domingo, 5 de agosto de 2012

Noventa años después de 1923

El año que viene se cumplen noventa años de uno de los peores períodos de la historia de Europa y en concreto de la alemana: en 1923 las reparaciones de guerra impuestas en el Tratado de Versalles por los países vencedores de la Primera Guerra Mundial, con Francia a la cabeza, llevaron a la economía alemana a una época conocida como la hiperinflación alemana, con precios desbocados (el IPC pasó de 1 en julio de 1914 a 726.000.000.000 en noviembre de 1923) que provocaron la ruina de los pequeños ahorradores, elevadas tasas de desempleo, el empobrecimiento de la población y el descrédito de la República de Weimar (¿les suena?). El resultado final, tras diez años de inestabilidad, fue la llegada al poder del partido nacionalsocialista (Nazis) y la consecuente historia que todos conocemos.
Noventa años después parece que nada ha cambiado, salvo los protagonistas. Ahora la venganza no procede de Francia sino de Alemania, y los que la sufrimos somos los países mediterráneos a los que, solo para abrir boca, ya se nos denomina despectivamente PIGS. Los alemanes, siguiendo su criterio de confiar es bueno, controlar es mejor han decidido imponernos las medidas que consideran necesarias para convertirnos en rectos ciudadanos de la EU. Para los germánicos la economía es lo único importante, y el coste social y humano causado a los demás es irrelevante.
Esperemos que las autoridades alemanas –y europeas- recapaciten y sean conscientes de lo que hay en juego, evitando que su soberbia les lleve a cometer un gravísimo error por tercera vez en menos de un siglo. No es una moneda, ni siquiera un proyecto común para Europa lo que está en peligro. Es, a mi juicio, el futuro pacífico y democrático de la humanidad.  Como dice el general Sun Tzu, siempre hay que dejarle una salida el adversario, ya que no hay peor enemigo que el que no tiene nada que perder.  La cuenta atrás ya ha comenzado.

© José L. Calvo

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