La cabeza tiene que estar para algo más que para llevar el sombrero
José Calvo Sr.
Cuentan en su libro Think like a Freak S. Levitt y S. Dubner (2014) la
historia de las cobras en la India colonial. Ante un exceso de cobras
que mataban a la población, el gobierno británico decidió lanzar una política
consistente en pagar por cada piel de esa serpiente que les entregasen. En un caso
de incentivos de manual de economía los hindúes se dedicaron a criar
cobras en sus domicilios para luego vender al gobierno sus pieles. Ante la
avalancha de éstas el gobierno suspendió el pago; los hindúes ya no encontraban
ningún incentivo para criarlas y las soltaron, provocando que al final hubiese
más cobras que al principio de la política creada para eliminarlas.
Un ejemplo similar sucedió con el
tráfico en Ciudad de México. Ante la gravísima contaminación el
ayuntamiento decidió obligar a que los coches circulasen en días alternos: unos
días los vehículos con matrícula par; otros los de matrícula impar. Como
resultado los mexicanos compraron dos coches con ambas matrículas. Pero,
lógicamente, el segundo coche era mucho peor –solo se utilizaba en la Ciudad el
día que “no se podía sacar el bueno”-, mucho más contaminante. Nuevamente el
resultado fue un incremento de los atascos, mayores problemas de aparcamiento
y, por supuesto, mayor contaminación.
Los ediles del ayuntamiento de Madrid ni se han
leído el libro de Levitt y Dubner ni conocen la más mínima teoría de los
incentivos. Su intención de restringir el tráfico en Madrid incluido
el de las motos los días
de alta contaminación tiene buen fondo pero carece de una elaboración que tenga
en cuenta otros aspectos relevantes: en primer lugar, aunque las motos contaminaran lo mismo que los coches ocupan mucho menos espacio y generan un tráfico mucho más
fluido, lo que se traduce en menores atascos y menor contaminación; en segundo
lugar porque la restricción es muy probable que provoque el mismo efecto que en
Ciudad de México e incentive la compra de vehículos de segunda mano de peor
calidad y más contaminantes; en tercer lugar esos nuevos vehículos provocarán mayores problemas de aparcamiento, lo
que se traducirá, nuevamente, en mayores atascos y mayor contaminación; y por
último, pero no de menor importancia, les pone a los pies de los caballos
populares. Como decía la Sra. Aguirre: “Cuando tengan que
prohibir la circulación de coches y motos, veremos cómo consiguen meterlos a
todos en el transporte público”. Para hacerlo tienen que negociar con el
Consorcio Regional de Transportes en manos del PP. Y nuevamente el ayuntamiento
demuestra su bisoñez y desconoce lo que son los incentivos –también en
política-: si yo fuera un directivo del PP del Consorcio les prometería lo que
quisieran -mayor frecuencia, gratuidad, etc.-; y el primer día de restricción ¡oh qué casualidad! se me
pincharían la mitad de los metros y trenes de cercanías y los autobuses tendrían problemas de
combustible. Un atasco que dejaría pequeño al que vivimos el 5
de octubre.
En las funciones matemáticas la segunda derivada es clave para saber si subes o bajas.
© José L.
Calvo, 2015
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