viernes, 7 de septiembre de 2012

El problema no es Alemania, es España

Antes de ayer Xavier Vidal-Folch publicaba un fantástico artículo en el País titulado El enemigo es alemán pero no es Alemania. Estando plenamente de acuerdo con su argumentación sobre el papel del Bundesbank, creo que se equivoca en su título, ya que deberíamos dejar de echar la culpa fuera y admitir de una vez por todas que la actual crisis económica que padecemos en España no proviene del resto de los países de la UE, sino de nosotros mismos y de la nefasta gestión de nuestros políticos –a la que todos callamos, como muy bien señala Ángeles Caso -.
Se lo explico con un ejemplo. Suponga que alquila usted un piso (grande) compartido con otros 26 amigos. De ellos cuatro o cinco se dedican a utilizar su dinero y una parte importante del común para irse de juerga, tomar copitas, alquilar coches de lujo... Cuando llega el día de pagar la renta del siguiente mes los cuatro amigotes dicen que no tienen dinero y que se lo prestes. El problema es que se lo tienes que dejar, porque si no nos echan a todos del piso, pero ¿lo harías de buena gana?, ¿estarías dispuesto a prestárselo sin imponer ninguna condición, sin obligarle a ponerse las pilas y dejar de malgastar? Pues es eso es justamente lo que les pasa a nuestros socios europeos. Nos van a ayudar, nos financiarán el rescate, pero no sin exigir que nos comportemos como europeos sensatos y ajustemos nuestras cuentas públicas y privadas.
El problema no es Alemania, tampoco Finlandia. Lo que ocurre es que ellos trabajaron, ahorraron, no malgastaron, no se dedicaron a especular, cuando tuvieron dificultades buscaron vías racionales de solución. Justo todo lo contarrio que nosotros. El problema es España.
Es hora de olvidar el deporte nacional de buscar otro culpable que no sea uno mismo y admitir nuestras responsabilidades. Van a ser años duros, pero quizás por primera vez en los últimos cinco siglos seamos capaces de afrontar nuestros propios fantasmas. Si lo hacemos saldremos muy reforzados.
© José L. Calvo

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