Me encanta dirigir tesis. Esto es algo que como no
cuenta para los sexenios solo hacemos los cuatro locos que seguimos pensando en
la universidad como una vocación, como un servicio para la mejora de la ciencia.
Aporto lo poco o mucho que sé pero sobre todo sentido común. Y aprendo mucho,
muchísimo.
En la actualidad dirijo varias. Una de ellas, en
colaboración con una profesora de Psicología, se adentra en un mundo que
siempre había querido estudiar: la socialización organizacional, que dicho
desde una perspectiva económica es cómo se organizan los factores productivos
de las empresas y muy especialmente el trabajo. O dicho de otra forma, cómo
se interrelacionan los directivos y los trabajadores para conseguir que la
empresa funcione mejor, que sea más productiva. Nada que ver, por
cierto, con la función de producción de la Teoría Económica.
Según la socialización
organizacional hay dos tipos de factores que explican la
satisfacción laboral: los higiénicos y los motivadores. Los higiénicos
hablan de las condiciones físicas de trabajo y, lógicamente, es preciso que
alcancen un nivel suficiente no solo para evitar la insatisfacción sino también
para generar cierta satisfacción. Por su
parte
los motivadores incluyen el logro personal, el reconocimiento, la
responsabilidad, la mejora de la carrera profesional… Son los verdaderos causantes de la
satisfacción.
A los factores motivadores hay que añadir otras
variables como la remuneración, la actividad realizada, las relaciones humanas,
la seguridad, las condiciones ambientales, etc. En definitiva, la
satisfacción surge cuando el trabajo que realmente hacemos cumple con las
expectativas que como trabajadores nos habíamos generado. La
satisfacción laboral mejora la eficiencia de los trabajadores y su
productividad.
Hasta aquí la teoría que explicamos en la Facultad
de Empresariales, en la de Psicología o en
Sociología. Pero ¿tiene esto algo que ver con lo que
practican nuestros directivos –vicerrectores y
asociados- que, recordemos, son profesores universitarios, algunos de ellos de
esta materia? La respuesta es claramente no.
Es sorprendente cómo cuando un profesor
universitario alcanza un cargo digital –por designación a dedo quiero decir- se
olvida de todo lo que enseña y se convierte en un “directivo”. Su misión a
partir de ese momento es “meter en cintura a los trabajadores/profesores”,
hacerlos más productivos en aras de un interés que, obviamente, no hay que
explicar. Sus antiguos compañeros –que volverán a serlo acabado su plazo de
“cargo”, y siempre se acaba- carecen de opinión. Ellos saben perfectamente lo
que es bueno para nosotros y para la institución.
Dicho en términos de la socialización
organizacional, cumplen con los factores higiénicos –sin pasarse- y actúan
contra los motivadores. Se olvidan de lo que enseñan, y es que para
que una organización funcione bien debe haber un compromiso afectivo/emocional
de los trabajadores/profesores con su empresa/universidad. Facilitan así el modelo
del “desinterés por la organización” que establece que las personas se
distancian de ella mostrando un patrón de conducta negativo: aumentar el
absentismo, disminuir el esfuerzo, perder tiempo…
Ya lo decía mi padre, una cosa es predicar y otra
dar trigo.
© José L. Calvo, 2015
P.D.: dedicado a los cargos de investigación que
nunca han dirigido una tesis y a los “directivos” UNED que gestionan en contra
de lo que enseñan. Ellos saben quienes son.
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