Entramos en precampaña electoral y todos los
partidos políticos comienzan a lanzar sus propuestas electorales. No entraré a
discutir los programas económicos –tiempo habrá de analizar las cartas a los Reyes Magos- pero me
gustaría hablar de una de las ya hechas firme por el candidato de la
pseudo-izquierda Pedro Sánchez: la eliminación de burdeles y locales de
alterne.
La prostitución es un tema muy delicado, que pone
las emociones a flor de piel. En ello influyen varios factores: en primer lugar
porque existe una identificación entre prostitución/trata de
blancas/explotación de las mujeres. Y si bien es cierto que una parte
muy importante del mercado está dominado por el lado ilegal, también es cierto que esto no siempre ha sido así:
las prostitutas en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, tienen un papel
fundamental; formaban parte de la intendencia de los ejércitos; han regido
países como Madame Pompadour y fueron las responsables de la iniciación sexual
de generaciones. De hecho la prostitución fue una profesión respetable hasta la segunda mitad del
siglo XX –existen todavía casas Madrid cuya estructura refleja que eran casas
de lenocinio, las habitaciones para la prostitución delante, las viviendas de
las prostitutas detrás-; en segundo lugar hay una máxima no escrita por la que el sexo
no es comercializable. Nunca he entendido por qué el que una mujer o un
hombre aproveche sus capacidades sexuales para obtener ingresos está mal visto,
pero que baje a más de cuatro kilómetros a extraer carbón nos parece correcto
–no digamos si es negro y lo que extrae es el coltán de nuestros móviles, tabletas u ordenadores-.
Pero lo que es obvio es que hay un mercado de personas que compran y
venden sexo. Y ese mercado genera grandes ingresos: según el INE 3.672 millones al año; para El Economista 18.000 millones en 2007
dando empleo a más de 400.000 personas. Y como economistas tenemos la obligación de analizarlo con un enfoque económico que diría G. Becker.
Aunque el Sr. Sánchez lo desconozca, la
cuestión de la prostitución ha sido analizada en múltiples estudios económicos.
Por poner solo dos ejemplos le recomiendo las referencias de S. Levitt y S.
Dubner Freakonomics y Superfreakonomics. El análisis es
sencillo: cualquier mercado tiene dos lados: la oferta y la demanda. Por el
lado de la oferta, siguiendo los planteamientos de G. Akerlof y R. Shiller –dos
premios Nobel- en Phising for phools, siempre
que hay una debilidad humana hay un mercado para ella, por lo que la
oferta de prostitución es ilimitada y existirá siempre que haya algún
demandante –legal o ilegal es la diferencia-. En consecuencia, la única
posibilidad es actuar por el lado de la oferta, por lo que si se quiere erradicar la
prostitución hay que actuar contundentemente contra sus clientes. Una
propuesta radical sería la de cortar los genitales a alguno de ellos –no es
mía, es de Levitt y Dubner creo-, lo que reduciría drásticamente la demanda.
Veamos qué sucede en el lado de la oferta. Aquí
nuevamente se pueden distinguir dos mercados: un mercado ilegal, regido
por proxenetas en el que se produce una explotación no deseada de la mujer/hombre.
Aquí no hay discusión: ya que en él tanto los proxenetas como sus clientes están
cometiendo un delito contra la libertad sexual, debe caer sobre ellos todo el
peso de la ley –y cuanto más dura sea esa ley mejor-. Y luego hay un mercado
legal en el que personas ofrecen voluntariamente sus servicios sexuales a
cambio de una remuneración. Nadie les obliga, nadie les explota, aprovechan
su cualificación en esa actividad –ya sea su belleza, sus conocimientos
técnicos o su disponibilidad- y ofrecen un producto para el que existe una
demanda desde que existe la humanidad. En ese mercado lo único que hay que
garantizar es un funcionamiento correcto, que tengan su Seguridad
Social, cumplan unos requisitos de salubridad e higiene y todos paguen sus
impuestos. Y es ahí donde los clubs de alterne y los burdeles juegan
un papel fundamental: al ser empresas deben pagar sus correspondientes
impuestos; deben establecer una relación contractual con sus trabajadoras -que a su vez deben también cotizar a la Seguridad Social y pagar el IRPF- y
deben mantener unos estándares de calidad e higiene como ocurre con
restaurantes, bares, salones de masajes, fisioterapeutas o clínicas sanitarias.
Eso es lo exigible en el mercado legal de la prostitución.
Así que con su propuesta “progresista” el Sr.
Sánchez quiere eliminar el mercado legal y trasladar la prostitución al mercado
ilegal. El Neopuritanismo que propone introducir el PSOE quiere reimplantar la
Ley Seca.
Lo realmente progresista es utilizar el sentido
común. Por muchas leyes que impongan el mercado de la prostitución no va a desaparecer, sólo se sumergirá más y empeorarán las condiciones de sus trabajadoras/es. Ya puestos, el Sr. Sánchez debería centrar sus esfuerzos en
perseguir a otro tipo de personajes –algunos de su partido- que atentan contra
la libertad sexual de todos los españoles: los que nos roban y nos dan por c.
sin que nosotros queramos.
© José L.
Calvo, 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario