Como estoy harto de que la gente identifique funcionario con cargo público y nos meta a todos en el mismo saco, les propongo este juego de las cinco diferencias para que tengan claro qué es cada uno.
1. Un funcionario es una persona que ha sacado una oposición, es decir, que tras obtener la cualificación precisa –en mi caso doctor- ha superado diversos exámenes –dos- ante un tribunal. Un cargo público es alguien nombrado a dedo bien por un responsable político –ministro, alcalde, director general…- o bien elegido no democráticamente dentro de las listas de un partido político (nótese que se vota al partido, pero nadie conoce y vota, por ejemplo, al candidato siete en las listas del ayuntamiento de Barcelona del PSOE. Pero si su partido saca diez concejales asume un cargo público)
2. La labor del funcionario está perfectamente definida (si es policía vigila la seguridad, si es médico la salud, si está en una ventanilla debe poner sellos…). En la inmensa mayoría de los casos se desconoce la función del cargo público. O ¿me pueden decir qué hace el asesor vigésimo quinto del Sr. Rajoy en la Moncloa o el diputado del PP por Ourense (ese que no llega a fin de mes con 5.100 euros. Manda h...)?
3. El sueldo del funcionario está fijado en los Presupuestos Generales del Estado y es perfectamente conocido. El sueldo del asesor público lo fija quien le contrata. En el caso de los cargos públicos electos –diputados, alcaldes…- se lo fijan ellos mismos.
4. Debido al punto 3 el sueldo de los funcionarios ha sido reducido ya en dos ocasiones (la primera lo hizo el PSOE y la segunda el PP. No hay diferencias ideológicas en cómo maltratar a los funcionarios). Por ese mismo punto los cargos públicos no han visto afectado su sueldo (lo que se reducen lo compensan con dietas, viajes extra…).
5. Finalmente, un funcionario es fácil de identificar y, en consecuencia, de echarle la culpa de lo que pasa. Así, cuando un guardia civil le pone una multa, una enfermera le dice que lo suyo no es de urgencias o el profesor le señala que su niño es un cenutrio es sencillo identificar al responsable de que el país no funcione. Pero díganme con sinceridad ¿si se lo cruzan por la calle, podrían identificar a un asesor del Ministro de Economía, al Secretario de Estado de Justicia, al diputado del PSOE por Málaga o al concejal de cultura del ayuntamiento de Sevilla?
¿Están seguros que sobran los 2 millones de funcionarios? ¿No será que lo que sobra es la práctica totalidad de las cerca de 500.000 personas que viven de la política? Hay que hablar con propiedad.
1. Un funcionario es una persona que ha sacado una oposición, es decir, que tras obtener la cualificación precisa –en mi caso doctor- ha superado diversos exámenes –dos- ante un tribunal. Un cargo público es alguien nombrado a dedo bien por un responsable político –ministro, alcalde, director general…- o bien elegido no democráticamente dentro de las listas de un partido político (nótese que se vota al partido, pero nadie conoce y vota, por ejemplo, al candidato siete en las listas del ayuntamiento de Barcelona del PSOE. Pero si su partido saca diez concejales asume un cargo público)
2. La labor del funcionario está perfectamente definida (si es policía vigila la seguridad, si es médico la salud, si está en una ventanilla debe poner sellos…). En la inmensa mayoría de los casos se desconoce la función del cargo público. O ¿me pueden decir qué hace el asesor vigésimo quinto del Sr. Rajoy en la Moncloa o el diputado del PP por Ourense (ese que no llega a fin de mes con 5.100 euros. Manda h...)?
3. El sueldo del funcionario está fijado en los Presupuestos Generales del Estado y es perfectamente conocido. El sueldo del asesor público lo fija quien le contrata. En el caso de los cargos públicos electos –diputados, alcaldes…- se lo fijan ellos mismos.
4. Debido al punto 3 el sueldo de los funcionarios ha sido reducido ya en dos ocasiones (la primera lo hizo el PSOE y la segunda el PP. No hay diferencias ideológicas en cómo maltratar a los funcionarios). Por ese mismo punto los cargos públicos no han visto afectado su sueldo (lo que se reducen lo compensan con dietas, viajes extra…).
5. Finalmente, un funcionario es fácil de identificar y, en consecuencia, de echarle la culpa de lo que pasa. Así, cuando un guardia civil le pone una multa, una enfermera le dice que lo suyo no es de urgencias o el profesor le señala que su niño es un cenutrio es sencillo identificar al responsable de que el país no funcione. Pero díganme con sinceridad ¿si se lo cruzan por la calle, podrían identificar a un asesor del Ministro de Economía, al Secretario de Estado de Justicia, al diputado del PSOE por Málaga o al concejal de cultura del ayuntamiento de Sevilla?
¿Están seguros que sobran los 2 millones de funcionarios? ¿No será que lo que sobra es la práctica totalidad de las cerca de 500.000 personas que viven de la política? Hay que hablar con propiedad.
© José L. Calvo
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