martes, 28 de junio de 2016

La Iglesia de Pablo

Hubo una ministra del PP que en sus años jóvenes militaba en un partido de extrema izquierda a la que le preguntaron cómo era posible que se hubiese producido un cambio tan radical en su posición ideológica. La respuesta, sin inmutarse, fue: “yo no me he movido; lo que se ha movido es el país”.
Me acordaba de esta anécdota ayer cuando Pablo Iglesias salió a explicar el fracaso de Unidos Podemos, que no había conseguido adelantar ni en votos ni en escaños al PSOE y que ha perdido más de 1 millón de votos en 6 meses: ni la más mínima autocrítica, ni el menor gesto indicando que a lo mejor la estrategia no había sido la correcta. El error era de los votantes que no habían entendido su mensaje, del voto útil, de la señora de la limpieza… En ningún caso suyo o de su partido.
Como era noche electoral me dediqué a hacer zapping y creo que en Antena 3 encontré otro ejemplo de lo que voy a exponer a continuación: el senador de Podemos, Ramón Espinar, seguía en su línea habitual de intransigencia -reconozco no tenerle ningún aprecio y que su twitt sobre el Atleti ha sido uno de los muchos motivos para no votarles; el hecho de que yo sea un pitufo gruñón es otro-. Con gesto torvo, un tono más alto del que se emplea en los diálogos y un discurso absolutamente dogmático me recordó a los curas, me pareció un pequeño Torquemada.
Podemos cada día me recuerda más a la iglesia católica; es la nueva iglesia de Pablo. Las afirmaciones de su máximo dirigente son axiomas de fe, verdades absolutas como las del Papa; el culto a la personalidad está también muy presente; los paganos están equivocados y deben convertirse a la nueva fe, lo quieran o no. Si no lo hacemos los castigos del infierno capitalista-europeo caerán sobre nosotros ya que la única redención está en la iglesia de Pablo, en cuyo cielo todos tendremos una renta básica, una vivienda y un empleo dignos asegurados, y no pagaremos la luz -supongo que ya tendrán pensado cómo hacer lo de los panes y los peces porque las cuentas siguen sin cuadrar salvo con un milagro-.
Una de las principales críticas que he escuchado del máximo dirigente de Unidos Podemos, a la que me adhiero, es que no habla, no pronuncia discursos, da sermones. Es como esos curas, que no me quedó más remedio que soportar en mi niñez, que desde su púlpito lanzaban mensajes apocalípticos, que nos trataron de inculcar que fuera de su fe sólo existía el dolor, el caos y el infierno. Menos mal que soy ateo.
© José L. Calvo, 2016

martes, 21 de junio de 2016

El final de una época

Cada cierto tiempo pasa por mi calle el afilador con su sonido característico y me retrotrae a mi niñez, a esa época en la que los cuchillos y las tijeras se afilaban.  Lo mismo me sucede cuando veo a mi tío tan mayor y le recuerdo los jueves en la plaza del ganado hablando y tomando vinos con los tratantes para luego llevar las vacas al herrero. Son profesiones que los cambios técnicos y económicos han hecho desaparecer sin que prácticamente nos diésemos cuenta de que ya no estaban ahí.
En los últimos cincuenta años se ha producido una auténtica revolución tecnológica de tanto calado como fue la Revolución Industrial. Aunque nos pueda parecer mentira el primer mensaje por internet se mandó el 29 de octubre de 1969; la primera llamada desde un móvil fue en 1973; el Apple I se presentó en 1976; Facebook comenzó a funcionar en 2004, etc. Todo ello supone que algunos de nosotros hemos conocido la España analógica y vivimos en la España digital.
Pero no todos se han percatado del giro radical que ha dado la tecnología y por extensión la economía y la sociedad española. Los dos grandes partidos políticos, por ejemplo, están pagando en las urnas no haber evolucionado nada en los casi cuarenta años de democracia. Tanto su estrategia como su discurso o su look siguen siendo los mismos que cuando se presentaron por primera vez: poco diferencia a Rajoy de Fraga o Aznar o a Ken-Sánchez de González o Zapatero, salvo la inteligencia, aunque en algún caso no sabría para qué lado decantarme. Y esto no solo ha pasado en España: en EE.UU. se enfrentan por la presidencia un payaso que sabe que el mundo ha cambiado sustancialmente, tanto como su discurso, contra una aristócrata de la vieja política que cree que todo es como cuando gobernó su fiel marido. Mucho me temo que va a ganar el payaso.
Los sindicatos son otro ejemplo de política analógica en un mundo digital. Siguen pensando y diseñando su estrategia basándose en el modelo de la clase obrera fabril del siglo pasado. El Fordismo. Pero eso nada tiene que ver con el modelo productivo actual, basado en empresas de mucho menor tamaño y, sobre todo, en trabajadores independientes muchos de los cuales trabajan incluso desde su domicilio sin contacto con sus compañeros.
Podemos sí ha entendido el cambio: primero con la utilización, por primera vez en la historia de España, de las redes sociales en las elecciones europeas; después siendo capaz de canalizar el descontento de una sociedad que se ha visto transformada muy a su pesar, como ocurrió con el ludismo. Su mensaje cala en una sociedad en la que los jóvenes tienen un futuro que nada tiene que ver con el de sus padres o el que les prometieron; con una tasa de paro muy elevada no solo producto de la crisis financiera de 2007 sino también del desajuste entre un modelo salarial analógico en un mundo digital. Por eso, porque ellos están proyectados hacia el futuro frente a unos partidos que miran hacia el pasado creo que Podemos tiene muchas posibilidades de estar en el próximo gobierno de España -otra cosa es su capacidad de actuación-.
El último ejemplo de ese desajuste analógico/digital lo he visto esta misma mañana a las puertas de la Universidad: el PAS (personal de administración y servicios) protestando enfurecidos porque están viendo recortados sus privilegios, lanzando a los alumnos contra el profesorado en un vano intento de encontrar un culpable del paso del tiempo y de la obligatoria adaptación de la UNED al nuevo mundo tecnológico: lo que antes hacían 20 administrativos hoy se resuelve con 2 y un programa informático. Son redundantes les guste o no. Más aún en una universidad cuyo ratio profesor/administrativo es de 1/1 frente a ratios de 7/1 e incluso de 9/1 de otras universidades españolas y que debe hacer ajustes económicos importantes. Me recordaban los sucesos de Alcoy de 1821. (la lucha de clases entre gestores y profesores que se está produciendo en todas las universidades  la dejo para otro post. Pero solo señalar que hay gestores con sueldo de director general y productividades de 25.000€/anuales en convenio frente a profesores doctores con sueldos de 600€/mes).
Los españoles deberíamos ser conscientes de esta revolución tecnológica no solo para estar colgados de nuestro móvil sino para apreciar sus consecuencias en nuestros empleos. Porque la sociedad y las relaciones económico-laborales han cambiado y no van a volver al pasado. Y cuanto antes seamos conscientes de ello mejor, por si acaso.
© José L. Calvo, 2016

