Hace unos días
salía publicado en El Confidencial un artículo sobre el Rector
plagiador que comparto plenamente. Según lo leía me vino a la mente
un de los capítulos del libro de S. Levitt y S. Dubner (2006) Freakonomics
y en concreto el titulado: ¿Por qué continúan viviendo los traficantes
de drogas con sus madres? Atando
cabos entre uno y otro surgió la idea que da título a este post y que paso a
exponer.
En el estudio
realizado por Sudhir Venkatesh en los suburbios de Chicago para su tesis
doctoral, descubrió que la banda de traficantes de los Black Disciples tenía las siguientes características: una estructura
piramidal, con una jefatura central, denominada consejo de administración, que definía
la política y regía los destinos de la banda, estableciendo las
franquicias; debajo de ella se situaban los líderes
que a su vez tenían oficiales; por
debajo de los oficiales estaban “los
vendedores de la calle, conocidos como soldados de a pie”. El objetivo del líder era ser miembro del consejo de administración,
mientras que el de los soldados era ser oficial y luego líder.
Los
beneficios de un negocio tan lucrativo como la droga se repartían muy
desigualmente: un 20% era para el consejo
de administración y el resto era distribuido por el líder que se quedaba la mayor parte, pagando un sueldo tan escaso a
sus soldados que tenían que seguir viviendo con sus madres.
El
trabajo peor y más peligroso era realizado por los soldados, que no
solo debían estar en la calle todo el día y tratar con drogadictos, sino que se
exponían a ser asesinados por cualquier banda rival.
Veamos ahora
cuál es la situación de los profesores de la universidad española:
- La estructura es también absolutamente piramidal. Hay pocos capos/catedráticos; un número mayor de jefes intermedios/titulares y muchos aspirantes a ocupar sus plazas -profesores contratados-. Todos intentan subir un peldaño en el escalafón hasta acceder al grado supremo/catedrático -a eso se le denomina carrera académica-
- Los que se sitúan en la cúspide de la pirámide deciden qué es y qué no es académicamente correcto. Nada fuera de su ley. He dirigido trabajos magníficos que no se han publicado en España porque no estaban dentro de la corriente ortodoxa de la econometría en ese momento. Recomiendo evitar las revistas económicas españolas
- Las diferencias salariales, de prestigio y sobre todo de seguridad en el empleo son abismales. Un profesor que comienza en la universidad está en una posición muy parecida a la de un soldado de la droga: su salario es mínimo -tengo compañeros con un curriculum magnífico con 600€/mes-; su trabajo es el peor, ya que asumen una carga docente muy elevada en las asignaturas que nadie quiere -eligen los últimos-; son el “furgón de cola” de un mundo clasista como la universidad y están siempre en la cuerda floja, ya que disgustar a uno de los grandes popes supone la no renovación del contrato.
- Para ascender y conseguir el “funcionariado” se deben cumplir estrictamente las reglas. Eso quiere decir que sólo se puede publicar sobre aquellos temas que el “consejo de administración” considera de interés. Es irrelevante que nadie los lea o que no tengan ningún impacto social, siempre y cuando tengan su reconocimiento dentro de la academia. Que conste que este no es problema solamente español: Alessandro Rocaglia denuncia una situación idéntica en Italia en su libro Economistas que se equivocan. Las raíces culturales de la crisis.
Como puede
verse, la estructura de ambas organizaciones no difiere sustancialmente. Por
eso mi admiración por Richard Thaler y todos los nadadores contracorriente
que han sido capaces de separarse de la línea ortodoxa poniendo en juego su
carrera académica. Claro que eso ocurre en un país donde el debate académico está abierto,
se
admite la heterodoxia, y en el que la Universidad debe rendir cuentas a la
sociedad. En España, con una universidad aislada de su entorno,
financiada poniendo el cazo y no
vendiendo su trabajo, en el mundo de la Teoría Económica se sigue publicando
bajo los supuestos de que los mercados son eficientes y competitivos, que los
consumidores son racionales, que el dinero es neutral, que el sistema
financiero sirve para trasladar los recursos de los ahorradores a los que
acometen proyectos que producen bienes o que la econometría es un fin en sí
mismo y no un instrumento. Y cualquiera que se aparte de esos postulados verá
cómo su trabajo no será publicado y su carrera académica tan corta como la vida
de un soldado de la droga en una esquina de los suburbios de Chicago. Sólo
algunos de los que hemos logrado el ansiado título de funcionario podemos
permitirnos el lujo de disentir.
© José L. Calvo, 2016
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