domingo, 26 de julio de 2015

UNED. Un dinosaurio en la era digital

Hace unas semanas dirigí un curso de verano sobre Emprendedores en Ponferrada. En él puede escuchar las fantásticas exposiciones procedentes del campo académico-profesional de Álvaro Gómez Vietes y David Abril –qué bueno cuando uno tiene un pie en cada lado-, y las experiencias de internacionalización de dos empresas leonesas: Cupa group y Pharmadus. Y cuanto más les escuchaba más cuenta me daba de que la UNED, y por extensión la universidad pública española, desconoce completamente la realidad, las necesidades y los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad. Para clausurar estos cursos me he impuesto aportar algunas ideas que resumen lo visto y que pueden ayudar a mejorar el comportamiento de nuestros emprendedores. Como algunas de ellas son perfectamente aplicables a este caso, les traslado solo tres de ellas para no alargar el post.
1.       El consumidor es el rey. Esto que es una máxima del marketing se aplica hoy en día a muchos ámbitos, incluida la formación. La ley de Say de que toda oferta genera su propia demanda está obsoleta. Por el contrario, el mercado está saturado de grados iguales, que ofrecen las mismas asignaturas año tras año y siglo tras siglo, sin variar contenidos ni actualizar realmente el sistema de formación. Esta visión estática choca frontalmente  con una sociedad absolutamente dinámica impuesta por la rápida evolución de la tecnología, la economía, la sociedad y la generalización de la competencia –hoy se puede estudiar on line en cualquier universidad del mundo-. Es esencial actualizar permanentemente tanto los contenidos como la forma de enseñar y adecuarlos a lo que demanda la sociedad
2.       Estudia el mercado. El mercado son conversaciones. Es un latiguillo habitual oír que los alumnos de la UNED son especiales. Pero no se sabe por qué lo son ya que no se conocen ni sus características, ni a qué segmento de población pertenecen, ni los motivos por los que cursan los estudios en la UNED en lugar de acudir a una universidad presencial, etc. –hay una oficina de estadística que guarda los datos como oro en paño y nos los niega a los investigadores-. En consecuencia es incapaz de adaptar su oferta a esa demanda. Los programas de los grados o los másteres no se ajustan a lo que sus alumnos necesitan sino a lo que saben los profesores y la distribución de poder dentro de las Facultades y Escuelas –el grado de Turismo es probablemente el caso más paradigmático que conozco. Ni una sola asignatura sobre redes sociales, internet o marcas. Por el contrario política económica, econometría, etc.-. Sencillamente la UNED no vende formación, vende títulos. Y esto se están devaluando permanentemente porque no hay conocimientos asociados a ellos.
Por otro lado, cualquier empresa sabe que hoy la información fluye de manera multidireccional, de ella a los consumidores, de estos entre ellos y hacia ella. Que los mercados son conversaciones. Pensar que el sistema de comunicación es unidireccional –como el espacio del rector- solo implica que se desconocen los efectos que la revolución de internet y las redes sociales han introducido en las relaciones universidad/estudiantes. Luego les extraña que los alumnos creen redes propias en Facebook al margen de la UNED y que muchos profesores hayamos optado por redirigir nuestro correo hacia Gmail donde la administración es mucho más sencilla, ágil y comunicativa que dentro de la propia universidad.    
3.       Haz números.  Este es un consejo que doy siempre a los alumnos, porque aunque parece lo más lógico del mundo nos cuesta mucho trabajo poner sobre la mesa los costes y beneficios de nuestras ideas. Dos cuestiones en este caso: en primer lugar, a la UNED le han puesto los números tanto la IGAE como el Tribunal de Cuentas, y ambos lo han dejado claro: esta universidad es inviable si no hace un recorte muy importante en personal de administración (PAS). Parece falto de toda razón que en una universidad exista más administrativos que profesores, lo mismo que prácticamente uno de cada dos profesores ostente un cargo de administración remuneradohay más jefes que indios-. La segunda es incluso mucho más de sentido común: por mucho que usted ingrese, si es una persona derrochadora nunca podrá equilibrar sus cuentas. Nuevamente no parece muy sensato que una universidad on line cuente con una estructura física tan extensa: rectorado en el centro de Madrid, facultades y escuelas con despachos individuales para la gran mayoría de los profesores cuando más del 90% de las gestiones se pueden resolver desde cualquier ordenador con conexión a internet, centros asociados infrautilizados, etc. Como sabe cualquiera, es más importante y fácil racionalizar el gasto que intentar obtener más ingresos.
Dos cuestiones para finalizar mi exposición. Podría quedarme callado, encerrarme en mi despacho y gestionar las asignaturas a mi cargo hasta la jubilación que ya  oteo; podría incluso mostrarme sumiso e ingresar en el club del carguillo que me permitiese completar mis ingresos. Pero soy como el escorpión. Hace que me hierva la sangre el ver cómo se dilapidan las oportunidades y el capital acumulado de una universidad que inventó la economía de la larga cola en España  aun sin saber lo que era.
Por último, siempre he sabido distinguir entre el terreno personal y el profesional. Hay algún miembro del actual equipo rectoral al que puedo llamar amigo –espero que después de esto él también-, lo mismo que siento aprecio personal por el rector. Pero desde una perspectiva profesional creo que la UNED está dirigida por un grupo de personas excesivamente mayores, sin proyección de futuro, sin capacitación para su gestión y sin ambición. Es un equipo analógico en un mundo digital. Les dejo con El programa de las Mises del Plan estratégico 2014-2017 de la UNED. Solo les falta pedir la paz en el mundo.
© José L. Calvo, 2015

sábado, 18 de julio de 2015

El factor de tolerancia y la UE

El siguiente chiste está extraído del libro de Dan Ariely Por qué mentimos: Un niño llega a su casa con una nota del colegio “su hijo le ha robado un lápiz a un compañero”. El padre le riñe diciendo “¿por qué has hecho eso? ¿No sabes que robar está mal? Y además, si necesitabas un lápiz ¿por qué no lo has dicho? ¿Por qué no lo pides y ya está? Sabes que puedo traerte docenas de lápices de la oficina”. Si usted no ha entendido el chiste es que es de mentalidad  europea mediterránea, mientras que si lo ha entendido a la primera seguramente su mentalidad se ajusta más a la centroeuropea.
D. Ariely define el factor de tolerancia como la línea a partir de la cual ya no podemos sacar partido de la deshonestidad sin dañar nuestra imagen. O dicho de otra manera, hasta dónde somos capaces de ser deshonestos antes de considerarnos a nosotros mismos unos “chorizos”.
En la UE existen dos formas de entender el mundo condicionadas por ese factor de tolerancia: los centroeuropeos son calvinistas, defienden que toda acción debe tener sus consecuencias y por lo tanto que todo “crimen” debe tener su castigo –y para ellos un crimen es cualquier desviación de la norma, desde lo más obvio a no pagar una deuda o no ser “serios”-. Así, su factor de tolerancia es muy bajo. Por el contrario los países mediterráneos somos culturalmente católicos, aceptamos que determinadas acciones puedan quedar sin castigo –como la corrupción o la defraudación a la Hacienda pública-, que cualquier “pecado” puede ser perdonado con tan solo arrepentirse y rezar un poco. Nuestro factor de tolerancia es mucho más alto.
De hecho, en un país como el nuestro, absolutamente inmerso en la cultura mediterránea, tendemos a dividir la sociedad en dos grupos: los nuestros y los otros, los pobres –habitualmente nosotros- y los ricos, los que sufrimos el acoso de las instituciones –sea el estado, los políticos, los empresarios, etc.- y los que se aprovechan de ellas. Nuestra tolerancia para “los nuestros” es muy alta –ladrones como Curro Jiménez son héroes de la cultura popular-, sin darnos cuenta de que, como dice la nueva campaña de Hacienda, cuando alguien roba nos roba a todos y lo que ellos no pagan lo pagamos los demás. 
Estas dos concepciones fueron capaces de sobrevivir al mismo tiempo mientras la economía de la UE fue viento en popa desde su creación hasta 2008, pero se han visto absolutamente confrontadas en la Gran Recesión. Por eso la situación de Grecia es tan atípica: la mentalidad centroeuropea ha descubierto que los griegos llevan años pecando, disfrutando de unos privilegios a los que según ellos no tenían derecho. En definitiva, para los centroeuropeos Grecia lleva años “toreando” a la UE y  merece el consiguiente castigo, que le han aplicado con toda la dureza de la que son capaces –su tolerancia es tan baja como su piedad. Que se lo pregunten a la niña palestina- . Desde la perspectiva de los griegos ellos no han hecho más que lo que su factor de tolerancia les permite: si había fondos europeos de los que poder obtener beneficios ¿por qué iban a renunciar a ellos aunque tuviesen que “torcer” un poco la ley? Un ejemplo, los “agricultores” griegos que obtuvieron más del 21.000 millones de euros de la UE en el período 2007-2013; ¿por qué deben ser castigados por hacer lo mismo que hacían antes de 2007 y a lo que nadie puso nunca ningún reparo?
España no es Grecia. Todos lo repetimos hasta la saciedad. Pero el factor de tolerancia es bastante similar. Por eso mismo el Sr. Rajoy debería cumplir con algunas de las promesas que le hizo a su “amiga” Merkel, como la reforma de la Administración Pública o la liberalización del sector energético. Y dejar de jugar con el déficit público en aras de obtener réditos electorales. El factor de tolerancia cero de Centroeuropa juega en nuestra contra.
© José L. Calvo, 2015

