lunes, 26 de octubre de 2015

Pedro Sánchez y la prostitución

Entramos en precampaña electoral y todos los partidos políticos comienzan a lanzar sus propuestas electorales. No entraré a discutir los programas económicos –tiempo habrá de analizar las cartas a los Reyes Magos- pero me gustaría hablar de una de las ya hechas firme por el candidato de la pseudo-izquierda Pedro Sánchez: la eliminación de burdeles y locales de alterne.
La prostitución es un tema muy delicado, que pone las emociones a flor de piel. En ello influyen varios factores: en primer lugar porque existe una identificación entre prostitución/trata de blancas/explotación de las mujeres. Y si bien es cierto que una parte muy importante del mercado está dominado por el lado ilegal, también es cierto que esto no siempre ha sido así: las prostitutas en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, tienen un papel fundamental; formaban parte de la intendencia de los ejércitos; han regido países como Madame Pompadour y fueron las responsables de la iniciación sexual de generaciones. De hecho la prostitución fue una profesión respetable hasta la segunda mitad del siglo XX –existen todavía casas Madrid cuya estructura refleja que eran casas de lenocinio, las habitaciones para la prostitución delante, las viviendas de las prostitutas detrás-; en segundo lugar hay una máxima no escrita por la que el sexo no es comercializable. Nunca he entendido por qué el que una mujer o un hombre aproveche sus capacidades sexuales para obtener ingresos está mal visto, pero que baje a más de cuatro kilómetros a extraer carbón nos parece correcto –no digamos si es negro y lo que extrae es el coltán de nuestros móviles, tabletas u ordenadores-. Pero lo que es obvio es que hay un mercado de personas que compran y venden sexo. Y ese mercado genera grandes ingresos: según el INE 3.672 millones al año; para El Economista 18.000 millones en 2007 dando empleo a más de 400.000 personas. Y como economistas tenemos la obligación de analizarlo con un enfoque económico que diría G. Becker.
Aunque el Sr. Sánchez lo desconozca, la cuestión de la prostitución ha sido analizada en múltiples estudios económicos. Por poner solo dos ejemplos le recomiendo las referencias de S. Levitt y S. Dubner Freakonomics y Superfreakonomics. El análisis es sencillo: cualquier mercado tiene dos lados: la oferta y la demanda. Por el lado de la oferta, siguiendo los planteamientos de G. Akerlof y R. Shiller –dos premios Nobel- en Phising for phools, siempre que hay una debilidad humana hay un mercado para ella, por lo que la oferta de prostitución es ilimitada y existirá siempre que haya algún demandante –legal o ilegal es la diferencia-. En consecuencia, la única posibilidad es actuar por el lado de la oferta, por lo que si se quiere erradicar la prostitución hay que actuar contundentemente contra sus clientes. Una propuesta radical sería la de cortar los genitales a alguno de ellos –no es mía, es de Levitt y Dubner creo-, lo que reduciría drásticamente la demanda.
Veamos qué sucede en el lado de la oferta. Aquí nuevamente se pueden distinguir dos mercados: un mercado ilegal, regido por proxenetas en el que se produce una explotación no deseada de la mujer/hombre. Aquí no hay discusión: ya que en él tanto los proxenetas como sus clientes están cometiendo un delito contra la libertad sexual, debe caer sobre ellos todo el peso de la ley –y cuanto más dura sea esa ley mejor-. Y luego hay un mercado legal en el que personas ofrecen voluntariamente sus servicios sexuales a cambio de una remuneración. Nadie les obliga, nadie les explota, aprovechan su cualificación en esa actividad –ya sea su belleza, sus conocimientos técnicos o su disponibilidad- y ofrecen un producto para el que existe una demanda desde que existe la humanidad. En ese mercado lo único que hay que garantizar es un funcionamiento correcto, que tengan su Seguridad Social, cumplan unos requisitos de salubridad e higiene y todos paguen sus impuestos. Y es ahí donde los clubs de alterne y los burdeles juegan un papel fundamental: al ser empresas deben pagar sus correspondientes impuestos; deben establecer una relación contractual con sus trabajadoras -que a su vez deben también cotizar a la Seguridad Social y pagar el IRPF- y deben mantener unos estándares de calidad e higiene como ocurre con restaurantes, bares, salones de masajes, fisioterapeutas o clínicas sanitarias. Eso es lo exigible en el mercado legal de la prostitución.
Así que con su propuesta “progresista” el Sr. Sánchez quiere eliminar el mercado legal y trasladar la prostitución al mercado ilegal.  El Neopuritanismo que propone introducir el PSOE quiere reimplantar la Ley Seca.
Lo realmente progresista es utilizar el sentido común. Por muchas leyes que impongan el mercado de la prostitución no va a desaparecer, sólo se sumergirá más y empeorarán las condiciones de sus trabajadoras/es. Ya puestos, el Sr. Sánchez debería centrar sus esfuerzos en perseguir a otro tipo de personajes –algunos de su partido- que atentan contra la libertad sexual de todos los españoles: los que nos roban y nos dan por c. sin que nosotros queramos.
© José L. Calvo, 2015

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