Aunque para
muchos estudiantes las Matemáticas son, junto a la Lengua, el enemigo número
uno, yo reconozco que disfruto con ellas. Para mí son una forma de razonamiento
que no solo entiendo, sino que empleo habitualmente. Lógica en estado puro.
Las matemáticas
son la base de la Teoría Económica. Todo lo expresamos a través de ecuaciones:
la función de utilidad, la de producción, las productividades, los costes, el
funcionamiento de los mercados… Saber cuál es no solo la primera derivada, el
efecto directo, sino la segunda, el efecto indirecto, nos permite saber si la
función es creciente o decreciente, si estamos ante un máximo o un mínimo. Y
esto es fundamental para extraer proposiciones de política económica a aplicar
en el mundo real.
Por ello, no
deja de sorprenderme cómo nuestros políticos hacen propuestas que si bien
tienen un efecto directo positivo -la primera derivada-, no suelen tener en
cuenta el efecto indirecto -la segunda derivada-. Tres casos concretos para
mostrar lo que comento.
1 Las
pensiones. Nuestros pensionistas están reclamando unos ingresos que les
permitan una vida digna, con
pensiones mínimas de 1.080€. Hasta aquí el efecto directo es obvio y
positivo: ¿quién no quiere que nuestros mayores tengan una vida de calidad?
Pero veamos la segunda derivada:
¿cómo se van a financiar? ¿quién las va a pagar? Dejémonos de demagogia barata
y no hablemos de subidas de impuestos a los ricos -que nunca permitirán obtener
los suficientes ingresos- y vayamos a la realidad: las únicas formas de hacerlas
frente son: más impuestos a los que realmente los pagan, es decir, la clase
media; incremento
de la Deuda Pública, lo que supone “trasladar” el pago de las actuales
pensiones al futuro, es decir, que las paguen sus “hijos y nietos”, o
incremento del Déficit Público, que es más de lo mismo, gastando hoy para que
los jóvenes tengan que pagar mañana. Conclusión: primera derivada positiva;
segunda negativa.
2 Proteger a
los manteros. Proteger a las personas que están en situación socioeconómica
difícil es no solo positivo sino obligatorio. Entre ellos se encuentran los
manteros. Por lo tanto, puede parecer que las políticas de ayuntamientos como Madrid
o Barcelona “mirando
hacia otro lado” con los manteros son una opción socialmente aceptable.
Pero veamos la segunda derivada:
sus ventas reducen las de los comerciantes legales, aquellos que pagan sus
impuestos. En consecuencia, lo que ellos ingresan lo dejan de ganar las marcas
a las que falsifican y las tiendas que venden los productos autorizados, lo que
provoca una caída de ingresos, de impuestos y de puestos de trabajo legales. A
ello hay que añadir algo que a nuestros buenistas de izquierdas parece
escapárseles: lo que venden los manteros son productos fabricados en ¿China, Bangladesh,
la India…? ¿no hay explotación infantil en las fábricas de las copias? ¿no se
degrada el medio ambiente fabricando camisetas falsas del Madrid o el
Barcelona, o bolsos de Loewe…? ¿Por qué los productos oficiales tienen que
reunir unos cánones de calidad y responsabilidad social y los que venden los manteros
no?
3 El cierre del centro de Madrid al tráfico.
Soy un defensor de que el centro de las ciudades sea peatonal. Hace ya muchos
años que renuncié a moverme por el centro de Madrid en coche, porque considero
que hay un transporte público excelente y soy un gran andarín. Por ello me
parece que la primera derivada de la propuesta hecha por la alcadesa Carmena es
positiva. Pero hay una segunda derivada a tener en cuenta: ¿quién posee los
coches más antiguos, los que no van a poder acceder al Centro? Aquellos que no
pueden comprarse uno nuevo, que deben mantener su coche años y años porque no pueden
pagar uno “ecológico”: básicamente los jóvenes y los pobres. Así, y ahora viene
la segunda derivada, el Centro de Madrid quedará para que puedan circular libremente
aquellos que pueden pagárselo: Ecopijos,
que se moverán y los aparcarán con plena libertad sus BMWs
o Mercedes ecológicos de “tan solo” 160.200€ (BMW i8 Roadster). Preciosa
política de izquierdas.
Y es que, señores y señoras “buenistas”, las acciones, al igual que las
funciones, suelen tener una segunda e incluso tercera derivada. Tenerlas en
cuenta es esencial.
© José L. Calvo, 2018