En los últimos días hemos asistido a la negociación en la Unión Europea sobre el fondo de liquidación de bancos, organismo fundamental para continuar el proceso de Unión Bancaria. Al final, y como era de esperar, se han impuesto los criterios de Alemania y los países del centro de Europa y el mecanismo será activado por cada país, que además, y como mínimo durante un período de diez años, deberá hacerle frente con sus recursos. Queda así frenado uno de los principales nuevos objetivos de la UE, que la consolidaría no ya como una federación de estados sino como unos auténticos estados unidos de Europa.
Desde los medios de comunicación y algunos partidos políticos españoles se ha cuestionado nuevamente la actitud de la canciller alemana y su ministro de finanzas por la falta de solidaridad de los países del norte con los del sur. Frases como que “los alemanes no quieren pagar con sus impuestos nuestros vicios” tratan de lanzarnos a un enfrentamiento entre ciudadanos centroeuropeos y mediterráneos. Pero, ¿tiene sentido la posición alemana o por el contrario tienen razón nuestros periodistas y políticos?
Pongámonos por un momento en la piel de un ciudadano alemán que paga sus impuestos, que hace autoconsumo energético y que exige a sus políticos una actitud irreprochable. Ese ciudadano de un país en el que han tenido que dimitir el ministro de Defensa y la de Educación por haber plagiado la tesis. Y entréguenle un periódico español –o póngale a ver el Intermedio, el mejor telediario que hay actualmente-. ¿Qué ve?, que la principal autoridad nacional y su familia han obtenido recursos de forma poco clara; que los dos principales partidos están inmersos en casos de corrupción; que uno de ellos, el del actual gobierno, utilizó Caja Madrid –que si hubiese existido la Unión Bancaria debería haber sido rescatada con dinero alemán, francés…- como su cortijo para gastar en lo que deseaba y para colocar a sus amigos; que uno de los principales sindicatos también está siendo investigado por corrupción; que se ha dilapidado el dinero en aeropuertos, AVEs, carreteras… sin ningún análisis coste-beneficio, etc. Y, sobre todo, que nunca pasa nada, que ante todo esto los responsables no solo no están en la cárcel, sino que siguen dirigiendo el país, utilizando además la Justicia en beneficio propio.
Póngase en su piel y pregúntese ¿de verdad juntaría su dinero con el de ese país?, ¿está seguro de que querría hacer un fondo común para pagar las deudas de ambos? Seamos sensatos, bastante cede Alemania permitiéndonos estar en la misma UE que ellos. No es un problema alemán, es nuestro: mientras no seamos capaces de echar a todos esos corruptos, mientras no salgamos a la calle a forzar su dimisión y encarcelamiento, no tiene sentido pensar que somos europeos. Hasta los ucranianos nos están dando ejemplo.
Desde los medios de comunicación y algunos partidos políticos españoles se ha cuestionado nuevamente la actitud de la canciller alemana y su ministro de finanzas por la falta de solidaridad de los países del norte con los del sur. Frases como que “los alemanes no quieren pagar con sus impuestos nuestros vicios” tratan de lanzarnos a un enfrentamiento entre ciudadanos centroeuropeos y mediterráneos. Pero, ¿tiene sentido la posición alemana o por el contrario tienen razón nuestros periodistas y políticos?
Pongámonos por un momento en la piel de un ciudadano alemán que paga sus impuestos, que hace autoconsumo energético y que exige a sus políticos una actitud irreprochable. Ese ciudadano de un país en el que han tenido que dimitir el ministro de Defensa y la de Educación por haber plagiado la tesis. Y entréguenle un periódico español –o póngale a ver el Intermedio, el mejor telediario que hay actualmente-. ¿Qué ve?, que la principal autoridad nacional y su familia han obtenido recursos de forma poco clara; que los dos principales partidos están inmersos en casos de corrupción; que uno de ellos, el del actual gobierno, utilizó Caja Madrid –que si hubiese existido la Unión Bancaria debería haber sido rescatada con dinero alemán, francés…- como su cortijo para gastar en lo que deseaba y para colocar a sus amigos; que uno de los principales sindicatos también está siendo investigado por corrupción; que se ha dilapidado el dinero en aeropuertos, AVEs, carreteras… sin ningún análisis coste-beneficio, etc. Y, sobre todo, que nunca pasa nada, que ante todo esto los responsables no solo no están en la cárcel, sino que siguen dirigiendo el país, utilizando además la Justicia en beneficio propio.
Póngase en su piel y pregúntese ¿de verdad juntaría su dinero con el de ese país?, ¿está seguro de que querría hacer un fondo común para pagar las deudas de ambos? Seamos sensatos, bastante cede Alemania permitiéndonos estar en la misma UE que ellos. No es un problema alemán, es nuestro: mientras no seamos capaces de echar a todos esos corruptos, mientras no salgamos a la calle a forzar su dimisión y encarcelamiento, no tiene sentido pensar que somos europeos. Hasta los ucranianos nos están dando ejemplo.
© José L. Calvo
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