber cómo funciona. Sus supuestos de funcionamiento son sencillos: se elige la tecnología más eficiente, es decir, aquella combinación de factores –en el formato más simple capital y trabajo- que minimiza los costes; todos se esfuerzan al máximo, propietarios, directivos y trabajadores, ya que como se acaba de decir el objetivo es minimizar los costes y si alguno no fuese eficiente sería sustituido por otra tecnología en que se utilizase menos o no se utilizase, y los factores productivos son retribuidos según su productividad –en el caso del salario este es igual a la productividad marginal del factor trabajo-, siendo esta un elemento tecnológico. Es decir, la productividad viene fijada única y exclusivamente por la función de producción.
Una de las críticas fundamentales que hace el Behavioral Economics a este planteamiento es algo que a todas luces parece de lo más realista: la productividad no solo está influida por factores tecnológicos, sino que también depende de los salarios. De hecho, el supuesto que en este caso es que la productividad depende positivamente del salario. Esto quiere decir que los trabajadores ajustan su esfuerzo –su productividad- en función de cómo son pagados, consecuentemente, de cómo son tratados: si un trabajador considera que su salario no compensa el esfuerzo que está haciendo en beneficio de la empresa entonces reduce éste, lo que supone una disminución de su productividad y un aumento de los costes. Dicho en román paladin, los empresarios que ofrecen salarios considerados injustos por sus trabajadores, o relaciones laborales que no son razonables y equitativas están haciendo “un pan con unas hostias”.
¿Qué está pasando en España? Pues que parece que nuestros dirigentes políticos y económicos solo han estudiado economía convencional y se han olvidado del sentido común. Para ellos lo que hay que hacer es reducir los salarios, precarizar el empleo –con contratos temporales y parciales-, dejar a los desempleados sin cobertura… eso mina la moral de las fuerza del trabajo de nuestro país y sobre todo nos empuja al modelo de enfrentamiento empresarios/trabajadores –lo que durante el siglo XX se denominó lucha de clases- donde los empresarios tratan de minimizar lo que pagan y los trabajadores, en contraprestación, lo que trabajan. Resultado: baja productividad y disminución de la competitividad a medio y largo plazo.
Para que no crean que todo esto es teórico les pongo mi propio ejemplo y el de algunos de mis compañeros de universidad: después de años con el sueldo congelado –tras una bajada previa-, con un incremento continuado de la carga de trabajo –las plazas de los que se jubilan se amortizan y cada día se inventan grados nuevos-, con una burocratización rampante que consume la gran mayoría de nuestro tiempo y una investigación que ha pasado de ser una vocación –la universidad siempre fue vocacional, nuestro objetivo era aportar conocimientos y soluciones a nuestra sociedad- a un trabajo en el que solo se puede progresar siendo fieles seguidores de los criterios impuestos por la mayoría de la academia –llamémoslo ANECA-, ya que en caso contrario no te publican y no obtienes la certificación, muchos de nosotros hemos optado por la solución del Behavioral Economics: adaptar nuestro esfuerzo. Hoy es fácil observar el desánimo y la falta de interés de una parte importante de los profesores universitarios, especialmente entre aquellos que, como dice un compañero, ya estamos en la escalerilla del parchís, cercanos al final del juego –la jubilación-.
Ya lo dice Javier Mora de quien he tomado prestada la frase –gracias-: si nos pagan en cacahuetes solo podrán tener monos. Si nos tratan de tan mala manera, si los empresarios y gerentes públicos solo piensan en reducir costes a costa de nuestros salarios y de empeorar las condiciones laborales obtendrán lo que se merecen: la ley del mínimo esfuerzo. Así no gana nadie y pierde el país, pero estamos cansados de perder siempre nosotros. 
  
© José L. Calvo, 2015