Una de las cosas que los economistas ortodoxos afirman es que el único modelo económico posible es el capitalismo strictu sensu. No hay opción, aquellos que han intentado sustituirlo, como los modelos socialistas y comunistas, han fracasado estrepitosamente. Incluso los que han intentado matizarlo introduciendo elementos como la Economía del Bienestar, están hoy en franco retroceso frente al poder regulatorio de los mercados.
Para la “ciencia” económica el capitalismo liberal, sin regulación, ha permitido el crecimiento económico y el desarrollo de las sociedades en los dos últimos siglos. Pero ¿es verdad que ese capitalismo es el mejor modelo posible? Veamos solo con datos de esta semana cómo sus ultradefensores en el gobierno lo están aplicando a la sociedad española.
1. Esta semana se presentaba en las Cortes una proposición de ley sobre pobreza energética. Su objetivo era evitar que se corte la luz a los pobres en el período invernal. Presentada por Izquierda Plural –ya es hora de que hagan algo; el lugar de la izquierda es la calle y no calentar escaño- y apoyada por todos los grupos de la oposición, fue rechazada por la mayoría absoluta del PP con argumentos incalificables por su incoherencia. Parece que los defensores del capitalismo ultraliberal se perdieron las clases donde se explicaba que no hay crecimiento sin distribución, y que ninguna sociedad pervive sin equidad.
2. El jueves se anunciaba la venta por 1.000 millones de euros de Novagalicia al grupo venezolano Banesco. Si consideramos que se le inyectaron 9.000 millones, esto supone que el FROB (es decir todo los españoles) asumimos el coste de los 8.000 millones de diferencia. Así, las pérdidas acumuladas por las ventas de Cajas de ahorros mal gestionadas por políticos suponen ya más del 19.000 millones y eso sin conocer todavía el coste real de Bankia –el cortijo del PP-. Es interesante como los gobiernos del PP y el PSOE no han permitido que funcionase la lógica del mercado en el sector financiero y han socializado las pérdidas.
3. Y el remate es el tarifazo eléctrico, con una subida de la factura de la luz que estará por encima del 10%. Todo ello tras una subasta opaca realizada en mercados OTC (over the counter, no controlados), con unos mecanismos definidos para favorecer a las empresas eléctricas, con una estructura productiva de un mercado oligopolístico y con un gobierno que no solo no defiende la libre competencia –como sería de esperar de alguien con una ideología ultraliberal- sino que muy por el contrario pone “palos en las ruedas” a todas aquellas iniciativas que podrían traer nuevos suministros energéticos –las renovables- o más competencia –el autoconsumo-. Una nueva lección de capitalismo “a la carta” (de los ricos).
En definitiva, la interpretación que tienen los ultraliberales defensores del capitalismo patrio se parece más a la ley del embudo que a la libre competencia; al para mí y mis amigos todo y para el resto las deudas.
Por eso mismo suscribo plenamente las palabras de Dan Ariely cuando afirma que “Sí, es cierto que un mercado libre basado en la oferta, la demanda y la ausencia de fricción sería el ideal si nosotros fuéramos auténticamente racionales” (e incorruptibles añadiría yo). Pero como no lo somos, como la realidad se separa mucho de esa joya que explicamos en los manuales de la Teoría Económica ortodoxa, como sus gestores políticos, económicos y financieros españoles se mueven por intereses personales en lugar de por el bien común, yo sigo apostando contra él. En manos de la actual clase política dentro de poco en España estarán plenamente justificados los primeros versos de la Internacional: “arriba parias de la tierra, en pie famélica legión…” (y sin luz).
Para la “ciencia” económica el capitalismo liberal, sin regulación, ha permitido el crecimiento económico y el desarrollo de las sociedades en los dos últimos siglos. Pero ¿es verdad que ese capitalismo es el mejor modelo posible? Veamos solo con datos de esta semana cómo sus ultradefensores en el gobierno lo están aplicando a la sociedad española.
1. Esta semana se presentaba en las Cortes una proposición de ley sobre pobreza energética. Su objetivo era evitar que se corte la luz a los pobres en el período invernal. Presentada por Izquierda Plural –ya es hora de que hagan algo; el lugar de la izquierda es la calle y no calentar escaño- y apoyada por todos los grupos de la oposición, fue rechazada por la mayoría absoluta del PP con argumentos incalificables por su incoherencia. Parece que los defensores del capitalismo ultraliberal se perdieron las clases donde se explicaba que no hay crecimiento sin distribución, y que ninguna sociedad pervive sin equidad.
2. El jueves se anunciaba la venta por 1.000 millones de euros de Novagalicia al grupo venezolano Banesco. Si consideramos que se le inyectaron 9.000 millones, esto supone que el FROB (es decir todo los españoles) asumimos el coste de los 8.000 millones de diferencia. Así, las pérdidas acumuladas por las ventas de Cajas de ahorros mal gestionadas por políticos suponen ya más del 19.000 millones y eso sin conocer todavía el coste real de Bankia –el cortijo del PP-. Es interesante como los gobiernos del PP y el PSOE no han permitido que funcionase la lógica del mercado en el sector financiero y han socializado las pérdidas.
3. Y el remate es el tarifazo eléctrico, con una subida de la factura de la luz que estará por encima del 10%. Todo ello tras una subasta opaca realizada en mercados OTC (over the counter, no controlados), con unos mecanismos definidos para favorecer a las empresas eléctricas, con una estructura productiva de un mercado oligopolístico y con un gobierno que no solo no defiende la libre competencia –como sería de esperar de alguien con una ideología ultraliberal- sino que muy por el contrario pone “palos en las ruedas” a todas aquellas iniciativas que podrían traer nuevos suministros energéticos –las renovables- o más competencia –el autoconsumo-. Una nueva lección de capitalismo “a la carta” (de los ricos).
En definitiva, la interpretación que tienen los ultraliberales defensores del capitalismo patrio se parece más a la ley del embudo que a la libre competencia; al para mí y mis amigos todo y para el resto las deudas.
Por eso mismo suscribo plenamente las palabras de Dan Ariely cuando afirma que “Sí, es cierto que un mercado libre basado en la oferta, la demanda y la ausencia de fricción sería el ideal si nosotros fuéramos auténticamente racionales” (e incorruptibles añadiría yo). Pero como no lo somos, como la realidad se separa mucho de esa joya que explicamos en los manuales de la Teoría Económica ortodoxa, como sus gestores políticos, económicos y financieros españoles se mueven por intereses personales en lugar de por el bien común, yo sigo apostando contra él. En manos de la actual clase política dentro de poco en España estarán plenamente justificados los primeros versos de la Internacional: “arriba parias de la tierra, en pie famélica legión…” (y sin luz).
© José L. Calvo
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