lunes, 6 de enero de 2014

La generación que vivirá peor que sus padres

A los periodistas les gustan los titulares. Por ese motivo muchos de ellos lanzan frases grandilocuentes sin analizar realmente si lo que dicen tiene algún fundamento. Dentro de estas se encuentra una de la que se ha hecho eco mucha gente y algunas televisiones y formaciones políticas de izquierda: la próxima generación vivirá peor que sus padres. Pero, ¿es esto cierto? Analicémoslo en detalle.
En primer lugar habría que saber qué generación. Si estamos hablando de los menores de 25 años entonces lo que estamos haciendo es una labor de pitonisas económicas. Es imposible predecir qué sucederá dentro de 20 o 25 años, especialmente si tenemos en cuenta que además de una crisis económica estamos viviendo una revolución tecnológica. Jugar a adivinos es, cuando menos, arriesgado –si no estúpido-.
Si nos referimos a la generación que tiene entre 25 y 40 años entonces sus padres pertenecen a mi generación (por encima de la cincuentena). Y para estos ha habido un poco de todo. Les contaré mi propia experiencia.
Procedo de un pueblecito de León con cerca de 3.000 habitantes en el que vivía unos cuatro meses al año. Hasta muy avanzada mi adolescencia –13 o 14 años-  no teníamos agua corriente y las calles estaban sin asfaltar; comíamos cocido todos los días, ya fuera invierno o verano; no había calefacción y calentábamos la cama con un ladrillo o una bolsa de agua caliente; la bicicleta la heredábamos o la compartíamos, y jugábamos al fútbol con las mismas zapatillas –las bambas- que llevábamos todo el verano. Conocí el mar aproximadamente a esa misma edad, en la primera excursión larga que hice con el colegio.
En mi juventud los veranos seguían siendo el pueblo, al que iba a ayudar a mis tíos en el campo –con carros tirados por vacas y bueyes-. Y yo no era una excepción: todos mis amigos, estudiantes como yo, trabajaban los veranos, ya fuera en la construcción, la tejera, la panadería…
Empecé a trabajar a los dieciocho años escribiendo a máquina en el Grupo Parlamentario Comunista –gracias Curiel- compatibilizándolo con la carrera. No tenía fines de semana, porque el domingo tocaba puesto en el Rastro. Mi primer coche fue un escarabajo de ni se sabe qué mano, que compartía con mi hermana. Viví la movida madrileña tomando cañas solo los fines de semana, pagando no todas y colándonos en algunos conciertos. Y mis primeras vacaciones en el extranjero fueron a Portugal en tienda que campaña.
Les puedo asegurar que no cambiaría esa infancia ni mi juventud por nada del mundo. Fui feliz.
Es cierto que en los últimos 15 o 20 años la situación ha mejorado mucho. Que mi vida, como la de la gran mayoría de los españoles, ha experimentado un cambio radical en ese período. Que mi pueblo ni se parece a aquél por el que corría en mi niñez. Que tengo coche, moto y casa propios –con hipoteca-. Que hemos llegado a un estadio de desarrollo espectacular si lo comparamos con el que partíamos. Pero es bueno no olvidar ese origen.
Decir que nuestros hijos vivirán peor de lo que hemos vivido nosotros es una soberana estupidez. Pero sí es verdad que tendrán que aprender algunas lecciones que no estaban en su temario: que los derechos se conquistan y defienden, tales como la educación y la salud pública, el derecho al aborto…; que el capitalismo no es una sociedad en la que ganan todoswin-win-, exigiéndole explicaciones a los que les engañaron cuando lo afirmaban –lo socialdemócratas-; y sobre todo, que el lema que ha imperado en estos últimos tiempos, aquel que muere con el mayor número de juguetes vence, debe ser sustituido por otro más sensato que rigió la infancia y juventud de sus padres: no es más rico el que mucho tiene sino el que poco necesita.

© José L. Calvo, 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario