miércoles, 18 de febrero de 2015

Cuando la salud es un negocio. ¿Somos los economistas seres humanos?

En las últimas semanas estamos comprobando cómo el gobierno del PP ha decidido reducir las prestaciones sanitarias tanto de los enfermos de hepatitis C –que están realizando un encierro- como de los funcionarios, disminuyendo el presupuesto dedicado a MUFACE y eliminando o restringiendo algunas especialidades, especialmente las oncológicas. Si a eso añadimos las fuertes campañas publicitarias de las empresas de seguros sanitarios en la televisión –ASISA, Adeslas, DKV, etc.- y la privatización de la gestión de hospitales públicos en algunas Comunidades Autónomas, se constata que el gobierno ha decidido crear un nuevo nicho de mercado en el sector sanitario. Está optando claramente por privatizar la salud.
Como sabrán los que siguen estos posts, he defendido muchas veces que la sanidad pública no es gratuita, que tiene costes –hospitales, médicos, tratamientos, medicinas, etc.-, y que es preciso definir claramente de dónde deben surgir los recursos para su financiación. Pero ello no obsta para que haya una pregunta mucho más de fondo: ¿debe llegar la aplicación de criterios económicos hasta convertir la salud de los españoles en un negocio? ¿Tenemos ética los economistas o guiados por nuestro análisis coste/beneficio debemos poner en la balanza todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida cotidiana? ¿Somos los economistas seres humanos?
Ricardo F. Crespo señala en la página 19 de su libro Filosofía de la Economía que “…Cuando la economía se emancipa de la moral y se transforma en una técnica de maximización tiende a imponer este parámetro (el de la maximización) a la misma técnica;…se reemplaza una moral del bien por otra moral del resultado. Lo técnicamente posible con su mayor rendimiento pasa a ser moralmente exigible. La economía deviene la nueva moral”.
Citando a otro filósofo español, Alfredo Cruz Pardos en Filosofía Política, p. 112  señala que “…la economía real, la que es actividad efectiva y concreta, es siempre la economía de una comunidad humana, de una forma de vida o ethos común, y se ordena al mantenimiento y perfección de tal comunidad, es decir, al bien común de ésta”.
Los economistas “nos lo deberíamos hacer mirar”. Hemos abandonado al individuo por la técnica; anteponemos criterios monetarios y de optimización al bienestar de las personas. En el caso concreto español hemos gastado más de 100.000 millones de euros en salvar parte de un sistema financiero cuya justificación todavía está por darse y los gobiernos –tanto del PSOE como del PP- han sido incapaces de poner ni un euro para evitar que gente honrada se quede en la calle y sea desalojada por los mismos usureros -ver la definición del DRAE- a los que hemos dado el dinero a fondo perdido; o condenamos a muerte a enfermos aduciendo que no tenemos suficientes recursos –pero sí para mantener 17 gobiernos y parlamentos autonómicos más el Congreso y el Senado, más de 8.000 alcaldías, diputaciones, cabildos, etc. con sus asesores; para crear un sistema donde los Bárcenas, Pujol, Chaves… se mueven a sus anchas; para hacer autopistas que no llevan a ningún lado o tranvías en ciudades que nunca los necesitaron-.
Aprovechando la nueva “oferta” de grados del Sr. Wert yo propongo que en las Facultades de CC. Económicas y Empresariales se implanten dos asignaturas obligatorias: la Filosofía de la Economía y la Historia del Pensamiento Económico. Porque sin leer a Adam Smith, a Ricardo o a Marx, basándonos solo en los postulados metodológicos de Milton Friedman, los economistas hemos perdido nuestra humanidad. Como dice un buen amigo, “lo importante es la pregunta”. Y hace mucho tiempo que los economistas no nos preguntamos ¿a quién y para qué servimos?

© José L. Calvo, 2015

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