jueves, 29 de octubre de 2015

DORNA y el circo romano

Soy motero. Llevo más de 30 años encima de una moto. La primera fue una OSSA Copa y la actual es una Honda VT750. Entre ellas he conducido una Suzuki, una Moto Guzzi e incluso otra italiana cuya marca no recuerdo. He hecho moto de campo y de carretera. He visto correr a Ángel Nieto, ganar a Checa en el Jarama, estuve en la inauguración del Circuit de Valencia y en otros muchos más. Así que no es fácil que un tipo con cara de chupatintas me convenza de que Rossi no le dio una patada a Márquez. Los hechos y las imágenes están ahí y son indiscutibles.
Como saben los que me conocen, no rehúyo una pelea, menos si es dialéctica. Pasé los veranos de mi juventud en un pueblo donde todos los fines de semana había bronca. Soy miembro de un Departamento, Teoría Económica, en el que las discusiones estaban en el orden del día de las reuniones –la edad parece habernos civilizado-. Pero siempre me ha guiado un principio: con el pan y la vida de los demás no se juega. 
Por ese motivo no encuentro explicación ni a lo que hizo Valentino ni a la actitud de Dorna, Telecinco o Movistar. ¿Cómo puede mentir tan descaradamente la empresa que gestiona los intereses económicos del mundial de motociclismo? ¿Cómo se puede comprender que Telecinco y Movistar den primero una versión light –los comentarios en directo de Ángel Nieto y el futbolero fueron patéticos-, luego otra admitiendo la patada y posteriormente rectifiquen? Es obvio que el dinero es la respuesta. El problema es que, desde mi punto de vista, se han dejado llevar por una visión cortoplacista, sin tener en cuenta los efectos a largo plazo. Han generado un enfrentamiento innecesario que actúa en contra de sus propios intereses futuros. Analicémoslo con un enfoque económico.
La primera pregunta es sencilla: ¿cuántos años le quedan a Rossi en el mundial? Como mucho el que viene, que tendrá 37 años. A partir de 2017 lo único que hará, si permanece, será arrastrarse por los circuitos como ya hizo su gran defensor Ángel Nieto, y sus ingresos por merchandising no harán más que caer en picado.
En segundo lugar, han creado una víctima, Rossi, y un verdugo, Márquez. Pero mientras que el primero es el pasado, el segundo es el futuro. Dorna ha apostado por defender los intereses del pasado. Y eso sin hablar de que se ignora a Lorenzo, otra apuesta de futuro, que puede ser campeón del mundo en Valencia y ha quedado absolutamente oscurecido. Con esta polémica es muy posible que los ingresos de los seguidores de Valentino se mantengan a corto plazo, pero es seguro que los de Marc y Jorge disminuirán, al haber creado un monstruo e ignorar a un campeón.
Por último, han desvirtuado completamente el mundial de motociclismo que ya no volverá a ser el mismo. Los moteros nos vanagloriábamos de un deporte en el que solo existen rivales, no enemigos; en el que todos los corredores son aplaudidos, hasta el último –nunca he visto pitar a ningún piloto, porque todos sabemos que se juegan la vida-. Todavía recuerdo el silencia y la tristeza de Cheste en el gran premio tras la muerte de Simoncelli. Eso ya nunca volverá a producirse. Dorna ha convertido la rivalidad en un enfrentamiento incluso entre países; hemos pasado de pilotos a gladiadores en busca del beneficio económico. Ha convertido los circuitos en Circos Romanos.
El año que viene Dorna debería dar a los pilotos una lanza y un escudo. Así podrían derribarse durante la carrera al más puro estilo Ben-Hur. Y que el público, ese que verá las motos desde su móvil aunque esté en el circuito, decida, como hacían los romanos, la vida o la muerte de los pilotos con un movimiento del pulgar.

