miércoles, 9 de noviembre de 2016

D. Trump President. El fin de la Escuela de Chicago

Contra todo pronóstico -los analistas de los mercados deberían dedicarse a otra cosa: descontaron ayer la victoria de Clinton como hace unos meses la derrota del Brexit- Donald Trump ha vencido en las elecciones presidenciales estadounidenses. Hay muchas razones para explicar esta victoria, pero me gustaría concentrarme en dos factores: el papel que han jugado los profesionales de la academia económica y el futuro que esta elección supone para esta. Los argumentos que desarrollaré a continuación son muy sencillos: por un lado, los más ortodoxos de la Teoría Económica, la famosa Escuela de Chicago, han basado sus análisis económicos en dos errores que, a pesar de la crisis, no han sabido resolver: la racionalidad y la ingeniería macroeconómica. El Brexit y la elección de Trump les han dado una patada a ambos. Esto supone la segunda conclusión: la Teoría Económica, tanto la Micro como la Macroeconomía, van a sufrir una auténtica revolución que derribará los pilares en los que se han asentado durante el último siglo.  
Como señalaba en el párrafo anterior, dos ideas han sido básicas en el desarrollo de la Teoría Económica durante el siglo XX y comienzos del XXI: desde una perspectiva Microeconómica el individuo es racional, es decir, toma sus decisiones solamente teniendo en cuenta su utilidad, sin considerar otros factores emocionales, psicológicos, sociales…; desde el punto de vista de la Macroeconomía, la economía puede aproximarse a través de un modelo matemático/ingenieril más o menos complejo, de forma que cuando “algo se tuerce” solo es preciso tocar la tecla correspondiente -realizar el ajuste de fine tuning- para que vuelva a su equilibrio. Modelos como la Teoría de la Eficiencia de los Mercados están en esa línea. Y las políticas de austeridad aplicadas en la UE son un excelente ejemplo de esas reglas matemático/ingenieriles que guían la política económica.  
Pero si algo ha demostrado la elección de Trump, lo mismo que el Brexit e incluso el referéndum de Colombia es que la economía está llena de personas. Lo que no entienden los economistas ortodoxos es algo que cualquier economista del comportamiento puede explicar. Los electores estadounidenses, como los británicos, no han votado racionalmente sino con las tripas, han hecho valer su venganza contra una clase política y académica absolutamente distanciada de su realidad. El americano blanco del medio oeste, lo mismo que el británico de mediana edad y bajo nivel cultural que vive en una ciudad deprimida por la desindustrialización no ha visto las ventajas del libre comercio, del crecimiento económico, de la liberalización de los mercados, de los instrumentos financieros que distribuyen el riesgo o la necesidad de preservar el medio ambiente para las generaciones futuras. Lo que han visto es que ha perdido su empleo, que su nivel de vida se ha reducido y que el futuro de sus hijos es mucho peor que el pasado histórico de su país -la gran América o el Imperio Británico-. Y han respondido a la oferta populista, seguramente irreal de que aquellos días de bonanza podrían volver. Porque lo que perciben como seguro es que Hillary Clinton lo mismo que la pertenencia del Reino Unido a la UE era más de lo mismo. Los votantes americanos y británicos son fácilmente reconocidos en la frase de Marat.

De la caducidad de los modelos macroeconómicos es casi innecesario hablar. Existe toda una corriente que deja claro que los modelos matemáticos/ingenieriles previos no sirven para explicar el mundo real y, sobre todo, no han servido ni para predecir la actual crisis ni para resolverla. Dos fantásticos ejemplos son el artículo de Paul Romer The Trouble with Macroeconomics y el de David Colander et al The Financial Crisis and the Systematic Failure of Academic Economics .
Por estos dos motivos, por la irracionalidad redescubierta y por la inefectividad de los modelos macroeconómicos creo, como muchos otros, que la Teoría Económica debe “reiniciarse”. Porque los supuestos sobre los que se ha basado en el último siglo ya no son efectivos. Ahí hay un reto ingente pero muy ilusionante. Quienes sean capaces de definir los nuevos paradigmas de la Economía serán los que dirijan la sociedad del siglo XXI y orienten su camino en una u otra dirección.
Y por eso mismo tampoco tengo ningún temor a la vuelta del Reganomics o el Thatcherismo. Trump es un ortodoxo, pero no es tonto. Seguramente introducirá algunos componentes neoliberales como la reducción de impuestos, pero los acompañará de subsidios y medidas proteccionistas, antimercados, que permitan la subsistencia y mejora de la clase media rural americana, su electorado. Si alguien piensa que D. Trump va a dar de nuevo alas a la Escuela de Chicago está muy equivocado.
© José L. Calvo, 2016  

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