lunes, 18 de marzo de 2013

Adiós Unión Europea, adiós.

La aprobación por la UE y el FMI del corralito a Chipre supone el final de la Unión Europea tal y como la concebimos en los últimos años, especialmente desde que nominalmente dejó de ser lo que ha sido siempre en realidad: el Mercado Común Europeo.
No entraré a discutir los efectos económicos de esta intervención que han sido muy bien resumidos en el artículo de José Carlos Díez en El País Una aberración económica y que hoy lunes se han visto corroborados: las Bolsas europeas se desploman; la prima de riesgo de los países en los que inicialmente se puede producir contagio se dispara –señores alemanes un hecho: la globalización hace que el contagio bancario pase de unos países a otros, de forma que lo que hoy es un problema de Chipre y los PIIGS es seguro que mañana será suyo- y la cotización del euro se sitúa en su cuota más baja.
Pero en economía hay algo más que los fríos datos. Es lo que Keynes denominó el animal spirits o si quieren, el hecho de que quienes actúan en economía son seres humanos, con su componente racional pero también emocional. Y este último es el que se ha visto plenamente afectado por la intervención del sábado. Ya nadie se fía de la UE: en el Sur porque tenemos la sensación de que los del Norte nos castigan innecesariamente –a los ciudadanos no a los políticos y banqueros que son quienes han creado el problema-; y en el Norte porque piensan que los del Sur somos unos incumplidores y no merecemos estar sentados en la misma mesa.
 La intervención de Chipre supone, de facto, la ruptura de las reglas que conformaron la Unión, y muy especialmente una de ellas: la protección de todos los pequeños ahorradores, sin asimetrías, provengan del país que vengan. A partir de este momento no solo nadie está seguro de que su dinero está protegido en el banco, sino que tampoco lo está de que cualquier regla de la Unión no sea rota o tergiversada por orden y en beneficio de la Europa del Norte. La seguridad jurídica en la Unión Europea ha sido borrada de un plumazo.
En esta situación es muy improbable que la UE sobreviva. Con total desconfianza del Norte al Sur; con los ánimos de venganza cada vez más encendidos en este último, la convivencia se hace cada vez más difícil. Quizás sería hora de ir pensando en separar caminos y crear dos UE: la del Sur y la del Norte. Derecho a decidir.

© José L. Calvo

martes, 5 de marzo de 2013

Provocadores

El anuncio de que la Comisión Europea “ve márgenes para la subida del IVA en España” solo puede interpretarse en términos de provocación. La UE ha decidido provocar al pueblo español para que se levante como ya lo hizo primero con el griego y posteriormente con el portugués.
Los mal llamados economistas que rigen los destinos de Europa  deberían volver a la Facultad para entender dos cosas: en primer lugar que la Economía es una ciencia social, que trata de individuos, y que, debido a ello, cualquier medida que se toma en su campo tiene efectos sobre estos últimos y sobre el conjunto de su organización, la sociedad; y en segundo lugar para repasar la Historia Económica y darse cuenta de que la época de los ajustes feroces ya ha pasado, y que la única solución factible ahora es la reactivación económica a través de un Plan Marshall global.
No estoy negando que la economía española necesite ajustes, pero son de tipo estructural, introduciendo mayor competencia en los mercados –por ejemplo el energético o el de las telecomunicaciones- y desregulando una economía intervenida –salvo el sector financiero, al que hay que controlar muy de cerca que nos debe mucho dinero a todos los españoles-. Pero en ningún caso son necesarios recortes adicionales que lastren el consumo, la inversión y, consecuentemente, el futuro. Es posible y necesario combinar ajustes estructurales y reactivación económica, pero no es factible una política económica basada tan solo en los recortes.
De seguir con esta política que defiende la UE la propia Historia nos muestra con dos ejemplos del siglo XX cuál es el posible camino que puede seguir Europa y el mundo: la hiperinflación alemana, que dio origen al nazismo en una sociedad hastiada de los políticos tradicionales y obligada a sufrir situaciones límite, prácticamente de hambruna, y con elevadas tasas de suicidio-¿les suena?, ¿conocen Amanecer Dorado?- debido entonces a unas reparaciones de guerra irracionales y en la actualidad a unos ajustes inhumanos; y el Crack del 29, cuya solución solo llegó tras una contienda que causó la muerte de 60 millones de personas.

© José L. Calvo