Mi familia no son gente normal, de otra época y corte moral. Que
resuelven sus problemas de forma natural. Para qué discutir si puedes pelear.
Feo, fuerte y formal. Loquillo
Las TICS han revolucionado el mundo occidental. No ya solo han
modificado nuestros protocolos de trabajo, mejorado nuestra productividad…
también han cambiado nuestra forma de comunicarnos y de existir. De hecho han
creado dos segmentos de población perfectamente diferenciados: los analógicos
y los digitales. Los primeros, por encima de la cuarentena, nacimos en
un mundo donde las TICs no existían y hemos debido adaptarnos a ellas; los
segundos son nativos digitales.
Los analógicos vivimos nuestra infancia y juventud en tiempo real. Podías meterte con el
gordo de clase, pero cuidado que no te pillase en el patio o en gimnasia y
se sentase encima; si jugabas mal al fútbol nunca serías elegido y tu máxima
aspiración era estar en la “repesca” o ser portero; y teníamos que enfrentarnos
al matón de la clase, ese tipejo que
por ser más grande –normalmente porque repetía un año y otro, y otro…- o por
ser más agresivo abusaba del resto de compañeros y trataba de hacernos la vida
imposible. Si además, como yo, tenías las orejas de soplillo entonces tus
enemigos se multiplicaban y la única forma de poner algo de orden era
enfrentarte a cara de perro.
Los digitales viven en un mundo virtual. Ya es posible decirle de todo al gordo en la impunidad que dan
las redes sociales; jugar al fútbol como Messi con la Play; golpear a todos los
matones que se les pongan delante con su joystick o incluso jugar a que son el
más chulo y más malo de la clase con Grand
Theft Auto.
A esa segmentación analógico/digital se une en nuestro país otra
tan importante como ella y que coincide prácticamente: los que vivimos los estertores
del régimen fascista; y los que nacieron en la democracia. Porque hay
algo muy importante que aclarar: el régimen de Franco no desapareció en 1975.
Durante prácticamente una década el franquismo trató de reconquistar el poder
–el golpe de Tejero fue solo uno de los muchos planeados-. A ello hay que sumar
una organización terrorista que mataba a población civil -¿recuerdan el atentado
de Hipercor?-. Hubo que luchar una a una las libertades, con muertos en la calle.
De eso nada saben esos jóvenes que nacieron en democracia, que han disfrutado de las
libertades sin lucharlas. Por eso deberían mostrar más respeto y ser
más discretos.
Europa está en guerra. Los
yihadistas no solo han atacado París sino que nos han amenazado a todos los
ciudadanos europeos. Y es una guerra analógica, real, no virtual.
Los 132 muertos podrán seguir con su perfil en Facebook, mandaremos miles de
twitts expresando nuestro dolor y solidaridad, pero lo que es real es que sus
seres queridos no podrán abrazarles nunca más, que no volverán a sonreír. Ningún
ordenador les devolverá la vida.
Sé que hay muertos diarios en Siria, en Irak, en Turquía o Malí.
Que los gobiernos occidentales han cometido múltiples errores. Que hay empresas
que aprovechan estas guerras para obtener pingües beneficios. Pero eso no
justifica, en ningún lugar ni en ningún momento, que unos asesinos se paseen
por las calles de París, o de cualquier otro lugar, matando.
El abusón de clase ha vuelto. Y no entiende de diálogos. Como bien sabemos los analógicos, la única forma de vencerle es
ser más listo y más fuerte; o que el profesor lo expulse. Como no se acaba con
él, desde luego, es sentado en el sofá matando yihadistas en la pantalla del
televisor; ni diciendo que hay que dialogar, porque no atiende a razones. Y si
realmente creen que esa es la vía, yo me comprometo a crear un crowfunding para fletar un avión que
lleve a los Sres. Iglesias y Garzón y a la Sra. Carmena a Siria a negociar en
persona con DAESH. Seguro que les reciben con salvas… de artillería.
Por mi parte, ya lo dice Loquillo o la propia Marsellesa: a las armas ciudadanos; formad los
batallones.
© José L. Calvo, 2015
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