lunes, 13 de junio de 2016

Una discusión de Estructura Económica o cómo no decir nada en hora y media con bonitas palabras

Como prácticamente todo en la vida, los economistas podemos dividirnos en dos grandes grupos: por un lado estamos los procedentes de la Teoría Económica; por otro los de Estructura Económica. Las diferencias son muy sustanciales: mientras que la Teoría Económica domina los datos, la Estructura Económica se centra en el discurso. Los teóricos somos bastante abstrusos, a veces incluso confusos, distantes de la realidad, pero tenemos un elemento insoslayable: soportamos nuestras ideas en los datos. No se admite ni si dice nada que no contenga datos contrastables detrás; en el extremo prácticamente opuesto están los estructuralistas. Dominan el lenguaje, utilizan grandes frases, grandes discursos: contenido escaso, relación con los datos prácticamente nula, pero alegato muy elegante.
Lo visto en el debate a 4 de ayer se enmarca en la línea de la Estructura Económica. Grandes discursos en defensa de un nuevo modelo productivo –yo trataría de al menos mejorar el existente porque no sé por qué todos tenemos que producir coches cuando podemos aprovechar nuestras características para centrarnos en lo que poseemos: turismo bien planificado y energías alternativas especialmente la solar y las de las mareas-; una defensa cerrada en el incremento de los gastos en I+D+i –de la innovación no habló nadie-; todos de acuerdo en que hay que proteger a los desempleados, luchar contra el fraude fiscal, contra la corrupción… Pero ni un solo dato concreto, real, factible de cómo financiar todas estas propuestas. Ni un número con el que poder diseñar una propuesta viable –los números sólo como arma arrojadiza-.
Y es que lo importante no son los grandes principios sino cómo llevarlos a cabo.  (Ya lo decía De Guindos, una cosa es predicar y otra dar trigo). Yo también puedo crear un partido político y prometer a los españoles un empleo digno, una casa con aire acondicionado y un coche. Por prometer que no quede, pero ¿de dónde salen esos recursos? ¿cómo se financian una sanidad y una educación que –nuevamente debo aclararlo- no son gratuitas ya que los médicos, los sanitarios, los profesores y los bedeles tenemos un sueldo que hay que pagar? ¿Qué medidas concretas se van a aplicar para incrementar los ingresos públicos y reducir los gastos? Porque llevamos 8 años perdidos de reforma de la Administración pública y seguimos teniendo el triple de ayuntamientos que Alemania, unas Diputaciones que solo sirven para colocar afiliados y familia, más de medio millón de personas que cobran del erario público sin ser funcionarios y ejerciendo la función de político… No se trata de recortes, sino de racionalización. Esa es la gran reforma que está por hacer. Pero ¿quién la va a hacer? ¿quién además de Ciudadanos ha propuesto que se haga? Desde luego no creo que ni los comunistas ni los bolivarianos ni los socialdemócratas ni los transversales se atrevan, dada su tradición de generar burocracia.
Lo que yo esperaba del debate como profesional y como contribuyente eran datos, cuantificación de ingresos y gastos, propuestas concretas de cómo se van a financiar la educación, las pensiones o la sanidad, de cómo enfrentar el déficit público. Una discusión de Teoría Económica. Pero lo que vi fueron bonitos discursos sin contenido, juegos florales, una discusión de Estructura Económica. Fue lo más parecido a un concurso de mises. Solo les faltó pedir la paz en el mundo.

©José L. Calvo, 2016