Cuenta E.
Beinhocker en el epílogo a su libro The
Origin of Wealth una leyenda Masai en la que uno de sus líderes
soñó que una bandada de pájaros blancos devastaba sus tierras y que una
serpiente gigante que desde el mar se adentraba en su territorio destruía a su
pueblo. Los pájaros eran los hombres blancos y la serpiente el tren, y ambos reflejaban
el progreso. Mantiene Beinhocker que es imprescindible un equilibrio entre el
progreso -que aporta beneficios como la medicina, la educación o la mejora
de la alimentación- con el mantenimiento de valores que han permitido sobrevivir a los
seres humanos en armonía con la naturaleza durante siglos.
Un ejemplo de
esta contradicción entre progreso/crecimiento económico y respeto del medio
ambiente y las costumbres lo he experimentado este verano en Islandia. En un
país con una población de 329.100
habitantes se calcula que este año la habremos visitado alrededor de 1,6
millones de turistas, un 29% más que el año anterior. Por poner un dato
comparativo, es como si España recibiese más de 200 millones de turistas
anuales.
Esta explosión
de la demanda turística está provocando una nueva tragedia de los
comunes: por un lado, los islandeses a título individual intentan
rentabilizar al máximo sus oportunidades, destinando sus viviendas a alojamiento,
edificando hoteles u ofreciendo excursiones de lujo en vehículos todoterreno
que se adentran en espacios escasamente horadados incluso por los locales, y
por otro la masificación y la aparición de turistas poco respetuosos con el
medio ambiente puede provocar graves efectos paisajísticos y ecológicos en un
país cuyo único atractivo es la naturaleza. El debate entre los que defienden
el desarrollo económico y el aprovechamiento intensivo del turismo y los que desean
mantener el status quo social y ecológico está muy vivo, y en él
pesan mucho su amplia tradición de lucha por proteger la naturaleza y un nivel
de vida que es uno de los más altos de Europa, con un PIB per cápita de $45.500 en 2015.
La
Economía del Bien Común, la Teoría del Decrecimiento y el Slow Movement son
tres buenos ejemplos de cómo enfrentarse a ese trade-off entre desarrollo/crecimiento económico y sostenibilidad
social, económica y medio ambiental. El viejo axioma que ligaba crecimiento
económico a mejora del bienestar de la sociedad se ha roto, como pone
de manifiesto claramente la actual crisis económica que ha
incrementado las desigualdades; no se trata tanto de crecer como de mejorar
la distribución de lo ya existente -dentro de los países, pero también entre
éstos y entre continentes, especialmente África-; de poner el acento no en el
dinero sino en el ser humano y su dignidad; de crear solidaridad
intergeneracional intentado dejar un mundo mejor a nuestros hijos y no esquilmarlo
o de defender los productos locales y sostenibles alertando
de los peligros de la explotación intensiva de la tierra. Solo bajo estos postulados será
posible que haya bandadas de pájaros blancos que no devasten las tierras de los
Masais sino que les ayuden a mejorar su bienestar respetando sus tradiciones o
que podamos ir a Islandia a disfrutar de su naturaleza sin ponerla en peligro.
En nuestras manos está.
©
José L. Calvo, 2016
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