Una de las grandes controversias de la Economía es si la gestión pública es menos eficiente que la privada. De hecho, esta discusión se planteó entre los dos modelos económicos que dominaron el siglo pasado: los países socialistas e incluso algunos dirigidos por socialdemócratas optaron por la posesión y gestión pública de los medios de producción, basados en la idea de que la forma privada obviaba elementos adicionales a la eficiencia que debían ser tenidos en cuenta; el mundo occidental, capitalista y liberal, consideró que la gestión privada era más eficiente asentada en el pilar de los incentivos. Así, la maximización del beneficio o la minimización de los costes a los que obliga la competencia son el hilo conductor de una gestión eficaz de los recursos.
Y si bien parece que el modelo liberal-capitalista tiene un mayor soporte teórico, el problema surge cuando se intenta aplicar ese criterio a la provisión de servicios que deben guiarse no tan solo por la eficiencia económica sino por criterios adicionales. Me refiero, claramente, a servicios como la educación o la sanidad. Porque, aplicando meramente criterios económicos, ¿hasta cuándo se debe dar un tratamiento a los enfermos terminales?, ¿en cuánto se debe reducir las estancias en los hospitales para que resulten rentables?, ¿se debe decidir si se opera a un enfermo en función de su coste?, ¿debemos crear barracones de enfermos en lugar de habitaciones para ahorrar?...
¿Qué criterio se debe seguir en la gestión de la Sanidad pública? Es necesario un equilibrio entre la eficiencia y la equidad, entre prestar el servicio necesario y tener en cuenta su coste. Por ese motivo, es imprescindible una negociación entre los profesionales sanitarios, los que de verdad conocen las necesidades de los pacientes, y los gestores económicos de los recursos escasos que pueden y deben aplicarse. Por eso la cerril posición del Presidente de la Comunidad de Madrid no solo es injustificada sino incomprensible.
A no ser que no se esté discutiendo la gestión pública o privada sino que lo que pese de verdad sean intereses particulares. Sobre todo si en la dirección de las empresas a las que se les va a dar esa gestión de los hospitales y centros de salud madrileños están algunos maridos de.
Siempre se dice que los economistas prevemos el pasado. Yo desde aquí me atrevo a hacer una previsión de futuro: dentro de unos años nos comunicarán que la gestión privada de la sanidad pública madrileña es inviable y que debe volver al sector público. Pero eso no tendrá lugar antes de que se haya producido un enorme déficit que todos deberemos asumir, y de que algunos hayan obtenido pingües beneficios. Y detrás de estos últimos encontraremos nombres que todos podremos reconocer. O al menos los de sus esposas.
Y si bien parece que el modelo liberal-capitalista tiene un mayor soporte teórico, el problema surge cuando se intenta aplicar ese criterio a la provisión de servicios que deben guiarse no tan solo por la eficiencia económica sino por criterios adicionales. Me refiero, claramente, a servicios como la educación o la sanidad. Porque, aplicando meramente criterios económicos, ¿hasta cuándo se debe dar un tratamiento a los enfermos terminales?, ¿en cuánto se debe reducir las estancias en los hospitales para que resulten rentables?, ¿se debe decidir si se opera a un enfermo en función de su coste?, ¿debemos crear barracones de enfermos en lugar de habitaciones para ahorrar?...
¿Qué criterio se debe seguir en la gestión de la Sanidad pública? Es necesario un equilibrio entre la eficiencia y la equidad, entre prestar el servicio necesario y tener en cuenta su coste. Por ese motivo, es imprescindible una negociación entre los profesionales sanitarios, los que de verdad conocen las necesidades de los pacientes, y los gestores económicos de los recursos escasos que pueden y deben aplicarse. Por eso la cerril posición del Presidente de la Comunidad de Madrid no solo es injustificada sino incomprensible.
A no ser que no se esté discutiendo la gestión pública o privada sino que lo que pese de verdad sean intereses particulares. Sobre todo si en la dirección de las empresas a las que se les va a dar esa gestión de los hospitales y centros de salud madrileños están algunos maridos de.
Siempre se dice que los economistas prevemos el pasado. Yo desde aquí me atrevo a hacer una previsión de futuro: dentro de unos años nos comunicarán que la gestión privada de la sanidad pública madrileña es inviable y que debe volver al sector público. Pero eso no tendrá lugar antes de que se haya producido un enorme déficit que todos deberemos asumir, y de que algunos hayan obtenido pingües beneficios. Y detrás de estos últimos encontraremos nombres que todos podremos reconocer. O al menos los de sus esposas.
© José L. Calvo
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