viernes, 31 de agosto de 2012

Corriendo como pollos sin cabeza

Acabo de comprarme el libro de Daniel Kahneman “pensar rápido, pensar despacio” en el que el premio Nobel de Economía de 2002 –primer psicólogo en obtenerlo- mantiene que en un buen número de ocasiones cuando tomamos decisiones en situaciones de incertidumbre nos equivocamos. Dicho en términos económicos: cuando hay incertidumbre no actuamos con racionalidad.
El libro de Kahneman debería ser consultado por el ministro Montoro y su equipo ante las nuevas medidas propuestas, y en especial la subida del IVA. Y ello porque mucho me temo que los objetivos recaudatorios que se han propuesto no van a producirse. La irracionalidad se va a llevar por delante su política. Algunas razones: el ya comentado en otros post efecto inmersión, por el que se van a dejar de declarar todas aquellas actividades que se puedan. El ya famoso con IVA o sin IVA; la destrucción de la industria cultural, ya que con IVAs del 21% es poco probable que la gente compre libros, acuda al cine o a espectáculos… Si ya éramos “un país de piratas” y antes de la subida del IVA comprábamos CDs en la calle aunque tuviéramos que soportar las toses del vecino de butaca ¿se imaginan ahora? Por no citar la de e-books que van a circular por la Red; y finalmente, lo que denomino el efecto demostración. El gobierno está demostrando por qué se afirma que el PP es de derechas: aplica la máxima robar a los pobres para dárselo a los ricos. Y si no ¿cómo se explica que suban los impuestos que recaen sobre la clase baja y media y se olviden de, por ejemplo, un impuesto sobre los bienes de lujo del 33% que ya estuvo vigente con Adolfo Suárez o el impuesto sobre las grandes fortunas?
Por cierto, que este último también demuestra la esquizofrenia del PSOE que reclama en la oposición lo que se negó a introducir en el gobierno: lo pide nueve meses después de que su presidente negase su operatividad por poco recaudatorio y para evitar la huída de capitales (gran visión Sr. Zapatero, ya que de enero a junio se han ido del país más de 200.000 millones de euros y eso sin impuesto).
En fin, que nuestros grandes economistas del gobierno y la oposición hacen propuestas sin sentido, incoherentes y poco apropiadas, basándose en una racionalidad más que dudosa. Como se decía en mi pueblo: corren como pollos sin cabeza.

© José L. Calvo

lunes, 13 de agosto de 2012

Hombres de negro, os recibimos con alegría

La vuelta de vacaciones nos va a traer en septiembre el regalo de la intervención por la Unión Europea: la situación es insostenible y España no puede financiarse en los mercados financieros internacionales, por lo que la única opción que nos queda es acudir a los recursos europeos. No obstante, todavía asistiremos a una “danza” entre el BCE, el FMI y la UE exigiéndole al gobierno que pida el rescate, y la negación de éste hasta que no lo quede más remedio. ¿Por qué la exigencia y la negativa? Veámoslo detenidamente.
Ni el BCE ni el FMI ni la UE se fían del gobierno español, como tampoco se fiaron en su momento del gobierno Zapatero. Ojo, se fían de España pero no del gobierno. Son ya demasiadas las veces en que los sucesivos ejecutivos españoles han prometido reformas que luego no se han atrevido a poner en marcha. Por ello la posición de la UE es clara: os damos el dinero pero nosotros dirigimos la política económica y llevamos a cabo las reformas y liberalizaciones necesarias. Porque si analizamos detalladamente el último informe del BCE –y no se hace como El País cargando solo sobre la reforma laboral- se señalan dos exigencias fundamentales para “poner el dinero”: la necesidad de la reforma de las administraciones públicas y la introducción de competencia en sectores donde su falta provoca márgenes de beneficio injustificables. 
Nueva matización: no sobran funcionarios y empleados públicos, lo que sobran son cargos públicos, asesores, correligionarios políticos, familiares y amigos. En definitiva, sobra clientelismo, ya que tanto el PP como el PSOE han convertido a los ayuntamientos, diputaciones, comunidades o el gobierno central en oficinas de colocación de su gente. Y eso es lo que la UE quiere reformar y a lo que, obviamente, se oponen los dos grandes partidos.
El segundo punto que ha destacado el informe del BCE es la necesidad de mejorar la competitividad a través de la introducción de competencia en sectores como los servicios o el energético. Este último es un caso de manual, ya que un duopolio –Unión Fenosa y Endesa- se distribuyen el mercado, imponiendo sus precios y sus políticas a los consumidores a través de sus presiones al gobierno -¿o no les parece “indicativo” que los presidentes Aznar y González sean consejeros de ambas empresas?-. El BCE quiere que incluso se permita la entrada de empresas no españolas. Naturalmente, a esto se opone la oligarquía político-financiera, en la que participan tanto el PP como el PSOE.
Ante la actuación del gobierno y la oposición, ante su defensa de sus intereses particulares sobre los nacionales, bienvenida sea la intervención de la UE. Y no sería nada bueno que, al igual que hicimos hace ahora 200 años (en 1812), volviésemos a apelar a un añejo orgullo patrio y defendiésemos como entonces los intereses de unos pocos por encima de la modernización de España. En mi caso, me sumo al cántico que entonaba en Bienvenido Míster Marshall el pueblo regido por Pepe Isbert: hombres de negro, os recibimos con alegría, hombres de negro, viva tu madre viva tu tía…

© José L. Calvo

domingo, 5 de agosto de 2012

Noventa años después de 1923

El año que viene se cumplen noventa años de uno de los peores períodos de la historia de Europa y en concreto de la alemana: en 1923 las reparaciones de guerra impuestas en el Tratado de Versalles por los países vencedores de la Primera Guerra Mundial, con Francia a la cabeza, llevaron a la economía alemana a una época conocida como la hiperinflación alemana, con precios desbocados (el IPC pasó de 1 en julio de 1914 a 726.000.000.000 en noviembre de 1923) que provocaron la ruina de los pequeños ahorradores, elevadas tasas de desempleo, el empobrecimiento de la población y el descrédito de la República de Weimar (¿les suena?). El resultado final, tras diez años de inestabilidad, fue la llegada al poder del partido nacionalsocialista (Nazis) y la consecuente historia que todos conocemos.
Noventa años después parece que nada ha cambiado, salvo los protagonistas. Ahora la venganza no procede de Francia sino de Alemania, y los que la sufrimos somos los países mediterráneos a los que, solo para abrir boca, ya se nos denomina despectivamente PIGS. Los alemanes, siguiendo su criterio de confiar es bueno, controlar es mejor han decidido imponernos las medidas que consideran necesarias para convertirnos en rectos ciudadanos de la EU. Para los germánicos la economía es lo único importante, y el coste social y humano causado a los demás es irrelevante.
Esperemos que las autoridades alemanas –y europeas- recapaciten y sean conscientes de lo que hay en juego, evitando que su soberbia les lleve a cometer un gravísimo error por tercera vez en menos de un siglo. No es una moneda, ni siquiera un proyecto común para Europa lo que está en peligro. Es, a mi juicio, el futuro pacífico y democrático de la humanidad.  Como dice el general Sun Tzu, siempre hay que dejarle una salida el adversario, ya que no hay peor enemigo que el que no tiene nada que perder.  La cuenta atrás ya ha comenzado.

© José L. Calvo