Una de las cosas que mejor saben hacer los periodistas es inventarse titulares. Por eso ha sonado tan bien la presentación que han hecho de la reforma fiscal propuesta por un grupo de sabios. Para empezar, en el mundo académico de la economía en España no hay muchos sabios que digamos, más bien bastantes listillos. Pero en segundo lugar, no parece ser muy sabio quien al cabo de unos días admite que han elaborado un Informe según las directrices que le han marcado desde Bruselas y el FMI. Vamos, que para eso podíamos haber consultado qué quieren las señoras Merkel y Lagarde y nos habíamos evitado meses de reuniones de sabios.
Pero vayamos a la reforma fiscal propiamente dicha. Sin entrar en un análisis en profundidad –no soy especialista en Hacienda Pública- salta a la vista que la reforma propuesta está diseñada para favorecer a los ricos y hacer caer el peso de la crisis más aún sobre la clase media. Algunos ejemplos: no se toca la fiscalidad de las SICAV –al 1%- donde tienen su dinero todos los pudientes del país –Amancio Ortega, los Botín, las Koplowitz, etc.-; se propone eliminar el Impuesto de Patrimonio –que nuevamente favorece a los más ricos- y sin embargo se introduce en el IRPF el alquiler imputado, es decir, la tributación por la propiedad de la vivienda habitual más allá del IBI. Es decir, y por poner un ejemplo, una persona que posea diez casas no tributaría por nueve de ellas, en Patrimonio, y tan solo lo haría por aquella en la que vive; mientras que alguien cuya única posesión es su vivienda habitual tributará por ella. Además, se propone reducir el tipo máximo del IRPF hasta el 50%, en una nueva propuesta favorable a las rentas más altas.
La otra gran línea de actuación es la sustitución de cotizaciones sociales por impuestos indirectos (IVA). El “sabio” profesor Lagares se atreve a decir públicamente que los impuestos indirectos son progresivos y se queda tan tranquilo. Como todo alumno que quiere aprobar cualquier asignatura de primero de Economía o ADE sabe, los impuestos directos son progresivos, mientras que los indirectos son regresivos. Por una cuestión muy sencilla: en los impuestos directos se paga por los ingresos, bajo el principio de quien gana más paga más, mientras que en los indirectos se paga por el consumo, es decir, quien consume más paga más. Supongamos dos individuos, uno ingresa 500.000€ anuales y el otro 25.000€. El primero pagaría en IRPF en la actualidad el 52% (260.00€), y el segundo el 28% (7.000€). Consideremos que ambos gastan en consumo 20.000€/año (todos comemos, nos vestimos, pagamos la luz, el agua…). Al tipo medio del 21% de IVA ambos pagarían 4.200€. Es decir, el rico pagaría el 0,84% de su renta en impuestos indirectos mientras que el segundo el 16,8%. Muy progresista.
Finalmente, la propuesta que más sensata, la eliminación de duplicidades, triplicidades, etc. impositivas entre ayuntamientos, CC.AA. y estado central ya ha quedado claro que quedará a voluntad de los políticos, es decir, en aguas de borrajas.
En definitiva, una propuesta de Reforma Fiscal ajustada a la ideología del gobierno y a las directrices de Alemania y el FMI; que sigue la línea de incrementar la presión fiscal sobre las clases medias y dejar prácticamente sin imposición a los más ricos; y que no acomete el verdadero problema de la imposición en España: su complejidad y, sobre todo, el fraude fiscal. Cada día estoy más contento de ser un economista normalito.
Pero vayamos a la reforma fiscal propiamente dicha. Sin entrar en un análisis en profundidad –no soy especialista en Hacienda Pública- salta a la vista que la reforma propuesta está diseñada para favorecer a los ricos y hacer caer el peso de la crisis más aún sobre la clase media. Algunos ejemplos: no se toca la fiscalidad de las SICAV –al 1%- donde tienen su dinero todos los pudientes del país –Amancio Ortega, los Botín, las Koplowitz, etc.-; se propone eliminar el Impuesto de Patrimonio –que nuevamente favorece a los más ricos- y sin embargo se introduce en el IRPF el alquiler imputado, es decir, la tributación por la propiedad de la vivienda habitual más allá del IBI. Es decir, y por poner un ejemplo, una persona que posea diez casas no tributaría por nueve de ellas, en Patrimonio, y tan solo lo haría por aquella en la que vive; mientras que alguien cuya única posesión es su vivienda habitual tributará por ella. Además, se propone reducir el tipo máximo del IRPF hasta el 50%, en una nueva propuesta favorable a las rentas más altas.
La otra gran línea de actuación es la sustitución de cotizaciones sociales por impuestos indirectos (IVA). El “sabio” profesor Lagares se atreve a decir públicamente que los impuestos indirectos son progresivos y se queda tan tranquilo. Como todo alumno que quiere aprobar cualquier asignatura de primero de Economía o ADE sabe, los impuestos directos son progresivos, mientras que los indirectos son regresivos. Por una cuestión muy sencilla: en los impuestos directos se paga por los ingresos, bajo el principio de quien gana más paga más, mientras que en los indirectos se paga por el consumo, es decir, quien consume más paga más. Supongamos dos individuos, uno ingresa 500.000€ anuales y el otro 25.000€. El primero pagaría en IRPF en la actualidad el 52% (260.00€), y el segundo el 28% (7.000€). Consideremos que ambos gastan en consumo 20.000€/año (todos comemos, nos vestimos, pagamos la luz, el agua…). Al tipo medio del 21% de IVA ambos pagarían 4.200€. Es decir, el rico pagaría el 0,84% de su renta en impuestos indirectos mientras que el segundo el 16,8%. Muy progresista.
Finalmente, la propuesta que más sensata, la eliminación de duplicidades, triplicidades, etc. impositivas entre ayuntamientos, CC.AA. y estado central ya ha quedado claro que quedará a voluntad de los políticos, es decir, en aguas de borrajas.
En definitiva, una propuesta de Reforma Fiscal ajustada a la ideología del gobierno y a las directrices de Alemania y el FMI; que sigue la línea de incrementar la presión fiscal sobre las clases medias y dejar prácticamente sin imposición a los más ricos; y que no acomete el verdadero problema de la imposición en España: su complejidad y, sobre todo, el fraude fiscal. Cada día estoy más contento de ser un economista normalito.
© José L. Calvo, 2014
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