jueves, 15 de agosto de 2013

¿Por qué salvar a los ludópatas…bancarios?

Uno de los argumentos más empleados en la actual crisis es que es preciso salvar el sistema financiero –invirtiendo para ello el dinero que sea preciso- para evitar el colapso de la economía occidental. Pero esto es una verdad a medias. Es cierto que es preciso salvar parte del sistema financiero, en concreto la banca comercial, pero no hay ninguna razón de peso que justifique el dinero invertido en rescatar la banca de inversión.
La banca comercial es la de siempre, la que recoge depósitos de los ahorradores y se los presta a las empresas y el sector público, haciendo su labor de intermediación; la banca de inversión es la que acomete las inversiones arriesgadas, los grandes proyectos, las operaciones de grandes empresas… la primera obtiene beneficios reducidos pero constantes; la segunda es donde se asumen grandes riesgos y se obtienen grandes beneficios (y pérdidas). Es el Casino.
Dos factores han sido claves para que se haya producido la actual crisis: la ruptura de los compartimentos estanco que existían entre la banca comercial y la de inversión –la famosa política liberalizadora que terminó en Estados Unidos con la derogación de la Ley Glass Steagal por B. Clinton- y la excesiva asunción de riesgos por parte de la banca de inversión –banca total tras dicha derogación- en la más pura creencia de que era demasiado grande para dejarla hundirse. Es como si en una hipotética familia ludópata se hubiese decidido juntar todo el dinero, el de la comida, el pago del alquiler… y el destinado al juego, dedicando la totalidad a esta última actividad y cuando pierde –de cuando ganó muchísimo no se dice nada- nos exigiera que le financiásemos con nuestros salarios, las pensiones… el mantenimiento de su nivel de vida (y beneficios). Parece una locura pero es la más absoluta realidad.
Por eso motivo, como señala Susan George en una magnífica entrevista del 4 de agosto en El País, el sistema financiero necesita dos reformas imprescindibles: establecer férreos controles de su actividad y separar nuevamente la banca comercial de la de inversión. Nadie niega el derecho a jugar en el Casino, pero no con mi dinero.
Como S. George afirma: “un sistema financiero sin control nos lleva al precipicio”.  Esa es la gran reforma pendiente que ningún gobierno ni país se ha atrevido a enfrentar. ¿Puede estar más claro quien da las órdenes?

© José L. Calvo, 2013

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