No me esperen más en el mundial de motociclismo. Me paso a las Superbikes y el campeonato de motos eléctricas. Con mi dinero no se patea impunemente.
© José L. Calvo, 2015

lunes, 26 de octubre de 2015

Pedro Sánchez y la prostitución

Entramos en precampaña electoral y todos los partidos políticos comienzan a lanzar sus propuestas electorales. No entraré a discutir los programas económicos –tiempo habrá de analizar las cartas a los Reyes Magos- pero me gustaría hablar de una de las ya hechas firme por el candidato de la pseudo-izquierda Pedro Sánchez: la eliminación de burdeles y locales de alterne.
La prostitución es un tema muy delicado, que pone las emociones a flor de piel. En ello influyen varios factores: en primer lugar porque existe una identificación entre prostitución/trata de blancas/explotación de las mujeres. Y si bien es cierto que una parte muy importante del mercado está dominado por el lado ilegal, también es cierto que esto no siempre ha sido así: las prostitutas en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, tienen un papel fundamental; formaban parte de la intendencia de los ejércitos; han regido países como Madame Pompadour y fueron las responsables de la iniciación sexual de generaciones. De hecho la prostitución fue una profesión respetable hasta la segunda mitad del siglo XX –existen todavía casas Madrid cuya estructura refleja que eran casas de lenocinio, las habitaciones para la prostitución delante, las viviendas de las prostitutas detrás-; en segundo lugar hay una máxima no escrita por la que el sexo no es comercializable. Nunca he entendido por qué el que una mujer o un hombre aproveche sus capacidades sexuales para obtener ingresos está mal visto, pero que baje a más de cuatro kilómetros a extraer carbón nos parece correcto –no digamos si es negro y lo que extrae es el coltán de nuestros móviles, tabletas u ordenadores-. Pero lo que es obvio es que hay un mercado de personas que compran y venden sexo. Y ese mercado genera grandes ingresos: según el INE 3.672 millones al año; para El Economista 18.000 millones en 2007 dando empleo a más de 400.000 personas. Y como economistas tenemos la obligación de analizarlo con un enfoque económico que diría G. Becker.
Aunque el Sr. Sánchez lo desconozca, la cuestión de la prostitución ha sido analizada en múltiples estudios económicos. Por poner solo dos ejemplos le recomiendo las referencias de S. Levitt y S. Dubner Freakonomics y Superfreakonomics. El análisis es sencillo: cualquier mercado tiene dos lados: la oferta y la demanda. Por el lado de la oferta, siguiendo los planteamientos de G. Akerlof y R. Shiller –dos premios Nobel- en Phising for phools, siempre que hay una debilidad humana hay un mercado para ella, por lo que la oferta de prostitución es ilimitada y existirá siempre que haya algún demandante –legal o ilegal es la diferencia-. En consecuencia, la única posibilidad es actuar por el lado de la oferta, por lo que si se quiere erradicar la prostitución hay que actuar contundentemente contra sus clientes. Una propuesta radical sería la de cortar los genitales a alguno de ellos –no es mía, es de Levitt y Dubner creo-, lo que reduciría drásticamente la demanda.
Veamos qué sucede en el lado de la oferta. Aquí nuevamente se pueden distinguir dos mercados: un mercado ilegal, regido por proxenetas en el que se produce una explotación no deseada de la mujer/hombre. Aquí no hay discusión: ya que en él tanto los proxenetas como sus clientes están cometiendo un delito contra la libertad sexual, debe caer sobre ellos todo el peso de la ley –y cuanto más dura sea esa ley mejor-. Y luego hay un mercado legal en el que personas ofrecen voluntariamente sus servicios sexuales a cambio de una remuneración. Nadie les obliga, nadie les explota, aprovechan su cualificación en esa actividad –ya sea su belleza, sus conocimientos técnicos o su disponibilidad- y ofrecen un producto para el que existe una demanda desde que existe la humanidad. En ese mercado lo único que hay que garantizar es un funcionamiento correcto, que tengan su Seguridad Social, cumplan unos requisitos de salubridad e higiene y todos paguen sus impuestos. Y es ahí donde los clubs de alterne y los burdeles juegan un papel fundamental: al ser empresas deben pagar sus correspondientes impuestos; deben establecer una relación contractual con sus trabajadoras -que a su vez deben también cotizar a la Seguridad Social y pagar el IRPF- y deben mantener unos estándares de calidad e higiene como ocurre con restaurantes, bares, salones de masajes, fisioterapeutas o clínicas sanitarias. Eso es lo exigible en el mercado legal de la prostitución.
Así que con su propuesta “progresista” el Sr. Sánchez quiere eliminar el mercado legal y trasladar la prostitución al mercado ilegal.  El Neopuritanismo que propone introducir el PSOE quiere reimplantar la Ley Seca.
Lo realmente progresista es utilizar el sentido común. Por muchas leyes que impongan el mercado de la prostitución no va a desaparecer, sólo se sumergirá más y empeorarán las condiciones de sus trabajadoras/es. Ya puestos, el Sr. Sánchez debería centrar sus esfuerzos en perseguir a otro tipo de personajes –algunos de su partido- que atentan contra la libertad sexual de todos los españoles: los que nos roban y nos dan por c. sin que nosotros queramos.
© José L. Calvo, 2015

