miércoles, 27 de abril de 2016

IRPF, elecciones y normas sociales. Una lección de Behavioral Economics

Ha llegado la campaña de la renta. E igualmente se ha resuelto el misterio de los últimos cuatro meses: habrá nuevas elecciones generales el 26 de junio. Y en ambas situaciones se puede aplicar la Economía del Comportamiento para explicar cómo lo que tenía que seguir una senda según la Teoría Económica ortodoxa sigue otra completamente distinta e incluso opuesta. El artículo de M. Blahout y P. Wawrosz sobre Behavioral Economics and Cyber Crime me puso sobre la pista.
Estos dos autores checos explican los motivos que llevan a los individuos a la piratería informática –descarga de música, libros y/o juegos, algo muy común en el mundo y en lo que en España ocupamos una posición destacada, como señala el ABC-. Su supuesto de partida es que hay unas normas sociales que conviven con normas de mercado en todas las sociedades. Y que las primeras deben ser satisfechas para que las segundas puedan funcionar. Si se rompen las normas sociales entonces pueden producirse graves fallos de mercado.
El ejemplo de ruptura del contrato social entre el estado y los ciudadanos es muy ilustrativo, y puede aplicarse directamente a España. “Un productor puede llevar su negocio de acuerdo con la ley para obtener beneficios, crear empleo y pagar sus impuestos. El estado, por su parte, debe garantizar que las empresas puedan hacer negocios en un entorno seguro y aplicar los impuestos para llevar a cabo sus funciones. Este es un contrato no escrito, pero es la base interna del orden natural, de cómo deben funcionar las cosas. Por desgracia, el estado no lleva a cabo su parte del acuerdo… al final los ingresos por impuestos no son aplicados para las labores del estado, sino que son desviados a través de la corrupción por un grupo de individuos que basan su acción en la protección mutua y la violación de los principios generales que se aplican a los demás… los empresarios, que consideran que se está produciendo una injusticia tratan de eliminarla a través de la optimización de sus impuestos, lo que les lleva a la evasión fiscal”.
Si además esos individuos que desvían los recursos recaudados por el estado hacia sus propios bolsillos son los que deberían velar porque el dinero público se gastase en cumplir con sus funciones, es decir los políticos que rigen los destinos del país; si a eso añadimos que no es nuevo sino que forma parte de la más pura tradición de la gestión pública en la historia de España, entonces la norma social ya no solo no se cumple, sino que se invierte. La norma social pasa de considerar como correcto contribuir a los recursos del estado a través de los impuestos a defender la evasión como vía para evitar que nos roben. La sociedad se divide así en dos grupos: los ciudadanos, los robados, a los que se aplican las normas de mercado y deben contribuir con sus impuestos. Para nuestro grupo el evasor no es un delincuente sino un Robin Hood que lucha contra el injusto sistema impuesto por el sheriff de Nottinghan; y ellos, los políticos, banqueros, empresarios con cuentas en Panamá…, los defraudadores. E identificamos los impuestos con ellos porque se los quedan, nos los roban. Y por eso es bueno defraudar.
Como señalan estos dos autores, las campañas de marketing como la lanzada por la Agencia Tributaria o el agravamiento de las sanciones son solo paliativos que no sirven si no se cambia la norma social. Y el primer paso es hacer creíbles a nuestros políticos y erradicar la corrupción. Mientras eso no se produzca, mientras consideremos que una parte muy importante de nuestros impuestos van a parar a manos de ladrones – cuyas penas son ridículas y que además no devuelven lo robado- la norma social será evadir.
Y por ese mismo motivo es explicable que ningún partido haya negociado ni vaya a negociar con un PP dirigido por el Sr. Rajoy. Él es el máximo representante de un partido identificado con la corrupción. Es un obstáculo para el cambio de la norma social.
© José L. Calvo, 2016

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