martes, 7 de julio de 2015

El coste de la honra griega

El domingo se celebró el referéndum griego en el que los ciudadanos de ese país manifestaron al resto de los europeos que su orgullo no les permite pagar sus deudas bajo las medidas impuestas por sus acreedores. La aplastante victoria del NO salvaguardó el honor griego y el de sus dirigentes. Pero ¿qué significa realmente la victoria del NO? Analizaré algunos aspectos.
Hablemos de la propuesta de reestructuración de la deuda –en la que los nuevos negociadores insisten- y en concreto de la quita que el propio FMI ve como inevitable. Es evidente que la actual deuda griega es impagable –otra cosa sería explicar cómo se generó, que no solo tiene como culpables a los políticos griegos sino a las autoridades y bancos europeos y a los propios ciudadanos griegos, que han vivido “a crédito” desde la creación de la UE- pero de ahí a proponer que se haga una quita del 50% va mucho trecho. Por varios motivos.
En primer lugar, cualquier reestructuración, cualquier quita, no tendrá ningún efecto positivo sobre el presente y sobre todo el futuro griego sin que se produzcan las reformas necesarias. No hay otra forma de decirlo: el sistema fiscal griego no funciona, el desempleo no es abismal simplemente porque se optó por prejubilar, el sistema de pensiones es inviable, el sistema sanitario está corrompido, el gasto de defensa es insostenibleSi el gobierno de Syriza no introduce reformas que lleven a Grecia a los estándares europeos la quita propuesta no servirá para nada y dentro de dos o tres años se deberá hacer una nueva. Ese es su gran reto fuera de las demagogias.
En segundo lugar la quita introduce un efecto desconfianza en los mercados que puede dar al traste con los esfuerzos realizados por otros países como Portugal, España, Italia… y en consecuencia con el euro. Si Grecia no paga, ¿por qué confiar en que otros deudores europeos lo vayan a hacer? Podemos ver cómo las primas de riesgo vuelven a dispararse no por la situación real de las economías española, portuguesa o italiana sino como efecto rebote de la inestabilidad introducida por Grecia, y cómo el euro ante la incertidumbre introducida por el “honor griego”.
El tercer efecto es relativo a la asimetría que introduce en el tratamiento de los ciudadanos europeos. ¿Los griegos son especiales porque inventaron la democracia y como nosotros tuvimos un régimen fascista debemos pagar? ¿No han hecho tantos esfuerzos o más los españoles, los portugueses o los irlandeses? ¿No hay muchos españoles a los que la crisis ha devastado no solo su economía sino su vida? ¿No merecen ellos un tratamiento idéntico al propuesto para los griegos? Quizás sería bueno aquí hacer un poco de historia y repasar el papel que jugó Grecia cuando España y Portugal negociaron su entrada en la UE y su continuo chantaje para obtener mayores prebendas, o los “agricultores” griegos y la PAC en la historia de la UE. La solidaridad no es exactamente el concepto que los griegos manejaron ante las jóvenes y frágiles democracias ibéricas.
Finalmente una cuestión de números. Mi pregunta va dirigida a los españoles “progresistas”, a los solidarios defensores de la quita ¿de dónde piensan restar los más de 10.000 millones de euros –más de un 1% del PIB- que nos va a costar? Tras una crisis luchando contra los recortes, defendiendo en la calle el estado del bienestar, la educación, la sanidad… de repente un grupo de politólogos se descuelgan con un gasto adicional de 10.000 millones. ¿Qué reducimos, el gasto en sanidad, en educación, en I+D+i, en infraestructuras…? Yo también soy solidario, pero como decía mi padre una cosa es predicar y otra dar trigo.
El honor griego ha quedado a salvo. Los griegos han alzado su voz contra los recortes, contra las imposiciones de los nazis acreedores… y lo han dejado muy claro. Pero los demás europeos también tenemos orgullo: tanto los que han tenido que sufrir duramente las consecuencias de la crisis –la pérdida de poder adquisitivo de los funcionarios españoles es digna de estudio- como aquellos que han aportado su dinero para salvar a Grecia y se ven sin posibilidad de recuperarlo y  vilipendiados continuamente. El referéndum no solo no ha mejorado la posición negociadora griega sino que, a mi juicio, la ha empeorado. La venganza es un plato que se come frío piensa Merkel.  

© José L. Calvo, 2015