martes, 22 de diciembre de 2015

20D. El sueño de Milton Friedman

Desde la más pura ortodoxia económica lo mejor que puede suceder en un mercado es la competencia perfecta. Para aquellos que no recuerden sus características, la más importante es que hay un gran número de empresas que no pueden influir en el precio ya que ninguna tiene una demanda propia. Eso permite que compitan entre ellas para ofrecer la mayor/mejor cantidad/calidad del producto al menor precio. Todo esto redunda en beneficio de los consumidores, que incrementan su bienestar en relación a otro tipo de mercados como el monopolio o el oligopolio.
Esta es la doctrina que defienden los ultraliberales, los defensores a ultranza de los mercados, los que consideran que estos se autorregulan y es innecesaria la intervención del estado. Milton Friedman fue su adalid y la Escuela de Chicago su Camelot. Y lo que en España defiende la rama más a la derecha del PP, los según ellos liberales.
Por eso sorprende tanto verles lamentarse por los resultados del 20D. Las elecciones del domingo han introducido, por primera vez en la historia de la democracia española, competencia en el mercado político. No es competencia perfecta, pero es un oligopolio a cuatro complementado con pequeñas formaciones que tendrán gran influencia. Si es lo que los teóricos de la economía más liberales han defendido siempre para el mercado laboral, financiero, etc. ¿por qué no para el político?
¿Cuál debería ser el resultado de esta nueva situación? Por lo menos dos mejoras que todo mercado desea: en primer lugar se impone la negociación. A partir de ahora se abre un nuevo camino no explorado en nuestro país, donde los partidos tendrán que hablar, dialogar y llegar a acuerdos. Ya no podrá haber una nueva ley de educación, energía, etc. cada vez que uno de los dos grandes llegue al poder. Deberá haber leyes de y para todos los españoles, de consenso, como se hizo en los inicios de nuestra democracia –esa Transición que ahora recupera Pablo Iglesias pero sin pedir perdón a los que ofendió-; en segundo lugar, y en la más pura tradición de la Teoría Económica, el poder pasa de los partidos a los votantes. Van a ser los ciudadanos los que van a imponer su criterio y no los partidos con ese voto que se ha demostrado que es altamente volátil desde la derecha a la izquierda. Se acabó hacer promesas sabiendo que luego no se van a cumplir. Cada propuesta electoral no cumplida, cualquier acción que el electorado considere inapropiada supondrá un durísimo castigo en las urnas e, incluso, la desaparición del espectro político –que se lo pregunten a UPYD o Izquierda Unida-.
Un último dato importante que se puede extraer del 20D: se ha producido un cambio generacional. La generación de la Transición, los que vivimos como jóvenes revolucionarios los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia estamos o bien jubilados o bien próximos a ella. Si eso pasa en la vida laboral, es hora de que suceda también en la política. Ha llegado la hora de dejar paso a los jóvenes, a los menores de 50, para que diseñen su propio futuro. Nosotros podemos ayudar con nuestras ideas y experiencia, debemos estar ahí para defender nuestros principios e ideología, pero el futuro no es nuestro, es de ellos. Por eso, adiós Sr Rajoy, váyase Sr. González. Bienvenidos Sra. Saénz de Santamaría, Sr. Iglesias o Sr. Rivera. Esperemos que ustedes, que ya nacieron en democracia, sean más dialogantes que sus predecesores políticos.
© José L. Calvo, 2015  


