(In Memoriam de Dimitris Christoulas, Miguel Ángel Domingo… y aquellos a los que la crisis ha asesinado)
Cuando en aquellas épocas de la movida madrileña opté por dedicarme a la Economía siempre lo hice pensando en que con mi trabajo podría contribuir al crecimiento y mejora de la sociedad. Creía que el incremento del PIB y el bienestar iban de la mano, y que el aumento debía distribuirse con equidad. Incauto.
Porque si algo está demostrando la actual crisis económica es el verdadero significado de la economía capitalista. Como estamos viendo, capitalismo significa el sacrificio de muchos en beneficio de unos pocos; la expoliación de los cada vez tenemos menos en beneficio de los que día a día tienen más, y más, y más… Y esto con el beneplácito de los gobernantes y los economistas ortodoxos.
Un ejemplo muy claro de esta situación es la producida por los desahucios. A ningún dirigente ni banquero le importa en lo más mínimo no solo la tragedia humana que hay detrás de la gran mayoría, sino la absoluta injusticia que suponen. Supongamos que Juan no puede pagar a Bankia su hipoteca y este le desahucia, obligándole no solo a abandonar su casa, sino a mantener una deuda por la diferencia entre el valor de adjudicación de la vivienda y el préstamo asociado a ella –ya que no existe la dación en pago-; pero no solo eso, sino que como el gobierno ha debido pedir un rescate para financiar la malísima gestión de los políticos que se dedicaron a dirigir Bankia, y ese rescate se suma a la Deuda Pública, al final Juan debe asumir, como ciudadano español, parte de la financiación del salvamiento de Bankia. Es decir, nuestro desahuciado es lanzado a la calle por no poder pagar a un banco al que debe rescatar asumiendo una parte alícuota de su deuda.
Es incomprensible que nuestros dirigentes políticos y económicos sigan empeñados en diseñar políticas macroeconómicas sin darse cuenta de que los realmente importantes son los individuos; de que es imposible lograr sus grandes objetivos macro si para ello van destruyendo las condiciones de vida de los que configuran la economía; siguen sin darse cuenta de que ésta es una ciencia social, que no la rigen leyes universales, y que la solución está en los pequeños cambios, en esos que afectan a los ciudadanos, que les permiten consumir, generar esperanzas de mejora y, en esa medida, de incrementar su esfuerzo y productividad. Que no hay que salvar al sistema financiero sino a aquellos que lo hacen viable. Están talando los árboles/individuos con el fin de salvar el bosque/economía. Pero el bosque no existe sin los árboles.
Y los economistas nos hemos convertido en los sacerdotes de esta tragedia, en aquellos utilizados para justificar la aparición de los nuevos siervos de la gleba que en lugar de estar atados a sus tierras lo están a sus hipotecas y que deben aceptar cualquier condición que les impongan para sobrevivir. Yo no me apunté para esto. Mal vamos si argumentamos que para salvar la economía hay que sacrificar a los ciudadanos.
Porque si algo está demostrando la actual crisis económica es el verdadero significado de la economía capitalista. Como estamos viendo, capitalismo significa el sacrificio de muchos en beneficio de unos pocos; la expoliación de los cada vez tenemos menos en beneficio de los que día a día tienen más, y más, y más… Y esto con el beneplácito de los gobernantes y los economistas ortodoxos.
Un ejemplo muy claro de esta situación es la producida por los desahucios. A ningún dirigente ni banquero le importa en lo más mínimo no solo la tragedia humana que hay detrás de la gran mayoría, sino la absoluta injusticia que suponen. Supongamos que Juan no puede pagar a Bankia su hipoteca y este le desahucia, obligándole no solo a abandonar su casa, sino a mantener una deuda por la diferencia entre el valor de adjudicación de la vivienda y el préstamo asociado a ella –ya que no existe la dación en pago-; pero no solo eso, sino que como el gobierno ha debido pedir un rescate para financiar la malísima gestión de los políticos que se dedicaron a dirigir Bankia, y ese rescate se suma a la Deuda Pública, al final Juan debe asumir, como ciudadano español, parte de la financiación del salvamiento de Bankia. Es decir, nuestro desahuciado es lanzado a la calle por no poder pagar a un banco al que debe rescatar asumiendo una parte alícuota de su deuda.
Es incomprensible que nuestros dirigentes políticos y económicos sigan empeñados en diseñar políticas macroeconómicas sin darse cuenta de que los realmente importantes son los individuos; de que es imposible lograr sus grandes objetivos macro si para ello van destruyendo las condiciones de vida de los que configuran la economía; siguen sin darse cuenta de que ésta es una ciencia social, que no la rigen leyes universales, y que la solución está en los pequeños cambios, en esos que afectan a los ciudadanos, que les permiten consumir, generar esperanzas de mejora y, en esa medida, de incrementar su esfuerzo y productividad. Que no hay que salvar al sistema financiero sino a aquellos que lo hacen viable. Están talando los árboles/individuos con el fin de salvar el bosque/economía. Pero el bosque no existe sin los árboles.
Y los economistas nos hemos convertido en los sacerdotes de esta tragedia, en aquellos utilizados para justificar la aparición de los nuevos siervos de la gleba que en lugar de estar atados a sus tierras lo están a sus hipotecas y que deben aceptar cualquier condición que les impongan para sobrevivir. Yo no me apunté para esto. Mal vamos si argumentamos que para salvar la economía hay que sacrificar a los ciudadanos.
© José L. Calvo
No hay comentarios:
Publicar un comentario