viernes, 27 de julio de 2012

Por qué a sus señorías les importa un pito España

Hace poco asistimos a un acto de exaltación partidista que a mí me dejó estupefacto: mientras el presidente Rajoy anunciaba el mayor recorte de la historia de la democracia (65.000 millones) la bancada popular aplaudía entusiásticamente hasta 14 veces, e incluso en pleno paroxismo una de sus señorías se atrevía a lanzar su exabrupto “que les jodan” (vota para que la echen VOTA). Vamos, que una parte importante de los ciudadanos perdían renta y los diputados populares encantados.
Como me gusta buscar una explicación racional a casi todo, aquí va una: los diputados de los dos grandes partidos no deben su escaño a la circunscripción que los elige sino al aparato del partido. Me explico. En España el voto es muy irracional y está muy decantado, de forma que un votante que se considera de izquierdas nunca votará al PP y en sentido inverso ocurre con el PSOE. Dos resultados se derivan de esto: en primer lugar que quién gana las elecciones lo deciden al final entre 1 y 2 millones de votantes; y en segundo lugar que los grandes partidos tienen una buena aproximación de los votos que obtendrán en cada circunscripción, por lo que pueden saber con cierto margen de error el número de diputados que sacarán.
Dada esta última situación, para el aspirante a diputado lo importante no es lo que sucede en su pueblo, cuidad… sino el puesto en el que el aparato del partido le ponga en la candidatura. Conseguir un buen lugar supone salir elegido y obtener las prebendas de un buen sueldo, dietas y jubilación máxima con ocho años de cotización; una mala posición le obliga a ir en las listas sin ninguna posibilidad de obtener escaño.
Si a esto añadimos que se ha creado una clase política cuya única cualificación es su capacidad de medrar en el aparato (¿a qué se podrían dedicar Leire Pajín, Bibiana Aido, Pepe Blanco o Andrea Fabra si dejasen la política?) tenemos el resultado que comentaba al inicio: lo importante para los diputados es que su jefe de filas y los aparatisch les vean aplaudir. Lo que suceda en el país les trae al pairo. 
Y así nos encontramos con una situación paradójica: las Cortes Generales, la institución que debería representar la soberanía popular, acordonada para protegerla de aquellos a quienes dice representar. Al más puro estilo dictatorial. Por el bien de la democracia, listas abiertas YA.

© José L. Calvo

miércoles, 25 de julio de 2012

Antisistema

A una ministra del PP le preguntaban cómo había podido virar desde posiciones comunistas en su juventud hasta el partido conservador. Su respuesta fue que “lo que ha cambiado es el país, no yo”. Esto viene a colación porque ahora está sucediendo lo mismo: antiguos economistas keynesianos se han pasado al ala más ultraconservador de la economía representado por el actual gobierno. Pero en este caso no han utilizado la justificación sino la descalificación: el resto, los que no apoyamos sus planteamientos, somos antisistema.
Menos mal que uno ya está acostumbrado a los insultos. El presidente Zapatero ya nos calificó como de antiespañoles por mencionar la palabra crisis a finales de 2007, y ahora somos antisistema. La diferencia es que en el primer caso me sentí vilipendiado –soy tan o más español que él-, mientras que en la actualidad me considero halagado.
Porque si no apoyar una política que hace recaer la salida de la crisis no en sus creadores –la oligarquía político-financiera- sino en la clases medias y bajas; si considerar que es preferible emplear los impuestos directos –progresivos- en lugar de los indirectos –regresivos- y que hay que gravar las grandes fortunas y las actividades financieras; si creer que lo que hay que reducir es el despilfarro público de tantos aeropuertos, obras faraónicas… a mayor gloria del “chorizo” de turno (“que se jodan”) en lugar de robarle el salario a los funcionarios; si pretender que los políticos metidos a banqueros y aquellos otros políticos que los apoyaron deben responder de sus actos ante la justicia y penar por ello; si defender el estado del bienestar frente a aquellos que lo quieren destruir para incrementar el beneficio de unos pocos es ser antisistema, entonces, sí soy antisistema.
Mientras haya un solo pobre y, al mismo tiempo, una impresentable se gaste un millón de libras en una bañera porque “pasa mucho tiempo en ella” seré antisistema. Llamadme econoflauta.

© José L. Calvo


viernes, 13 de julio de 2012

El ministro que robó la Navidad

Desde hace más de un siglo la Economía se debate entre aquellos que, apoyados en los clásicos y actualmente en el consumer behaviour, la consideran una ciencia social y los que, a partir básicamente del artículo de Milton Friedman de 1953, creen que es una ciencia que se rige por leyes universales como la Física. Para los primeros las decisiones económicas son una combinación de racionalidad y emociones –lo que Keynes definía como el animal spirit- mientras que los segundos argumentan que el agregado de individuos se mueve únicamente por elecciones racionales. El debate, además de metodológico, es ideológico, ya que si aceptamos la segunda de las propuestas no hay nada que la política económica pueda hacer salvo aplicar reglas técnicas.
Esto último es lo que ha debido pensar el catedrático Montoro cuando ha decidido eliminar de un plumazo la paga extra de los funcionarios. Su argumento es sencillo: hay que reducir el salario y la mejor forma de hacerlo es de una vez por todas. Y si lo proponemos ahora, en el verano, pero lo posponemos en el tiempo, hasta dentro de seis meses, cuando llegue ya estará más que aceptado.
Su problema es que no ha tenido en cuenta el animal spirit. Muy al contrario de lo que él piensa, su decisión ha causado malestar ahora, pero esto no es nada para lo que se va a ir produciendo a partir de septiembre. La indignación irá creciendo a medida que nos vayamos acercando a las Navidades, y alcanzará su cenit cuando los empleados públicos vean cómo el resto de la sociedad tiene su paga mientras ellos no la perciben, en beneficio de la banca –que por entonces anunciará nuevos beneficios-. ¿Qué cree el ministro y sus asesores que sucederá cuando los funcionarios tengan que explicarle a sus hijos que los Reyes les van a traer menos regalos o incluso ninguno porque no tienen paga? 
El Sr. Montoro no ha medido los efectos psicológicos de su medida. Le recomiendo revisar sus conocimientos de economía. El ministro, para muchos niños, será conocido como aquél que robó la Navidad.
© José L. Calvo