lunes, 14 de diciembre de 2015

Voto indeciso. La segmentación del mercado electoral

Hemos llegado a la última semana de campaña electoral con un porcentaje de indecisos nunca visto en la democracia española: el 41,6% de los votantes no tiene decidido aún a quién va a votar. Esto quiere decir que cualquier sondeo que se publique no sirve para nada, porque prácticamente la mitad de los españoles o no sabemos o no queremos decir cuál será nuestro voto.
Una explicación a este alto porcentaje de indecisos puede encontrarse en la segmentación del mercado electoral que los partidos políticos –vieja y nueva casta- han establecido, dejando fuera de su objetivo a un amplio grupo socioeconómico. Veámoslo con algo de detalle.
El PP apuesta por la estabilidad. Su lema electoral: España en serio es justamente un llamamiento a la parte más taciturna de la población española y se dirige a un electoral mayor,  de clase media-baja y fundamentalmente rural. Su caladero de votos son los jubilados. Por supuesto tiene entre sus votantes fieles a la clase media-alta de las ciudades, pero no son tantos como parecen –que se lo pregunten a Esperanza Aguirre-. No es una oferta atrayente para los jóvenes, que por naturaleza no deben ser “serios como Mariano”, ni para la clase media urbana con una edad inferior a los 65 años, que tiene sus orígenes en el babyboom y en la Movida –ya sea madrileña, barcelonesa o de Vigo, que también las hubo- y sabe de la seriedad del PP.
Podemos dirige sus discurso a los jóvenes urbanos menores de 45 años. No hay más que ver a sus candidatos y su cartel de campaña, en donde no aparece nadie que supere esa edad, e incluso su estética, donde un traje, una corbata o un buen corte de pelo son anatema. Si bien han intentado lanzar un guiño a la generación de la Transición, su mensaje llega tarde y suena a falso. Sus arengas –no son discursos- tratan de recordar a los de los grandes líderes de la izquierda. Están muy bien para aquellos que solo conocen al Che por las camisetas, pero su mensaje tiene de izquierda real lo justo –¡recuerdan tanto el discurso de Felipe González al que tanto critican! Mucha palabra, poco fondo-. El mundo rural para Podemos no existe –salvo para lanzar mensajes ecologistas o antitaurinos-.
Ciudadanos se dirige a la clase media urbana también menor de 45 años. Son otros que desconocen o no han sabido llegar al voto rural, ni a los jubilados, ni por supuesto a esa generación que supera los 45 años pero no ha llegado a la jubilación. Como recordarán, Riverra propuso que sus candidatos fueran personas nacidas en democracia (después de 1978). Su diferencia con Podemos es ideológica, pero el share de edad y localización es el mismo.
El PSOE vive en la desorientación. Trata de mantener lo que ha sido su caladero de votos tradicional –clase media baja urbana + medio rural del sur de España- y disputar el voto urbano a Ciudadanos y Podemos-. El problema es que ya no sirve un mensaje que se dirige a todos y a ninguno: Un futuro para la mayoría. Susana Díaz debe tener billete en el AVE para el día 21.
De IU prefiero no hablar. Abandonó el lugar de la izquierda –la calle- y se lanzó a una política de sillón pensando que nunca le iba a pasar factura. El 15 M primero y Podemos después demostraron su error. Necesita una catarsis que deberá llegar después de las elecciones.
Si se fijan en esta somera descripción, hay un colectivo al que nadie se dirige: clase media urbana, profesional, mayor de 45 años y menor de 65 ideológicamente de izquierdas. Este grupo no queremos votar ni al PP ni a Ciudadanos por motivos ideológicos; estamos hartos de votar al PSOE y ver cómo este último sacrifica su ideología por gobernar o de desperdiciar nuestro voto en IU; y desde luego no vamos a votar a Podemos que directamente nos desprecia –recordemos lo del viejo progre gruñón con la banderita roja-. Si tenemos en cuenta que el grupo de edad representa casi la cuarta parte de la población española y de ellos supongamos que el 60% somos de izquierdas –por nuestra historia más que nada; porque vivimos la Transición en directo; porque nuestra música fue y es la de la Movida, porque muchos de nosotros son más progresistas que sus hijos, etc.- estamos hablando ya de un 15% de indecisos.
Decidiremos a última hora bajo el lema que ha dominado las elecciones en España: que gobierne el menos malo.
© José L. Calvo

lunes, 7 de diciembre de 2015

Matemáticas para dummies políticos

El 20 de diciembre se acerca y cada día surgen nuevas propuestas. O viejas ideas, como la que viene repitiendo hasta la saciedad el PP desde las elecciones municipales del 24M que perdió:  debe gobernar la lista más votada, evitando así los pactos entre perdedores.
Desconozco si en el partido de la derecha no hay matemáticos –y de paso en el resto que no les rectifican esa afirmación-, son todos unos dummies o bien tratan de engañar a los españoles con algo que suena bien pero que es una absoluta estupidez. Su afirmación es lo que, en Economía del Comportamiento y en Psicología Social se denomina la falacia de la tasa base. Veamos cómo funciona con un ejemplo de reducción al absurdo.
En el pueblo de Candidatos hay 100 votantes y 49 candidaturas distintas, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. El 20D, día de las elecciones, la mitad de la población no va a votar y se abstiene. Ejercen su derecho a voto, por lo tanto, 50 personas. 48 candidatos reciben 1 voto mientras que 1 candidato –llamémosle Mariano- obtiene los otros 2 votos restantes. Según la teoría que defiende el PP Mariano debería gobernar aunque solo tiene el 4% de los votos emitidos y el 2% de los votos posibles; y siguiendo su lógica un acuerdo entre el resto de los candidatos –que le tienen una manía a Mariano que no le pueden ver-, que representarían el 96% de los votos emitidos y el 98% de los votos posibles sería un “pacto entre perdedores”. Una lógica aplastante la de los líderes del PP.
¿De dónde surge la irracionalidad de este planteamiento? Como ya he dicho, de considerar una tasa base incorrecta. Los Sres del PP no tienen en cuenta otra posibilidad que el bipartidismo. Y desde ese planteamiento parece sensato que quien gane las elecciones sea quien gobierne. Pero la alternancia PP/PSOE es historia -¡por fin!- y los pactos pueden dar combinaciones de partidos que han obtenido muchos más votos que el teórico ganador. Ya lo vimos en Madrid y en muchos de los ayuntamientos constituidos tras el 24M.  Esos pactos no son de perdedores sino de suma ganadora.
¡Menos mal que a estos ya no les pilla la reforma educativa! Si no, no aprobaba ninguno.
© José L. Calvo, 2015