Hace unos días me preguntaban si la llegada del rescate al sistema financiero supondría la vuelta del crédito a las empresas y particulares. Mi no rotundo desconcertó al periodista, sobre todo después de haber oído afirmar a D. Emilio Botín que ellos estaban dispuestos a dar todo el crédito necesario a empresas solventes (me imagino al Sr. Botín, con su pantaloncito y polo rojos, acodado en la barra del bar al más puro estilo Pepe Isbert diciendo: “otra ronda de crédito, que esta la presto yo”. El barman Mariano acongojadito).
Cuatro son, al menos, los argumentos que puedo esgrimir para afirmar que es prácticamente imposible que el crédito se restablezca a corto plazo: en primer lugar, el rescate se va a utilizar para tapar los agujeros que las Cajas de Ahorros y bancos tienen en sus balances, y, en consecuencia, nada quedará para poder prestarse al resto de la economía; en segundo lugar, el ya clásico efecto crowding out que está y que seguirá ejerciendo el sector público: si puedo colocar mi dinero a un tipo del 6% en deuda pública, ¿cuánto debería de retribuirme, y en consecuencia ganar, una empresa o un particular para competir teniendo en cuenta que esta es una apuesta arriesgada mientras que la deuda es hoy por hoy segura?, ¿por qué conceder hipotecas al EURIBOR +1% con esos tipos de interés de los bonos del Tesoro?; en tercer lugar la demanda global es muy débil, la actividad económica está ralentizada y se solicitan menos préstamos. Cuanto más profunda sea la recesión menor será la demanda de créditos de las empresas, ya que menores serán sus ventas y beneficios, inexcusables para devolver los créditos y sus intereses.
Pero el problema fundamental es la incertidumbre. Con un gobierno sin una política económica definida, sin un horizonte claro al que arribar, contradiciéndose permanentemente, sin saberse todavía si el Presidente pedirá el segundo rescate –ahora el plazo se amplía tras la convocatoria de elecciones en Cataluña-, con un déficit público que no se puede controlar porque no se desea hacer la reforma clave: la de la administración central, autonómica y local -el harakiri de la clase política- no son solo los mercados los que no se exponen y suben la prima de riesgo; los ciudadanos no se arriesgan a pedir un préstamo, no sea que la situación vaya todavía a peor.
Dos condiciones me parecen indispensables para que la economía española comience su recuperación y el crédito vuelva a fluir: primero que el gobierno tenga un plan. A estas alturas casi da igual cuál sea, pero por lo menos cierta coherencia sería bienvenida. Y que también Europa tenga un plan. No para salvar individualmente a los países sino para salvarse conjuntamente. Alemania se está parando, Francia está en recesión, el Reino Unido también, y el FMI alerta que la recesión europea se está trasladando a USA y China. Un plan Marshall de crecimiento y empleo para Europa parece cada día más imprescindible. Pero eso sí, en el caso de España, por favor no le den el dinero a nuestros políticos. Gürtel, el alcalde de Ourense… son ejemplos de cómo lo utilizan.
Cuatro son, al menos, los argumentos que puedo esgrimir para afirmar que es prácticamente imposible que el crédito se restablezca a corto plazo: en primer lugar, el rescate se va a utilizar para tapar los agujeros que las Cajas de Ahorros y bancos tienen en sus balances, y, en consecuencia, nada quedará para poder prestarse al resto de la economía; en segundo lugar, el ya clásico efecto crowding out que está y que seguirá ejerciendo el sector público: si puedo colocar mi dinero a un tipo del 6% en deuda pública, ¿cuánto debería de retribuirme, y en consecuencia ganar, una empresa o un particular para competir teniendo en cuenta que esta es una apuesta arriesgada mientras que la deuda es hoy por hoy segura?, ¿por qué conceder hipotecas al EURIBOR +1% con esos tipos de interés de los bonos del Tesoro?; en tercer lugar la demanda global es muy débil, la actividad económica está ralentizada y se solicitan menos préstamos. Cuanto más profunda sea la recesión menor será la demanda de créditos de las empresas, ya que menores serán sus ventas y beneficios, inexcusables para devolver los créditos y sus intereses.
Pero el problema fundamental es la incertidumbre. Con un gobierno sin una política económica definida, sin un horizonte claro al que arribar, contradiciéndose permanentemente, sin saberse todavía si el Presidente pedirá el segundo rescate –ahora el plazo se amplía tras la convocatoria de elecciones en Cataluña-, con un déficit público que no se puede controlar porque no se desea hacer la reforma clave: la de la administración central, autonómica y local -el harakiri de la clase política- no son solo los mercados los que no se exponen y suben la prima de riesgo; los ciudadanos no se arriesgan a pedir un préstamo, no sea que la situación vaya todavía a peor.
Dos condiciones me parecen indispensables para que la economía española comience su recuperación y el crédito vuelva a fluir: primero que el gobierno tenga un plan. A estas alturas casi da igual cuál sea, pero por lo menos cierta coherencia sería bienvenida. Y que también Europa tenga un plan. No para salvar individualmente a los países sino para salvarse conjuntamente. Alemania se está parando, Francia está en recesión, el Reino Unido también, y el FMI alerta que la recesión europea se está trasladando a USA y China. Un plan Marshall de crecimiento y empleo para Europa parece cada día más imprescindible. Pero eso sí, en el caso de España, por favor no le den el dinero a nuestros políticos. Gürtel, el alcalde de Ourense… son ejemplos de cómo lo utilizan.
© José L. Calvo
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