lunes, 10 de octubre de 2016

La vida identificada y la vida estadística

Acaba de salir publicada la edición en español del último libro de Richard Thaler La Psicología Económica, una malísima traducción del título original Misbehaving que no solo demuestra que quien la eligió desconoce completamente lo que es la Economía del Comportamiento al reducirla a mera Psicología aplicada a la Economía olvidándose de la labor de la Sociología, la Filosofía o la Antropología en esta área, sino que además elimina el toque irónico que Thaler quiere darle al título de su libro comparando su mal comportamiento con el bueno de la teoría económica ortodoxa.
Pero no quiero concentrarme en ese tema sino en uno de los múltiples ejemplos que Thaler incluye en su libro para explicar cómo las predicciones de la teoría económica basadas en el homo economicus (Econ lo llama él) tienden a producir graves errores. Cuenta que estaba trabajando en su tesis doctoral el valor de una vida cuando se encontró con un trabajo de T. Schelling titulado The Life You Save May Be Your Own que incorpora el siguiente párrafo:
Si una niña de seis años y pelo castaño necesitase miles de dólares para una operación que prolongase su vida hasta Navidad, las oficinas de correos se colapsarían de donaciones de cinco y diez céntimos para salvarla. Sin embargo, si se informa de que sin un impuesto especial las instalaciones del hospital de Massachusetts se deteriorarán provocando un incremento apenas perceptible de muertes evitables, pocos derramarán lágrimas por ello o echarán mano a sus carteras”
A partir de ahí T. Schelling desarrolla los conceptos de vida estadística y vida identificada.  La vida estadística es un ente abstracto al que no podemos referenciar y del que, de hecho, podemos calcular su valor numérico. Por el contrario, una vida identificada tiene rostro y es fácilmente reconocible. Lo relevante desde el punto de vista de la teoría económica es lo que señala Thaler: en un mundo de Econs, la sociedad no pagaría más por salvar una vida identificada que por veinte vidas estadísticas.
Sin embargo la realidad contradice ese supuesto. Como bien dice Schiller, somos capaces de donar dinero cuando identificamos a una persona real con problemas, pero no cuando esa misma situación se distribuye entre un gran colectivo.
Y lo vemos todos los días. Nos conmueven los refugiados cuando podemos identificarlos como en el caso de Aylan Kurdi; pero cuando pasan a ser millones, cuando dejan de tener rostro y ser una mera estadística entonces ya no estamos dispuestos a sacrificar nuestro bienestar en su favor, cerramos nuestras fronteras e incluso pagamos a un país totalitario para que las defienda y no permita la entrada de cientos, de miles de Aylanes sin rostro; nos estremecemos ante el más de un centenar de muertos en Niza pero no nos impresionan los miles de muertos de Alepo. Son vidas estadísticas.
El colmo es cuando somos capaces de sustituir seres humanos no identificados por un animal perfectamente visible. Me impresiona cómo es posible que se movilicen miles de personas para que no maten a un toro -una práctica con la que no estoy de acuerdo, pero por la que no movería un dedo ni a favor ni en contra. Si por mi fuera las corridas de toros se extinguirían por falta de público, en estricta aplicación de las leyes del mercado- pero esos mismos sujetos son incapaces de salir a la calle a reclamar los derechos de los refugiados sirios, de los migrantes que mueren en el mar. De exigir al gobierno y a los diferentes grupos políticos partidas presupuestarias propias y de Europa para ayudarles. Y ya cuando esos mismos que defienden a los animales abogan por la muerte de aquellos que disienten me parecen, simplemente, repugnantes.
© José L. Calvo, 2016

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