lunes, 19 de octubre de 2015

El ayuntamiento de Madrid y el efecto cobra

La cabeza tiene que estar para algo más que para llevar el sombrero
José Calvo Sr.

Cuentan en su libro Think like a Freak S. Levitt y S. Dubner (2014) la historia de las cobras en la India colonial. Ante un exceso de cobras que mataban a la población, el gobierno británico decidió lanzar una política consistente en pagar por cada piel de esa serpiente que les entregasen. En un caso de incentivos de manual de economía los hindúes se dedicaron a criar cobras en sus domicilios para luego vender al gobierno sus pieles. Ante la avalancha de éstas el gobierno suspendió el pago; los hindúes ya no encontraban ningún incentivo para criarlas y las soltaron, provocando que al final hubiese más cobras que al principio de la política creada para eliminarlas.
Un ejemplo similar sucedió con el tráfico en Ciudad de México. Ante la gravísima contaminación el ayuntamiento decidió obligar a que los coches circulasen en días alternos: unos días los vehículos con matrícula par; otros los de matrícula impar. Como resultado los mexicanos compraron dos coches con ambas matrículas. Pero, lógicamente, el segundo coche era mucho peor –solo se utilizaba en la Ciudad el día que “no se podía sacar el bueno”-, mucho más contaminante. Nuevamente el resultado fue un incremento de los atascos, mayores problemas de aparcamiento y, por supuesto, mayor contaminación.
 Los ediles del ayuntamiento de Madrid ni se han leído el libro de Levitt y Dubner ni conocen la más mínima teoría de los incentivos. Su intención de restringir el tráfico en Madrid incluido el de las motos los días de alta contaminación tiene buen fondo pero carece de una elaboración que tenga en cuenta otros aspectos relevantes: en primer lugar, aunque las motos contaminaran lo mismo que los coches ocupan mucho menos espacio y generan un tráfico mucho más fluido, lo que se traduce en menores atascos y menor contaminación; en segundo lugar porque la restricción es muy probable que provoque el mismo efecto que en Ciudad de México e incentive la compra de vehículos de segunda mano de peor calidad y más contaminantes; en tercer lugar esos nuevos vehículos provocarán mayores problemas de aparcamiento, lo que se traducirá, nuevamente, en mayores atascos y mayor contaminación; y por último, pero no de menor importancia, les pone a los pies de los caballos populares.  Como decía la Sra. Aguirre: “Cuando tengan que prohibir la circulación de coches y motos, veremos cómo consiguen meterlos a todos en el transporte público”. Para hacerlo tienen que negociar con el Consorcio Regional de Transportes en manos del PP. Y nuevamente el ayuntamiento demuestra su bisoñez y desconoce lo que son los incentivos –también en política-: si yo fuera un directivo del PP del Consorcio les prometería lo que quisieran -mayor frecuencia, gratuidad, etc.-; y el primer día de restricción ¡oh qué casualidad! se me pincharían la mitad de los metros y trenes de cercanías y  los autobuses tendrían problemas de combustible. Un atasco que dejaría pequeño al que vivimos el 5 de octubre.  
En las funciones matemáticas la segunda derivada es clave para saber si subes o bajas.

