miércoles, 30 de marzo de 2016

100 días sin noticias de la Nueva Economía

Se cumplen 100 días de las elecciones generales y seguimos como el día siguiente en el que se publicaron los resultados. Los partidos políticos, de la vieja y nueva casta, han sido incapaces de llegar a un acuerdo en el que sacrificando parte de sus objetivos particulares consiguieran un beneficio para todos los ciudadanos. Su posición es fiel reflejo de los recogido por R. Frank en su  libro The Darwin Economy en el que afirma que la economía le debe más a Darwin que a Adam Smith se basa en la idea de que existe una divergencia entre los intereses particulares y los colectivos y la imposición de los primeros es perjudicial para el conjunto de la especie/sociedad. Es el caso de los llamativos colores de los pavos reales o el peso de las morsas macho, pero también de la tragedia de los comunes, la carrera armamentística entre países e incluso los tacones en la vestimenta femenina.
Durante estos 100 días hemos escuchado propuestas económicas de todo tipo, la mayoría de las cuales pueden calificarse como mínimo de sui generis o populistas. Pero ninguna de ellas ha aportado nada nuevo y desde luego, ninguna está basada en la nueva concepción de la economía como una ciencia evolutiva –Evonomics- que tiene como misión actualizar su enfoque corrigiendo e incluso abandonando los postulados neoclásicos que la han dominado durante el último siglo.
Por ejemplo, nuestra izquierda podría consultar el artículo de N. Hanauer y E. Beinhocker para aportar alguna propuesta novedosa y valiente. Para estos autores que afirman que necesitamos urgentemente una nueva visión de la economía en el siglo XXI, la medida del bienestar de una sociedad no puede ser su PIB y cuánto crece este sino la capacidad de una sociedad para dar solución a las necesidades de sus ciudadanos. Definen así la prosperidad como la acumulación de soluciones a los problemas humanos y establecen la diferencia entre lo que es una actividad económica vacía, incluso dañina y una útil. “Es obvio que un ingeniero que gana $100.000 al año y crea una tecnología que permite que aquellos que se ven envueltos en graves accidentes de tráfico puedan salir ilesos está creando prosperidad. Es mucho más difícil de afirmar lo mismo en el caso de un gestor de un hedge-fund que gana $500 millones al año con transacciones de alta frecuencia empleando información privilegiada para aprovecharse de inversores normales. Y si eso hace a la economía global más frágil, entonces esta actividad es incluso más dañina”.
Esto nos devuelve a R. Frank, que postula que un cambio eficiente –desde el punto de vista social pero también económico- del sistema impositivo sería trasladar impuestos desde las actividades útiles hacia las dañinas, sustituyendo, además, muchas de las regulaciones –de las que en España tenemos de sobra- por los impuestos.
Sugiero a nuestros políticos y economistas de la autodenominada izquierda que consulten a estos autores. Aunque solo sea porque su gran lucha, su debate es contra los libertarians, los defensores a ultranza del mercado y la no regulación. Menos postureo y más consulta de la bibliografía relevante, que para eso muchos de ellos proceden de la universidad.

© José L. Calvo, 2016