Pasada ya una semana de los comicios al Parlamento europeo sigue siendo muy interesante ver las reacciones de los partidos políticos tradicionales y la de sus voceros los tertulianos –esos señores expertos en nada pero que hablan de todo- ante el efecto Podemos. Desde la campaña de desprestigio lanzada por las gentes del PP –chavistas, comunistas (será un insulto para ellos)…-, pasando por el modelo Don Tancredo del PSOE –no existe el efecto Podemos- hasta la cara de tontos que se les ha quedado a IU y el partido de Rosa Díez –UpyD es eso, ya lo deja ella claro- que esperaban rascar muchos más votos del descontento social.
Como ni soy analista político ni tertuliano solamente comentar dos aspectos que desde la economía con sentido común sirven para explicar este fenómeno.
El primero de ellos hace referencia a un hecho muy evidente: el PP, PSOE, IU y UPyD utilizan estrategias de comunicación del siglo pasado, de un mundo analógico, mientras que Podemos se incardina en el mundo digital del siglo XXI. Como señalan los expertos en economía de las redes sociales, los mercados son conversaciones. Eso es lo que Podemos vive y los otros desconocen. Facebook o Twitter son medios de comunicación entre los elegibles y los electores y no para lanzar slogans como ha hecho el Sr. Arias Cañete o para colgar fotos, la estrategia de la machista Valenciano -¿o no es machista valorar a un futbolista por su falta de belleza?-. Podemos y Pablo Iglesias, por el contrario, sí han establecido una comunicación de doble dirección con sus electores, han twitteado y respondido a todos y cada uno de los twitts. Han ganado uno a uno los votos a través de las redes sociales.
La segunda de las explicaciones procede de la Economía del comportamiento y de nuestro sentido de la equidad. Ya les he hablado en otros posts de los juegos del dictador y de su variante el juego del ultimátum. Se los recuerdo brevemente: en el juego del dictador se le da a un individuo una cuantía, por ejemplo 10€, y este tiene que repartirlos entre él y un individuo anónimo (el receptor). Lo racional es darle la menor cantidad posible, por ejemplo 10 céntimos, y que el otro lo acepte, ya que menos es nada. En el juego del ultimátum se introduce una variante importante: el receptor puede aceptar o no la cuantía asignada; y si no la acepta ninguno de los dos recibe nada. Los partidos tradicionales estaban acostumbrados al juego del dictador: nos ofrecían migajas, hacían promesas electorales que sabían que no iban a cumplir, nos exigían sacrificios mientras ellos cobraban sueldos irreales -¿9.000€ al mes un europarlamentario?- o nos robaban en nuestra propia cara. Y nosotros teníamos que aceptar mal que nos pesase, ya que no había opción. Debíamos elegir entre lo menos malo.
La llegada de Podemos ha supuesto un cambio de juego, que ahora ha pasado a ser el del ultimátum. Podemos nos ofrece una alternativa, nos ofrece la opción de no aceptar que los partidos analógicos nos impongan sus opciones. Ahora podemos elegir dejarles en la estacada, no votarles, porque alguien ofrece otra forma de hacer política. Y como buenos españoles hemos optado por renunciar a las migajas, por morir matando, por castigarles.
Dos cuestiones que el PP, PSOE, IU y UPyD deben aprender: deben oír a sus electores, preguntarles lo que quieren y hacerles caso. Y deben aprender a cumplir sus programas electorales, a convertirse en auténticos servidores de la sociedad. Si no el castigo será imparable.
Como ni soy analista político ni tertuliano solamente comentar dos aspectos que desde la economía con sentido común sirven para explicar este fenómeno.
El primero de ellos hace referencia a un hecho muy evidente: el PP, PSOE, IU y UPyD utilizan estrategias de comunicación del siglo pasado, de un mundo analógico, mientras que Podemos se incardina en el mundo digital del siglo XXI. Como señalan los expertos en economía de las redes sociales, los mercados son conversaciones. Eso es lo que Podemos vive y los otros desconocen. Facebook o Twitter son medios de comunicación entre los elegibles y los electores y no para lanzar slogans como ha hecho el Sr. Arias Cañete o para colgar fotos, la estrategia de la machista Valenciano -¿o no es machista valorar a un futbolista por su falta de belleza?-. Podemos y Pablo Iglesias, por el contrario, sí han establecido una comunicación de doble dirección con sus electores, han twitteado y respondido a todos y cada uno de los twitts. Han ganado uno a uno los votos a través de las redes sociales.
La segunda de las explicaciones procede de la Economía del comportamiento y de nuestro sentido de la equidad. Ya les he hablado en otros posts de los juegos del dictador y de su variante el juego del ultimátum. Se los recuerdo brevemente: en el juego del dictador se le da a un individuo una cuantía, por ejemplo 10€, y este tiene que repartirlos entre él y un individuo anónimo (el receptor). Lo racional es darle la menor cantidad posible, por ejemplo 10 céntimos, y que el otro lo acepte, ya que menos es nada. En el juego del ultimátum se introduce una variante importante: el receptor puede aceptar o no la cuantía asignada; y si no la acepta ninguno de los dos recibe nada. Los partidos tradicionales estaban acostumbrados al juego del dictador: nos ofrecían migajas, hacían promesas electorales que sabían que no iban a cumplir, nos exigían sacrificios mientras ellos cobraban sueldos irreales -¿9.000€ al mes un europarlamentario?- o nos robaban en nuestra propia cara. Y nosotros teníamos que aceptar mal que nos pesase, ya que no había opción. Debíamos elegir entre lo menos malo.
La llegada de Podemos ha supuesto un cambio de juego, que ahora ha pasado a ser el del ultimátum. Podemos nos ofrece una alternativa, nos ofrece la opción de no aceptar que los partidos analógicos nos impongan sus opciones. Ahora podemos elegir dejarles en la estacada, no votarles, porque alguien ofrece otra forma de hacer política. Y como buenos españoles hemos optado por renunciar a las migajas, por morir matando, por castigarles.
Dos cuestiones que el PP, PSOE, IU y UPyD deben aprender: deben oír a sus electores, preguntarles lo que quieren y hacerles caso. Y deben aprender a cumplir sus programas electorales, a convertirse en auténticos servidores de la sociedad. Si no el castigo será imparable.
© José L. Calvo
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