© José L. Calvo, 2015

lunes, 12 de octubre de 2015

Universidad. Enseñanza y desconocimiento de la socialización organizacional



Me encanta dirigir tesis. Esto es algo que como no cuenta para los sexenios solo hacemos los cuatro locos que seguimos pensando en la universidad como una vocación, como un servicio para la mejora de la ciencia. Aporto lo poco o mucho que sé pero sobre todo sentido común. Y aprendo mucho, muchísimo.
En la actualidad dirijo varias. Una de ellas, en colaboración con una profesora de Psicología, se adentra en un mundo que siempre había querido estudiar: la socialización organizacional, que dicho desde una perspectiva económica es cómo se organizan los factores productivos de las empresas y muy especialmente el trabajo. O dicho de otra forma, cómo se interrelacionan los directivos y los trabajadores para conseguir que la empresa funcione mejor, que sea más productiva. Nada que ver, por cierto, con la función de producción de la Teoría Económica.
Según la socialización organizacional hay dos tipos de factores que explican la satisfacción laboral: los higiénicos y los motivadores. Los higiénicos hablan de las condiciones físicas de trabajo y, lógicamente, es preciso que alcancen un nivel suficiente no solo para evitar la insatisfacción sino también para generar cierta satisfacción.  Por su parte los motivadores incluyen el logro personal, el reconocimiento, la responsabilidad, la mejora de la carrera profesional…  Son los verdaderos causantes de la satisfacción.
A los factores motivadores hay que añadir otras variables como la remuneración, la actividad realizada, las relaciones humanas, la seguridad, las condiciones ambientales, etc. En definitiva, la satisfacción surge cuando el trabajo que realmente hacemos cumple con las expectativas que como trabajadores nos habíamos generado. La satisfacción laboral mejora la eficiencia de los trabajadores y su productividad.
Hasta aquí la teoría que explicamos en la Facultad de Empresariales, en la de Psicología o en  Sociología. Pero ¿tiene esto algo que ver con lo que practican nuestros directivos –vicerrectores y asociados- que, recordemos, son profesores universitarios, algunos de ellos de esta materia? La respuesta es claramente no.
Es sorprendente cómo cuando un profesor universitario alcanza un cargo digital –por designación a dedo quiero decir- se olvida de todo lo que enseña y se convierte en un “directivo”. Su misión a partir de ese momento es “meter en cintura a los trabajadores/profesores”, hacerlos más productivos en aras de un interés que, obviamente, no hay que explicar. Sus antiguos compañeros –que volverán a serlo acabado su plazo de “cargo”, y siempre se acaba- carecen de opinión. Ellos saben perfectamente lo que es bueno para nosotros y para la institución.
Dicho en términos de la socialización organizacional, cumplen con los factores higiénicos –sin pasarse- y actúan contra los motivadores. Se olvidan de lo que enseñan, y es que para que una organización funcione bien debe haber un compromiso afectivo/emocional de los trabajadores/profesores con su empresa/universidad. Facilitan así el modelo del “desinterés por la organización” que establece que las personas se distancian de ella mostrando un patrón de conducta negativo: aumentar el absentismo, disminuir el esfuerzo, perder tiempo…
Ya lo decía mi padre, una cosa es predicar y otra dar trigo.
© José L. Calvo, 2015
P.D.: dedicado a los cargos de investigación que nunca han dirigido una tesis y a los “directivos” UNED que gestionan en contra de lo que enseñan. Ellos saben quienes son.