El domingo se
celebró el referéndum griego en el que los ciudadanos de ese país manifestaron
al resto de los europeos que su orgullo no les permite pagar sus deudas bajo
las medidas impuestas por sus acreedores. La aplastante victoria del NO salvaguardó
el honor griego y el de sus dirigentes. Pero ¿qué significa realmente
la victoria del NO? Analizaré algunos aspectos.
Hablemos de la
propuesta de reestructuración de la deuda –en la que los
nuevos negociadores insisten- y en concreto de la quita que el propio FMI
ve como inevitable. Es evidente que la actual deuda griega es impagable
–otra cosa sería explicar cómo se generó, que no solo tiene como culpables a
los políticos griegos sino a las autoridades y bancos europeos y a los
propios ciudadanos griegos, que han vivido “a crédito” desde la creación de la
UE- pero de ahí a proponer que se haga una quita del 50% va mucho
trecho. Por varios motivos.
En primer lugar,
cualquier
reestructuración, cualquier quita, no tendrá ningún efecto positivo sobre el
presente y sobre todo el futuro griego sin que se produzcan las reformas
necesarias. No hay otra forma de decirlo: el sistema fiscal griego no
funciona, el desempleo no es abismal simplemente porque se optó por prejubilar,
el
sistema de pensiones es inviable, el
sistema sanitario está corrompido, el
gasto de defensa es insostenible… Si el gobierno de Syriza no introduce
reformas que lleven a Grecia a los estándares europeos la quita propuesta no servirá
para nada y dentro de dos o tres años se deberá hacer una nueva. Ese es
su gran reto fuera de las demagogias.
En segundo lugar
la
quita introduce un efecto desconfianza en los mercados
que puede dar al traste con los esfuerzos realizados por otros países como
Portugal, España, Italia… y en consecuencia con el euro. Si Grecia no paga, ¿por qué
confiar en que otros deudores europeos lo vayan a hacer? Podemos ver
cómo las primas de riesgo vuelven a dispararse no por la situación real de las
economías española, portuguesa o italiana sino como efecto rebote de la
inestabilidad introducida por Grecia, y cómo el euro ante la incertidumbre
introducida por el “honor griego”.
El tercer efecto
es relativo a la asimetría que introduce en el tratamiento de los ciudadanos europeos.
¿Los griegos son especiales porque inventaron la democracia y como nosotros
tuvimos un régimen fascista debemos pagar? ¿No han hecho tantos esfuerzos o más
los españoles, los portugueses o los irlandeses? ¿No hay muchos españoles a los
que la crisis ha devastado no solo su economía sino su vida? ¿No
merecen ellos un tratamiento idéntico al propuesto para los griegos? Quizás
sería bueno aquí hacer un poco de historia y repasar el papel que jugó Grecia
cuando España y Portugal negociaron su entrada en la UE y su continuo chantaje
para obtener mayores prebendas, o los “agricultores” griegos y la PAC en la
historia de la UE. La solidaridad no es exactamente el concepto que los griegos manejaron
ante las jóvenes y frágiles democracias ibéricas.
Finalmente una
cuestión de números. Mi pregunta va dirigida a los españoles “progresistas”, a
los solidarios defensores de la quita ¿de dónde piensan restar los más de 10.000
millones de euros –más de un 1% del PIB- que nos va a costar? Tras una
crisis luchando contra los recortes, defendiendo en la calle el estado del
bienestar, la educación, la sanidad… de repente un grupo de politólogos se
descuelgan con un gasto adicional de 10.000 millones. ¿Qué reducimos, el gasto en
sanidad, en educación, en I+D+i, en infraestructuras…? Yo también soy
solidario, pero como decía mi padre una
cosa es predicar y otra dar trigo.
El honor griego ha
quedado a salvo. Los griegos han alzado su voz contra los recortes, contra las
imposiciones de los nazis acreedores… y lo han dejado muy claro. Pero los
demás europeos también tenemos orgullo: tanto los que han tenido que
sufrir duramente las consecuencias de la crisis –la pérdida de poder
adquisitivo de los funcionarios españoles es digna de estudio- como aquellos
que han aportado su dinero para salvar a Grecia y se ven sin posibilidad de
recuperarlo y vilipendiados
continuamente. El referéndum no solo no ha mejorado la posición negociadora griega
sino que, a mi juicio, la ha empeorado. La venganza es un plato que se come frío piensa Merkel.
© José L. Calvo, 2015
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