Según el Banco de España un sistema
financiero es “el conjunto de instituciones, medios y mercados en el que se
organiza la actividad financiera, de tal modo que cumple la función de canalizar
el ahorro, haciendo que los recursos que permiten desarrollar la actividad
económica real -producir y consumir, por ejemplo- lleguen desde aquellos
individuos excedentarios en un momento determinado hasta aquellos otros
deficitarios… La tarea de los bancos es doble: por un lado hacen una labor
de INTERMEDIACIÓN, que consistiría en poner en contacto a dos partes
para que intercambiaran, en este caso, el mismo instrumento financiero, y, por
otro, realizan además una labor DE TRANSFORMACIÓN puesto que
el instrumento financiero que reciben de los que buscan financiación no es el
mismo que venden a los que depositan su dinero”.
Por otro lado,
el efecto crowding out, también
denominado expulsión o efecto desplazamiento es “una
situación en la que la deuda pública desvía la inversión del sector privado. Los inversores prefieren
depositar e invertir su dinero en deuda pública que invertirlo en deuda privada, por ofrecer un mayor rendimiento. Este efecto es perjudicial
para el sector privado, pues cierra una fuente de financiación vital para las empresas”. Este ha
sido el argumento tradicionalmente utilizado por los neoliberales para defender
un sector público pequeño que no interfiera
en la actividad económica y que, en esa medida, no robe recursos del sector
privado para financiar la actividad económica.
Pero ¿qué sucede cuando no es el sector público el que
expulsa de la financiación a las empresas que realizan una labor real de
producción -las que fabrican coches, ropa, cemento, acero, etc.- sino que es el
propio sistema financiero el que lo hace? Es decir, cuando el dinero que
reciben los bancos no se dedica a financiar la actividad productiva, sino que
entra en un círculo vicioso de activos financieros -CDs, swaps, futuros,
opciones…- que solo tienen como finalidad que el dinero pase de unas manos a
otras pero que no llega a las empresas. ¿Podríamos hablar entonces de un efecto
crowding out del propio sector financiero hacia la actividad económica y, en
consecuencia, en contra del crecimiento y el empleo?
Eso afirma Rana Foroohar en su libro Makers & Takers como recoge una entrevista realizada por John
Batelle para Evonomics: tan
solo el 15% del dinero que circula en las instituciones financieras acaba
realmente en las empresas. ¿Qué sucede con el 85% restante?
Pues que “solo una parte va a la gente como tú y como yo para sus préstamos
hipotecarios; el dinero de verdad se dedica a asegurar esos préstamos”. “La
otra parte se destina al mercado de títulos tales como los bonos, los CDOs,
etc. Todos
ellos son papeles que el sistema financiero negocia en un círculo cerrado… que
no generan crecimiento”. El resultado es que “los mercados crean esas
burbujas de valores, pero el dinero que llega a los nuevos negocios -la
peluquería de más abajo, mi padre abriendo un pequeño negocio en Indiana- es
tan solo ese 15% que sale de las instituciones financieras”. Rana Foroohar
concluye “el sistema está completamente roto”.
Múltiples consecuencias
pueden extraerse de estos resultados: en primer lugar, hay que abandonar el
viejo concepto de sistema financiero y adaptarse a la nueva situación: los
bancos ya no canalizan los recursos desde los ahorradores a los inversores. Los
canalizan hacia ellos mismos y sus actividades no creadoras de crecimiento,
riqueza y empleo. En esa medida la Economía Financiera ha quedado
desfasada; en segundo lugar, si realmente queremos que el sistema financiero
recupere la labor para la que fue creado es imprescindible reducir el tamaño de su
lado especulativo -el que funciona en ese círculo interno- y aumentar su
vertiente productiva -la previa-. Es preciso separar nuevamente la
banca tradicional, la que financia la actividad productiva, de la nueva banca
de inversión, circunscribiendo esta última a mercados muy especializados -de
grandes inversores- y sin acceso a los recursos de la banca comercial.
La separación de estos dos
tipos de banca debería ser defendida por los economistas más ultraliberales.
Solo así sería posible evitar el efecto crowding out. La racionalidad nos dice que el
crowding out genera los mismos males si es público que si es realizado por el
sistema financiero.
© José L. Calvo, 2016
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