Se cumplen 100
días de las elecciones generales y seguimos como el día siguiente en el que se
publicaron los resultados. Los partidos políticos, de la vieja y nueva
casta, han sido incapaces de llegar a un acuerdo en el que sacrificando parte
de sus objetivos particulares consiguieran un beneficio para todos los
ciudadanos. Su posición es fiel reflejo de los recogido por R. Frank en
su libro The Darwin Economy en el que afirma que la economía le debe más a Darwin que a Adam Smith se basa en la idea de que existe una divergencia entre los intereses
particulares y los colectivos y la imposición de los primeros es perjudicial
para el conjunto de la especie/sociedad. Es el caso de los llamativos
colores de los pavos reales o el peso de las morsas macho, pero también de la tragedia
de los comunes, la carrera armamentística entre países e incluso los
tacones en la vestimenta femenina.
Durante estos
100 días hemos escuchado propuestas económicas de todo tipo, la mayoría de las
cuales pueden calificarse como mínimo de sui
generis o populistas. Pero
ninguna de ellas ha aportado nada nuevo y desde luego, ninguna está basada en la
nueva concepción de la economía como una ciencia evolutiva –Evonomics- que tiene como misión actualizar su enfoque corrigiendo e incluso
abandonando los postulados neoclásicos que la han dominado durante el último
siglo.
Por ejemplo,
nuestra izquierda podría consultar el artículo de N. Hanauer y E. Beinhocker
para aportar alguna propuesta novedosa y valiente. Para estos autores que afirman
que necesitamos
urgentemente una nueva visión de la economía en el siglo XXI, la medida
del bienestar de una sociedad no puede ser su PIB y cuánto crece este sino la
capacidad de una sociedad para dar solución a las necesidades de sus ciudadanos.
Definen así la prosperidad como la acumulación de soluciones a los problemas humanos y establecen la diferencia entre lo que es una actividad económica vacía, incluso dañina
y una útil. “Es obvio que un ingeniero que gana $100.000 al año y crea
una tecnología que permite que aquellos que se ven envueltos en graves
accidentes de tráfico puedan salir ilesos está creando prosperidad. Es mucho
más difícil de afirmar lo mismo en el caso de un gestor de un hedge-fund que gana $500 millones al año
con transacciones de alta frecuencia empleando información privilegiada para
aprovecharse de inversores normales. Y si eso hace a la economía global más
frágil, entonces esta actividad es incluso más dañina”.
Esto nos
devuelve a R. Frank, que postula que un cambio eficiente –desde
el punto de vista social pero también económico- del sistema impositivo sería
trasladar impuestos desde las actividades útiles hacia las dañinas,
sustituyendo, además, muchas de las regulaciones –de las que en España tenemos
de sobra- por los impuestos.
Sugiero a
nuestros políticos y economistas de la autodenominada izquierda que consulten a estos autores. Aunque solo sea porque su
gran lucha, su debate es contra los libertarians,
los defensores a ultranza del mercado y la no regulación. Menos postureo y
más consulta de la bibliografía relevante, que para eso muchos de ellos proceden de la universidad.
© José L. Calvo, 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario